Sobre la debatida y resistida novela “En agosto nos vemos” (Opinión)
La esperada obra inédita del escritor colombiano llegó a las librerías el 6 de marzo, mismo día en que el autor de “Cien años de soledad” habría cumplido 97 años.
Santiago Díaz Benavides- santiagodiazbenavides@gmail.com
Contrario a lo que la mayoría de los lectores indignados están pensando, la novela póstuma de Gabriel García Márquez conserva la magia de sus mejores libros desde la primera página. Una vez abierta la discutida novela es imposible dejar de leerla. El embrujo se mantiene como antaño y una vez más, la última, tenemos la fortuna y el soberano privilegio de acudir de nuevo a una obra de ficción del escritor más grande de la literatura colombiana en toda su historia.
Le sugerimos leer: “En agosto nos vemos”: el debate y la esperanza de su publicación
Publicada veinte años después de su última obra, y tras una serie de incertidumbres, “En agosto nos vemos” llega a los lectores en Colombia de la mano del grupo editorial Penguin Random House, bajo el cuidado de Cristóbal Pera, editor de García Márquez en su libro de memorias, “Vivir para contarla”, y conocedor del proceso de escritura detrás de la novela en cuestión, mientras el autor aún estaba vivo; legada a nosotros, los apasionados seguidores de su obra, gracias al atrevimiento de sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha, quienes no soportaron la idea de mantener fuera del alcance de la gente esta joya guardada que había dejado su padre.
La discusión en torno a su salida es clara. Gabo no quería que se publicara, pero insisten sus hijos, y quienes compartieron con el autor en sus últimos días, que la novela ya estaba terminada, pero el estado de salud en que García Márquez se encontraba le impidió ver que, contrario a como él mismo sentenció (“Esta novela no sirve”), la obra gozaba de grandes facultades y no merecía mantenerse oculta.
Adentrarse en las páginas de “En agosto nos vemos” es como volver a encontrarse con el viejo amigo que hace mucho no veíamos, es sentarse a hablar de la vida y sus reveces sin más ánimos que los de conversar y sacarlo todo. Con un personaje alucinante y una trama que rescata muchos de los elementos que García Márquez exploró a lo largo de su obra, esta novela corta y seductora, nos entrega una versión sencilla del buen narrador que siempre supo ser el autor de “Cien años de soledad”.
La historia de Ana Magdalena Bach y sus viajes anuales a una lejana isla del caribe para visitar la tumba de su madre, de cómo en cada viaje encuentra siempre un amante distinto y se le convierte esta actividad en costumbre casi sacra de cada agosto, se nos entrega a los lectores y lectoras en edición de tapa dura, sobrecubierta incluida y con ilustración de David de las Heras. Son tres las páginas que componen el prólogo de la obra, escrito por los hijos del autor, y otras doce al final, con la nota del editor Cristóbal Pera, que nos narra la aventura a bordo de este libro desde la perspectiva de quien pule y termina de dar forma. A la mitad, la novela, y al final, un detalle coqueto extraído de los archivos del Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en El Paso, con anotaciones del puño y letra de Gabo. Un total de no más de 150 páginas que se leen de una sentada.
Le sugerimos leer: El rinoceronte de Durero y el poder de la imprenta (El teatro de la historia)
Lejos de ser una de sus mejores obras, y evitando por completo el purismo es que digo esto, “En agosto nos vemos” rescata el humor y el desparpajo, la ternura y el lenguaje del mejor García Márquez, permitiéndonos ver cómo incluso al final de su vida, con sus facultades mentales al borde del colapso y su energía vital en desgaste continuo, logró conservar su genialidad de escritor de multitudes. Y es que, hay que decirlo, incluso el Gabo menos atinado es muy superior a muchos de los escritores y escritoras que hoy publican a diestra y siniestra, madurados a punta de periódico, como reza una de las líneas de aquella brillante novela que escribió Hugo Chaparro Valderrama hace unos años sobre este asunto de los libros póstumos y tituló brillantemente como “Los elogios de la tribu”.
De seguir con vida hoy, a sus 97 años, y con sus facultades enteras, probablemente García Márquez, consciente de la cercanía de la mala hora, no se habría opuesto a la decisión de sus hijos, pues él mejor que nadie entendía que la única forma de hacerle frente a la muerte era escribiendo. Ante eso, ningún pesimista o puritano se habría negado a dejar que esta obra viera la luz como lo ha hecho, con filas de gente en las librerías queriendo comprarla, y todo el mundo trayendo a cuento en las redes el nombre del más popular de los escritores latinoamericanos.
