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En este momento se encuentra participando en una residencia editorial. ¿Podría contarnos en qué consiste?
Es una residencia editorial organizada por Comfama aquí en Medellín. Estamos con un grupo de alrededor de 25 editoriales y varios editores internacionales invitados: uno de México, otro de Perú, otro de Chile y uno de Colombia. La conversación se central en la distribución de libros en nuestra región.
¿Y cómo ven el panorama?
El panorama de la distribución, en particular, es complicado. Además de ser librero, soy editor, y uno de los mayores retos es precisamente la distribución. Los problemas logísticos son muy complejos: es difícil asegurarse de que los libros lleguen y estén disponibles en todas las librerías. Es un tema difícil que requiere trabajo conjunto. Una posible solución sería unirse como editores y crear una distribuidora conjunta. Esta colaboración permitiría compartir recursos y hacer más eficiente el proceso de distribución. De hecho, es algo que hemos estado considerando con algunos colegas y ojalá podamos concretarlo a partir de esta residencia en la que estamos participando ahora mismo.
¿Qué lo llevó a ser librero?
Casi todas las personas que llegan a trabajar en librerías o que terminan siendo libreros lo hacen por casualidad, como fue mi caso. Yo trabajaba en una oficina y un día conseguí trabajo en una librería como auxiliar. Siendo lector, me enamoré del oficio y me quedé. Es casualidad porque no existe un pregrado para ser librero. No hay muchas escuelas que enseñen este oficio, como sí las hay para ser electricista o herrero. Entonces, suele empezar por casualidad y, luego, por el amor a los libros. La mayoría de los libreros que conozco empezaron así: profesionales de filosofía, de estudios literarios u otras áreas que encontraron trabajo en una librería, se quedaron y se enamoraron del oficio desde adentro. Es un camino que casi siempre comienza de manera inesperada.
¿Y cómo terminó en este camino?
Comencé a trabajar en una librería en el año 2000, en Caracas, Venezuela. Era una librería que formaba parte de un grupo editorial, liderada por Leonardo Milla, una persona con mucha trayectoria en este ámbito. Eso me sirvió para investigar y querer aprender más del oficio. En esa búsqueda de conocimientos, empecé a explorar qué cursos existían y qué posibilidades había de reunirme con otros libreros de la región para aprender de ellos. Llegué a un curso que organizaba el CERLALC, el Centro Regional del Libro para América Latina y el Caribe, con sede en Colombia. Este centro organizó durante mucho tiempo un curso para libreros, y en 2004 llegué a Bolivia becado para participar en uno de ellos. Más adelante, en 2006 o 2007, asistí al primer Congreso Iberoamericano de Libreros. Después, participaron en la segunda edición en Buenos Aires y la tercera nuevamente en Bogotá. Mi camino de aprendizaje ha sido así: visitando ferias internacionales y locales, buscando encuentros con libreros, conversando con ellos y asistiendo a estos eventos para seguir aprendiendo.
¿Qué características tiene el trabajo de un librero y qué le puede ofrecer a alguien que acude a su tienda?
El principal trabajo de un librero es elegir un porcentaje de libros de entre miles que se publican. Así, en el espacio donde trabaja, hay una curaduría muy bien hecha. Yo paso horas eligiendo de listados con miles de títulos para que en mi librería haya una selección bien cuidada, de modo que la persona que llegue tenga un primer filtro de los libros que puede leer. Ese es el trabajo principal, lo que se ve y lo que más aprecia la gente. Lo segundo, que también es muy importante, es la conversación. El librero te recibe, te hace preguntas para que, como lector, te lleves a tu casa un libro interesante.
¿Cuáles han sido las principales dificultades de su trabajo?
Una de las dificultades más grandes es precisamente el tema de la formación, que es muy escasa para el oficio. Hay que estar buscando en distintos países para poder formarse. Otra dificultad es la precarización del oficio en ciertos lugares, donde pagan muy poco o hacen trabajar mucho a los libreros con horarios muy extendidos. Eso hace que no haya quien se quede trabajando durante mucho tiempo. Con horarios largos y sueldos bajos, el oficio de los libreros va muriendo y buscan otras cosas que hacer. Creo que eso también es importante mencionarlo.
