Sobre “Alis”, la película: “El primer paso para cambiar algo, es imaginárselo”
Los directores de cine Clare Weiskopf y Nicolas van Hemelryck le propusieron a un grupo de mujeres habitantes de un centro de acogida para adolescentes, que se inventaran una compañera y hablaran de ella. El resultado les reveló que, entre otras cosas, la imaginación es un recurso que habla más de un ser humano que su propia biografía.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Los sueños no saben de imposibles (¿o no se saben imposibles?). Los sueños no saben, claro. Los sueños son. Los sueños nacen. Los sueños brotan. Son anhelos que se plantan con unas raíces que crecen tan rápido, que no alcanzan a escuchar los posibles límites que habría para alcanzarlos. Son tallos gruesos que se aferran a la que podría ser la parte más libre o joven o vital del cerebro. Allí todo es posible.
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Los sueños no saben de imposibles (¿o no se saben imposibles?). Los sueños no saben, claro. Los sueños son. Los sueños nacen. Los sueños brotan. Son anhelos que se plantan con unas raíces que crecen tan rápido, que no alcanzan a escuchar los posibles límites que habría para alcanzarlos. Son tallos gruesos que se aferran a la que podría ser la parte más libre o joven o vital del cerebro. Allí todo es posible.
Así se ve el futuro del grupo de mujeres que jugaron a imaginarse a Alis: posible. Hay horizonte cuando hablan. Para la dinámica de la película, nadie les pide que sean lógicas o realistas o que estén informadas o que evalúen la viabilidad de sus sueños, ni mucho menos que demuestren que serán capaces de alcanzarlos.
En un centro de acogida para adolescentes en Colombia, Clare Weiskopf y Nicolas van Hemelryck, directores de películas como Amazona, piden a un grupo de mujeres jóvenes que cierren los ojos e imaginen la historia de una compañera de clase ficticia llamada Alis, que se convierte en su lienzo en blanco y en una proyección de sus experiencias y vivencias del pasado. La ficción inicial de estas jóvenes comienza a tejerse con la realidad.
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En la película hay algunas tomas de los espacios que rodean aquel internado. También de su interior. Dan la sensación de que ese lugar está muy lejano del movimiento, de los sucesos que cambian cosas. De que lo sobrevuelan aviones cargados de personas que tienen algún destino. De que lo rodean algunos otros que pasan en carros con algún proyecto, con alguna ilusión. Este sitio se ve estático, como si allí no pasara nada más que la nada, y las personas que lo habitaran se estuvieran perdiendo de algo. Después, comienzan a salir los testimonios de una, dos, tres mujeres hablando de sus sueños. Se la pasan volando sin aviones y recorriendo carreteras sin carros. Los sueños, de nuevo, dependen de su imaginación.
“El primer paso para cambiar algo, es imaginárselo. Creemos que nada dice más de ti, que la imaginación, porque nadie imagina como tú ni lo mismo que tú. Nadie. Fueron ellas las que nos enseñaron que nuestra imaginación puede hablar mucho más de nosotros que nuestras biografías. Es algo tan auténtico, que no importa si lo que imagino proviene de la realidad o no. Ese fue un camino que usamos en la película para conocerlas, no a partir de lo que han vivido, sino de lo que ellas quisieron crear en sus mentes”, dijeron Weiskopf y Van Hemelryc sobre este concepto. Por su parte, ellos imaginaron esta película como una oportunidad para que las personas reconocieran el valor, la sensibilidad y la fuerza de estas jóvenes. Como una apuesta por superar prejuicios y ver, más allá del estigma, la posibilidad de transformación y crecimiento personal. Finalmente, esta película habla de la importancia de la perseverancia y la confianza en uno mismo para crear una nueva realidad.
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En una entrevista que los directores dieron para El Espectador, respondieron sobre el desmonte de prejuicios, que es uno de sus principales objetivos a la hora de exhibir “Alis”:
Ustedes dicen que, aunque no tienen la respuesta, quieren proponer un enfoque para desafiar los prejuicios, pero ¿cuáles fueron los que se les desmontaron a ustedes al conocer estas mujeres y hacer esta película?
Clare Weiskopf y Nicolas van Hemelryck: entendimos que es una población que tratamos de evitar. Nos sentimos culpables o nos da vergüenza y miramos a otro lado para no sentir eso. Cuando las conocimos, esa mirada cambió. Entendimos que la mayoría de historias son contadas desde ese prejuicio sin tomarse el tiempo de conocer a las personas. Las jóvenes miran a la cámara cuando hablan, es decir, no hay escapatoria para reconocer sus realidades, pero también lo increíbles que son.
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Para estos directores, que con esta película ya han recibido premios como el Oso de Cristal y el Teddy Award en la Berlinale, el cine también es responsable de los prejuicios con los que lidiamos. Creen que uno de los valores de este filme es alejar del “molde de niño abandonado” a estas mujeres que, a partir de la imaginación, demostraron su singularidad.
Al comienzo del filme, se va desarrollando una dinámica, y es la del invento, la de la exploración con el deseo, pero también con el recuerdo. A medida que van hablando, los límites entre sus vidas reales y la ficción, se difuminan. “Para mí fue muy duro. Perdón, perdón, para Alis fue muy duro”, dice una de ellas, que se ríe y se avergüenza por el despiste, pero, sobre todo, por la revelación. Pero es una vergüenza sin dolor. Es, mejor dicho, un gesto de travesura: finalmente, hablar de sí mismas la ayuda a comprender lo que aún la aqueja de su pasado y lo que anhela de su futuro, que se resiste a asumir como una condena.