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Sin importar las consecuencias, el arte y activismo de Ai Weiwei

Sus encuentros con el gobierno chino llenan los titulares y sus obras transgresoras lo posicionaron como una de las voces más críticas del arte contemporáneo y un activista por la defensa de los derechos.

Andrea Jaramillo Caro
09 de enero de 2022 - 02:00 a. m.
Ai Weiwei frente a su obra “Forever Bicycles” en Portugal, un comentario sobre la producción masiva en China./ AP
Ai Weiwei frente a su obra “Forever Bicycles” en Portugal, un comentario sobre la producción masiva en China./ AP
Foto: AP - Armando Franca
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Decenas de figuras negras y sin rostro llenaron la Galería Nacional de Praga en 2017, en una instalación que llamaba la atención sobre la crisis de refugiados en Europa, titulada Law of the Journey. Una balsa inflable con 258 ocupantes sin identidad colgaba como pieza central de la instalación del artista y documentalista chino Ai Weiwei, que destacaba la renuencia del gobierno checo a recibir refugiados de Italia y Grecia.

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La instalación de 60 metros está hecha del mismo caucho con el que se fabrican los botes en los que miles de personas arriesgan su vida para cruzar el mar Mediterráneo anualmente. Ai comenzó a desarrollar este proyecto desde que, en 2015, se interesó en esta problemática y visitó 23 países y 40 campos de refugiados. Junto con la obra también produjo un documental llamado Human Flow. “No hay una crisis de refugiados, solo una crisis humana... Al tratar con los refugiados hemos perdido nuestros valores básicos”, dijo el artista sobre su obra. “[Para mí] se ha convertido en una responsabilidad. No es misericordia o algún tipo de compasión, se ha convertido en, ‘¿realmente crees que eres una buena persona’? o ‘¿realmente no te importa en absoluto?’ Es un desafío. Como artista, no puedo evitar una conciencia, así que me hago la misma pregunta”, le contó a Wallpaper* en 2021 acerca de su pasión sobre el tema de los refugiados.

También se exhibieron algunos de sus trabajos previos como Laundromat, para el que recogió piezas de vestimenta del campo de refugiados Idomeni, al norte de Grecia, como una imagen del despojo y desplazamiento. Pero no era la única acompañando al bote de caucho, su obra de 2008 Snake Ceiling también estuvo presente en la galería de la República Checa haciendo eco de los cinco mil niños que murieron durante el terremoto de Sichuan.

Como estas, varias obras se hicieron antes y después, y llevaron a las audiencias a reflexionar sobre problemáticas mundiales. Sus mensajes le trajeron muchos problemas al artista chino con el gobierno de su país por las agudas críticas que hacía a través de su arte. Su historial con el gobierno había comenzado desde niño, cuando Mao Zedong aún estaba en el poder. Es hijo del poeta Ai Qing, considerado subversivo por el Estado.

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Cuando regresó a China en 1993, luego de haber vivido por 12 años en Estados Unidos, ayudó a establecer la comunidad artística conocida como el Beijing East Village. Fue durante los años 90 y la primera década el siglo XXI que creó varias de sus obras y documentales que marcaron su carrera artística, como Dropping a Han Dynasty Urn, un performance de 1995 en el que dejó caer una urna de la dinastía Han y del que hoy quedan tres fotogramas. Esta obra hacía alusión al patrimonio chino que Mao intentó destruir con la Revolución Cultural.

El patrimonio cultural de su país natal ha sido una de las grandes fuentes de inspiración para el artista, al igual que la forma en que se ha tratado la historia social y los eventos que han marcado la historia china. Uno de estos es el terremoto de Sichuan de 2008. Debido a las fallas estructurales en algunos de los colegios fallecieron miles de estudiantes y, como respuesta a la renuencia del gobierno a revelar los nombres de los estudiantes, Ai Weiwei lideró una investigación civil en la que reunió a voluntarios para compilar los nombres de las personas que perecieron en el desastre natural. “Para recordar a los difuntos, para mostrar preocupación por la vida, para asumir la responsabilidad y por la felicidad potencial de los sobrevivientes, estamos iniciando una ‘Investigación Ciudadana’. Buscaremos los nombres de cada niño fallecido y los recordaremos”, escribió en una entrada de blog el 20 de marzo de 2009. Logró encontrar más de 5.300 nombres al 14 de abril de 2009 y los publicó en una serie de artículos de su blog, que el gobierno luego eliminó y cerró.

Durante los siguientes dos años, Ai tuvo más encuentros de este tipo con las autoridades chinas. En 2010 se vio envuelto en dos controversias, la primera tuvo lugar en su estudio en Beijing, en el cual las autoridades habían escondido elementos de vigilancia como cámaras y micrófonos. En respuesta, Ai creó una escultura de mármol que parece una cámara de seguridad. La segunda controversia de ese año sucedió en Shanghái. En noviembre fue puesto en un arresto domiciliario que, de acuerdo con él, fue ordenado para evitar una celebración que iba a hacer marcando la inminente demolición forzada de su estudio en esta ciudad. Las autoridades argumentaron que el edificio había sido construido sin los permisos y requerimientos necesarios. Finalmente, el edificio fue demolido el 11 de enero de 2011, de manera sorpresiva.

