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“Muchos años después, frente [a su manuscrito, Gabo] habría de recordar” este pasaje y decide finalizar “En agosto nos vemos” con esa misma imagen cuando la protagonista, Ana Magdalena Bach, llega a su casa arrastrando una bolsa con los huesos de su madre, pero esta vez no venían acompañados por la peste del olvido pues esta ya se había instalado en la mente del escritor.
Desde el punto de vista literario, me parece una obra menor. Muchos de los personajes están apenas dibujados, los diálogos son bastante flojos y en ciertos casos cargados de una cursilería que me hacían sonrojar, de pena ajena. Para ser una novela, a esta suite de relatos, les falta mucha “carne”. Le sobran ganas, pero le falta la arquitectura necesaria para llamarse novela. Se queda en una narración bien hilvanada y terminada, pero un tanto vacía. Pudo ser una gran novela, si hubiese seguido el curso y el tono del primer capítulo que Gabo escribió a finales de los años noventa, cuando aún no lo había visitado la peste del olvido.
Es el libro que escribe un gigante de la literatura casi vencido por su penosa enfermedad, que lo fue disminuyendo hasta un punto en el que no logró seguir escribiendo como siempre. Él mismo, en uno de sus momentos de lucidez, vio que la obra no era publicable y sin embargo, creo que es ahí donde radica gran parte del valor del libro, nos acerca a la dimensión humana del García Márquez, anciano y enfermo, que quiere a toda costa hacer su último esfuerzo.
Esta lectura fue para mí una tormenta interior, ya que cuidé y viví con mi abuela materna y con mi madre, quienes murieron con Alzheimer y por eso conozco la enfermedad de primera mano. He leído y me he documentado bien sobre ella, tratando de entender el proceso que se da en el cerebro y en el comportamiento humano a medida que evoluciona. Como dice Dasha Kiper en su libro Viaje a tierras inimaginables, “Cuando pensamos en el Alzhéimer solemos imaginar que es una enfermedad que borra literalmente el yo. Pero lo que ocurre en la mayoría de los casos es que ese yo se fragmenta en diferentes yoes, algunos de los cuales reconocemos y otros no. Al igual que ocurre con la memoria, el yo no es —en palabras de la filósofa Patricia Churchland— «una cuestión de todo o nada».” Mientras leía sentía ese esfuerzo descomunal de Gabo por seguir siendo él y por escribir como lo había hecho siempre, sin conseguirlo del todo.
Sin embargo, esa tormenta, como todas las tormentas, estaba llena de relámpagos de luz, destellos de sus frases siempre iluminadas, sentenciosas y lapidarias, aunque casi ahogadas “En la laguna más profunda”, como tituló el escritor Óscar Collazos su novela sobre el Alzheimer.
Qué tal si dejamos atrás el duro análisis literario y leemos En agosto nos vemos desde la solidaridad, entendiendo que fue escrito por un hombre con un cerebro enmarañado, lleno de olvidos y confundido. Quizás así podamos ver que la obra es un portento. Hizo todo lo posible por terminarla y lo logró, simplemente se debe entender que no lo pudo hacer mejor. Disfrutémosla como el último esfuerzo de un gigante por mantenerse vivo, activo y productivo literariamente. Tal vez así, seamos menos implacables.
A pesar de todo, su lectura vale la pena y a mí además me ha estimulado el deseo de volver a sus grandes obras, para releer a ese gran maestro de todos los tiempos, que me ha dado tantos momentos de felicidad, aunque debo confesar que terminé el libro con una tristeza profunda instalada en el alma.
Por párrafos como estos, vale la pena dedicarle un tiempo a leer En agosto nos vemos:
“El silencio que quedó después del grito permaneció vitrificado por varios días en el aire de la casa. Ana Magdalena lloró sin consuelo encerrada en el cuarto, más por vergüenza de sus ímpetus que por rencor contra la hija. El marido se comportó como si no existiera mientras la esposa lloraba, pues entonces sabía que los motivos de sus lágrimas solo estaban dentro de ella, aunque ignoraba cuáles.”
“Entonces se acomodó en la cama, sin cambiarse de ropa ni apagar la luz, y volvió a dormirse llorando de rabia contra ella misma por la desgracia de ser mujer en un mundo de hombres.”
«A las seis, cuando el marido la vio entrar en la casa arrastrando sin misterios el saco de huesos, no pudo resistir su sorpresa. “Es lo que queda de mi madre”, le dijo ella, y se anticipó a su espanto.»
Gracias a sus hijos Rodrigo y Gonzalo, quienes manifestaron que finalmente tomaron la decisión de publicarla pensando en todos nosotros, sus lectores. Imagino que no debió de ser una decisión fácil. Aunque nada de lo que se diga o haga con la obra de Gabo demeritará su grandeza. Se los dice esta gabólatra irredenta.
***
NOTA. La enfermedad de Alzheimer ha sido denominada la epidemia, o el mal del siglo XXI. Nos dice Dasha Kiper en su libro Viaje a tierras inimaginables: «Más de cincuenta y cinco millones de personas en todo el mundo viven con una demencia, y se espera que para 2050 la cifra casi se triplique. La enfermedad de alzhéimer es el tipo de demencia más común, y en Estados Unidos, por ejemplo, alrededor de 6,5 millones de personas presentan síntomas que van desde un deterioro cognitivo leve hasta un alzhéimer severo.»
*Iliana Restrepo Hernández: Profesional, Summa Cum laude, en estudios literarios de la UNAB. Magíster en escritura creativa, de la Universidad de Salamanca, España.