Contrario a lo que la mayoría de los lectores indignados están pensando, la novela póstuma de Gabriel García Márquez conserva la magia de sus mejores libros desde la primera página. Una vez abierta la discutida novela es imposible dejar de leerla. El embrujo se mantiene como antaño y una vez más, la última, tenemos la fortuna y el soberano privilegio de acudir de nuevo a una obra de ficción del escritor más grande de la literatura colombiana en toda su historia.
Le sugerimos leer: “En agosto nos vemos”: el debate y la esperanza de su publicación
Publicada veinte años después de su última obra, y tras una serie de incertidumbres, “En agosto nos vemos” llega a los lectores en Colombia de la mano del grupo editorial Penguin Random House, bajo el cuidado de Cristóbal Pera, editor de García Márquez en su libro de memorias, “Vivir para contarla”, y conocedor del proceso de escritura detrás de la novela en cuestión, mientras el autor aún estaba vivo; legada a nosotros, los apasionados seguidores de su obra, gracias al atrevimiento de sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha, quienes no soportaron la idea de mantener fuera del alcance de la gente esta joya guardada que había dejado su padre.
La discusión en torno a su salida es clara. Gabo no quería que se publicara, pero insisten sus hijos, y quienes compartieron con el autor en sus últimos días, que la novela ya estaba terminada, pero el estado de salud en que García Márquez se encontraba le impidió ver que, contrario a como él mismo sentenció (“Esta novela no sirve”), la obra gozaba de grandes facultades y no merecía mantenerse oculta.
Adentrarse en las páginas de “En agosto nos vemos” es como volver a encontrarse con el viejo amigo que hace mucho no veíamos, es sentarse a hablar de la vida y sus reveces sin más ánimos que los de conversar y sacarlo todo. Con un personaje alucinante y una trama que rescata muchos de los elementos que García Márquez exploró a lo largo de su obra, esta novela corta y seductora, nos entrega una versión sencilla del buen narrador que siempre supo ser el autor de “Cien años de soledad”.
La historia de Ana Magdalena Bach y sus viajes anuales a una lejana isla del caribe para visitar la tumba de su madre, de cómo en cada viaje encuentra siempre un amante distinto y se le convierte esta actividad en costumbre casi sacra de cada agosto, se nos entrega a los lectores y lectoras en edición de tapa dura, sobrecubierta incluida y con ilustración de David de las Heras. Son tres las páginas que componen el prólogo de la obra, escrito por los hijos del autor, y otras doce al final, con la nota del editor Cristóbal Pera, que nos narra la aventura a bordo de este libro desde la perspectiva de quien pule y termina de dar forma. A la mitad, la novela, y al final, un detalle coqueto extraído de los archivos del Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en El Paso, con anotaciones del puño y letra de Gabo. Un total de no más de 150 páginas que se leen de una sentada.
Le sugerimos leer: El rinoceronte de Durero y el poder de la imprenta (El teatro de la historia)
Lejos de ser una de sus mejores obras, y evitando por completo el purismo es que digo esto, “En agosto nos vemos” rescata el humor y el desparpajo, la ternura y el lenguaje del mejor García Márquez, permitiéndonos ver cómo incluso al final de su vida, con sus facultades mentales al borde del colapso y su energía vital en desgaste continuo, logró conservar su genialidad de escritor de multitudes. Y es que, hay que decirlo, incluso el Gabo menos atinado es muy superior a muchos de los escritores y escritoras que hoy publican a diestra y siniestra, madurados a punta de periódico, como reza una de las líneas de aquella brillante novela que escribió Hugo Chaparro Valderrama hace unos años sobre este asunto de los libros póstumos y tituló brillantemente como “Los elogios de la tribu”.
De seguir con vida hoy, a sus 97 años, y con sus facultades enteras, probablemente García Márquez, consciente de la cercanía de la mala hora, no se habría opuesto a la decisión de sus hijos, pues él mejor que nadie entendía que la única forma de hacerle frente a la muerte era escribiendo. Ante eso, ningún pesimista o puritano se habría negado a dejar que esta obra viera la luz como lo ha hecho, con filas de gente en las librerías queriendo comprarla, y todo el mundo trayendo a cuento en las redes el nombre del más popular de los escritores latinoamericanos.