Y cuál es la cara opuesta, los aspectos más positivos de su trabajo...
Definitivamente, la conversación y formar lectores. En mi camino de 24 años como librero, he formado lectores desde la infancia. Es algo muy gratificante. La conversación también. Esa persona que viene a tu librería constantemente a decirte lo que le pareció el libro que le recomendaste o simplemente a contarte algo de su día a día. Creo que la conversación es lo que deja la librería. Y, finalmente, tú como librero siempre estás atendiendo a gente distinta. No es lo mismo una persona que va a comprar un par de tenis a la que va a comprar un libro.
Me llama mucho la atención el tour de librerías. ¿Podría contarnos un poco más sobre esta iniciativa?
El tour de librerías es algo que hace tres años ideé con la intención de hacer un mapa de librerías de Medellín. Me di cuenta de que no había información clara en las páginas de turismo sobre las librerías de la ciudad, así que me di a la tarea de levantar esa información para crear un mapa. Y quise acompañarlo con un recorrido, porque había identificado distintas rutas de librerías en la ciudad. Entonces, en enero de 2022, empezamos a llevar a las personas a las librerías a través de este tour. Hasta el momento, han venido más de 1200 personas a caminar las librerías, no solo de Medellín, sino también de Bogotá y de algunas regiones del Oriente Antioqueño.
Usted tiene su propia librería de nombre Ítaca...
Sí, Ítaca es mi librería. Es mi proyecto, que ya tiene un par de años. Tiene sede física, pero también funciona un poco como librería itinerante. Nos enfocamos sobre todo en literatura latinoamericana. Nos interesa mucho la edición independiente, por eso en nuestras estanterías encontrarán editoriales de Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú, México, Venezuela, y algunas editoriales con pocos títulos, pero muy bien cuidados. Tenemos unas 1,200 obras elegidas y cuidadas por mí. Además, es una librería que promueve otras librerías con los recorridos. Está dentro de un espacio llamado Tinto Verano, una casa cultural en el barrio Laureles en Medellín.
¿Y a usted qué le gusta leer?
Leo mucha literatura latinoamericana, pero ahora mismo estoy concentrado en la poesía. Me gusta mucho, creo que es un género increíble. También leo mucho ensayo. Un poema me dura resonando varios días. Lo mismo el ensayo.
¿Y escribe?
Sí, Acabo de publicar mi primer libro, que se llama Voces de la librería. Es un libro donde recupero algunas entrevistas que he hecho con colegas, con libreras y libreros de Venezuela y Colombia, y algunos textos sobre mi camino como librero y con recomendaciones para ser librero.
¿Qué debe tener los ojos de un editor?
Cuando uno es editor tiene que pensar en el libro que tendría en su biblioteca, lo que compraría. Esa es una de las cosas que siempre pensamos como editores: “Este libro me lo compraría”. También buscamos autores conocidos que apoyen a autores jóvenes. De esta manera, escritores como Juan Villoro o Andrés Neuman pueden empujar a personas como Daniele Navarro o Sebastián Gaviria, que están publicando su primer libro. Buscamos un balance entre lo conocido y lo inédito.
¿Qué consejos le daría a un nuevo escritor, a alguien que está buscando una oportunidad para ser leído?
Yo creo que los concursos de literatura son claves para los autores. Que miren qué concursos se están dando en su región, en el país, en la ciudad donde están. Qué estímulos hay para los autores. Ahora hay muchos estímulos, no solo desde el Ministerio de Cultura, sino también desde muchas de las alcaldías del país. Eso no solo los pone a prueba con otros escritores, sino que también pone a prueba sus libros con jurados que luego dan un veredicto sobre lo que leyeron. Y eso ayuda mucho a saber en qué están fallando o si lo está haciendo bien.