Sin embargo, esta batalla apenas empezaba. A finales de 2010, junto con otros pensadores chinos, la salida del país le fue negada al artista y activista, y le retuvieron su pasaporte. Llegó el 3 de abril de 2011 con una orden de arresto bajo cargos que a los ojos externos parecían infundados, pero para las autoridades chinas se trataba de unos presuntos crímenes económicos. “Instalaron dos cámaras de vigilancia en la entrada de mi casa. ‘Chuzan’ todas mis llamadas telefónicas. Controlan cada uno de mis tuits. Mi cuenta de correo electrónico, mi cuenta bancaria y todas las personas con las que tengo contacto están siendo vigilados”, dijo Ai en una entrevista con ARD, previa a su detención.

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Su arresto se extendió por 81 días y desencadenó la campaña “Free Ai Weiwei”. Para muchos, él era intocable, pero para Nicholas Bequelin, investigador de Human Rights Watch, este era un mensaje contundente por parte del gobierno para decir que nadie estaba a salvo. “Al aumentar la presión sobre Ai Weiwei, incluida la detención, las autoridades pretenden intimidar y silenciar a muchas otras figuras liberales menos conocidas en China”, explicó Bequelin a DW en 2011.

El mundo se movió y pronunció con respecto a la situación de Ai Weiwei. Entre museos y personalidades reunieron firmas e hicieron campañas de arte pidiendo por su liberación. Finalmente, el 22 de junio de 2011 fue liberado bajo fianza. “El departamento de Policía de Beijing dijo, el miércoles, que Ai Weiwei fue puesto en libertad bajo fianza debido a su buena actitud al confesar sus crímenes, así como a una enfermedad crónica que padece”, informó la agencia estatal Xinhua News. Los cargos imputados incluían una presunta evasión de impuestos desde su compañía, Beijing Fake Cultural Development Ltd. “Su detención fue política y su liberación es política. Creo que Beijing se dio cuenta de lo dañino que era tener detenido al artista más famoso de China”, dijo Bequelin, a The Guardian. Mientras que el profesor de la Universidad China de Ciencia Política y Derecho, Wang Yujin, declaró para Yahoo! News que la liberación de Ai bajo fianza probaba que el gobierno no tenía evidencias sólidas sobre los crímenes del artista.

La fianza de Ai finalmente fue retirada el 21 de junio de 2012, pero antes de esto fue sujeto de otra investigación por arte desnudo, que para las autoridades era pornográfico. Debido a esto le impidieron salir del país hasta 2015. A pesar de todo lo que vivió durante sus 81 días en prisión y consecuente vigilancia, el artista tiene una visón inesperada sobre su experiencia. “Al comienzo de mi detención, estaba muy orgulloso de mí mismo. Coincidí con la experiencia de mi padre hace 80 años, cuando fue encarcelado por el Partido Nacionalista (Kuomintang) por subversión política. Me dijeron que mi crimen era la subversión contra el Estado”, comentó Ai para The Guardian. “Me convertí en el máximo enemigo del poder establecido, pero aún sin delito”.

Le prohibieron salir de Beijing sin permiso y su hermana, Gao Te, contó a The Washington Post el tipo de trato al que lo sometieron. Afirmó que era una forma de tortura psicológica ya que “mantenían las luces encendidas las 24 horas, todos los días. No tenía nada más excepto una cama y dos guardias que lo observaban todo el tiempo, incluso cuando se duchaba. Si te acuestas y te vas a dormir, simplemente se paran al lado de la cama y te miran sin pestañear. Cuando dio un paseo por la habitación, también lo siguieron. Estas medidas fueron diseñadas para destruir la mente de las personas”.

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A partir de su experiencia creó su obra S.A.C.R.E.D., expuesta en 2012, en la que creó seis dioramas para mostrar las condiciones de su detención, en la que el público podía ver de cerca cómo era su celda y las situaciones que vivió. Hoy en día vive en Portugal con su familia, luego de haber vivido en Alemania y el Reino Unido. “Soy una especie de refugiado político. Una vez que has dejado tu hogar, o estás en casa o eres un extranjero fuera de tu hogar”, dijo para Wallpaper* en una entrevista en 2021 sobre su mudanza a Portugal. Durante la pandemia Ai Weiwei dirigió y produjo, a la distancia, un documental sobre los acontecimientos en Wuhan durante la pandemia de covid-19 titulado Coronation, y en la misma entrevista con Wallpaper* afirmó que su proyecto más desafiante fue el libro que se publicó en noviembre del año pasado, 1.000 años de alegrías y penas, una autobiografía que escribió pensando en su hijo, que tenía dos años en el momento de su arresto.

“Un artista también debe ser un activista, estética, moral o filosóficamente. Eso no significa que tengan que manifestarse en las protestas callejeras, sino que deben tratar estos temas a través del llamado lenguaje artístico. Sin ese tipo de conciencia, estar ciego a la lucha humana, uno ni siquiera puede ser llamado artista”, le dijo a The Guardian en 2020. “El arte ayuda a la conciencia humana; el arte se trata de las emociones, ideas o conceptos de los individuos relacionados con una definición cultural más amplia de quiénes somos. Y el arte puede romper fronteras: no hay ‘refugiados’ u otros nombres, ni siquiera ‘terroristas’; todos somos humanos”.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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