Sobre Javier Ortiz Cassiani, sus subjetividades y la historia
Bailar con las trompetas del apocalipsis fue presentado el pasado 29 de noviembre en Casa Kitambo. Sobre el evento y este libro de Javier Ortíz Cassiani, columnista de este diario: “Los autores deben acercarse más a los fenómenos de los que se ocupan”.
Laura Camila Arévalo Domínguez
En “Las vísceras de la nación”, el primer texto de Bailar con las trompetas del apocalipsis, se evidencian los tratamientos que se le dieron a los cuerpos de personajes como Simón Bolívar, además de que contiene una suerte de demostración desoladora: ni en la muerte alcanzamos la igualdad. Ortiz Cassiani dice que la memoria tiene carne, tiene alma, y que no tiene pretensiones científicas. Lo ejemplifica en el texto “Con amigos se administra el hambre”, de la sección Claroscuros, con la anécdota del fotógrafo Nereo López, que habló sobre las carcajadas que soltó las veces en las que escuchó decir que La Cueva fue centro de intelectuales. Que él solo recordaba una reunión de borrachos. En “El presente es un virus y el futuro promete poco”, el historiador describió una crisis de futuro por este presente en el que ya no siente ilusión, sino preocupación por lo que viene.
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En “Las vísceras de la nación”, el primer texto de Bailar con las trompetas del apocalipsis, se evidencian los tratamientos que se le dieron a los cuerpos de personajes como Simón Bolívar, además de que contiene una suerte de demostración desoladora: ni en la muerte alcanzamos la igualdad. Ortiz Cassiani dice que la memoria tiene carne, tiene alma, y que no tiene pretensiones científicas. Lo ejemplifica en el texto “Con amigos se administra el hambre”, de la sección Claroscuros, con la anécdota del fotógrafo Nereo López, que habló sobre las carcajadas que soltó las veces en las que escuchó decir que La Cueva fue centro de intelectuales. Que él solo recordaba una reunión de borrachos. En “El presente es un virus y el futuro promete poco”, el historiador describió una crisis de futuro por este presente en el que ya no siente ilusión, sino preocupación por lo que viene.
Javier Ortiz Cassiani, quien es historiador y escritor. Hace algunos años, participó en un documental La forma del presente, del director de cine antioqueño Manuel Correa, en el que dijo que “además de la información y de saber el hecho fáctico, nos debería interesar la manera de producir el conocimiento. Que la narración del pasado tenía unas maneras de construirse y que había que preguntarse cuáles eran los intereses o por qué se privilegiaba una información sobre otra”.
En este libro, Ortiz Cassiani fue coherente con aquel pensamiento: se preocupó por la organización de sus documentos y se preguntó qué le servía y para qué le servía. Pensó en su método de organización y agrupó una serie de textos. Un compilado de subjetividades acerca de algunas historias. Una enumeración de hechos que eligió y que, además, estuvieron rodeados de paradojas. Sus palabras, además, hablaron sobre el humor y la diversión como un elemento más para realizar el trabajo: para él fue importante divertirse. Narraciones sobre su decisión de bajarse de un pedestal en el que a veces nos ubicamos los narradores para contar el hecho sin comprender su alma.
“Yo soy un hombre afro del Caribe y me gusta esa estética. No puedo mostrar mis principios éticos sin la estética, que es muy caribeña y que, incluso, denunciando barbaridades, no puede renunciar al gozo del humor”, dijo Cassiani sobre el hilo conductor de esta publicación, que tiene cuatro secciones llamadas “Historia a ras de suelo”, “Claroscuros”, “Días apestados” y “Aires de familia”.
Para Ortiz, el pasado no existe tal como fue, el pasado ya ocurrió, pero solo podemos acercarnos a él a través de los que lo narraron, así que nos acercamos a testimonios. “A veces a los historiadores se nos olvida eso y creemos que estamos narrando la verdadera historia, cuando realmente tenemos lo que contaron aquellos que sobrevivieron a eso que ocurrió”, agregó, además de decir que le llaman la atención sobre los anacronismos de la historia: la esclavización es una injusticia, pero cuando se investiga aquello no se le puede pedir al pasado un comportamiento ético como el de la actualidad. “No puedo escribir una biografía de San Pedro Claver, juzgándolo por no defender los derechos humanos cuando estos ni siquiera se habían inventado” Las cosas se inventan cuando se inventan.
“Quiero que con este libro, los lectores perciban que intento narrar hechos con el rigor que exige la disciplina histórica, pero sin renunciar a la cercanía con los personajes que protagonizan estos relatos”, dice en la entrada de este libro, que también habla de un hombre que “ya tiene la edad de la desesperanza”, pero tuvo la fortuna de “tener la felicidad a pie”, cuando tuvo 17 años y podía llegar a la biblioteca, a donde sus amigos y a los lugares que más disfrutaba caminando. Ahora, que “hay un afán de presente”, de vivirlo de alguna manera, Los textos de Ortis Cassiani proponen una horizontalidad para fijarse en hechos que no son tan distantes de la vida cotidiana de quienes los sobrevivieron o supieron de ellos por las narraciones orales o escritas de quienes quisieron interpretarlos.