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Ella era muy joven por aquellos días. Después de padecer consultas con ginecólogos negligentes y desagradables, llegó al consultorio de uno que la trató con suma delicadeza. La música clásica de fondo y la infusión de frutas que él le ofreció le sirvieron para relajarse. Le pareció guapo y le encantó todavía más cuando, al terminar el examen, le dijo que tenía una anatomía bellísima. Años después, ese hombre se convirtió en su esposo, uno que se creía artista, que trató de imponerle su forma de vida, y que subestimó sus capacidades y sueños.
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De esto va «Néctar», uno de los once relatos que componen «Mi marido», obra de la escritora macedonia Rumena Bužarovska, traducida al español por Krasimir Tasev para la editorial Impedimenta. La autora también se desempeña como docente, traductora, activista y editora, y sus libros han sido publicados en múltiples idiomas.
La idea para estos cuentos, en donde la cotidianidad deja ver su lado más macabro, surgió para Bužarovska en dos momentos: el primero, cuando la gente empezó a entrometerse en su vida, preguntándole constantemente por cuándo iba a casarse o cuándo pensaba tener hijos; y el segundo, cuando asistió a un festival literario y tomó la decisión de satirizar todo lo que ocurrió allí desde la perspectiva de una mujer. Esta historia, en la que una esposa cuenta lo cansada que está de su marido y de sus ínfulas de poeta, es la que abre la antología, marcando de manera inteligente y magistral un camino por el humor negro y el drama.
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Aunque las diferentes experiencias que se narran están inspiradas en hechos que ocurrieron en Macedonia, es fácil identificarlas en cualquier rincón del planeta, en una sociedad en la que el patriarcado ha construido una cárcel de juicios, invisibilización, conceptos y limitantes. Es así como estos relatos se convierten en una forma de empatizar con realidades por las que incluso podrían estar atravesando familiares y amigas sin que seamos conscientes de ello.
Si bien a las protagonistas no se les da un nombre, sí se les entrega un altavoz para que nos revelen lo que les pasa, las maneras en que se sienten derrotadas y en que han empezado a odiar sus vidas (y a sus maridos). Dicen las cosas con cierto grado de libertad, como en un acto de desahogo y emancipación ante el silencio que guardan frente a algo que sienten más fuerte, frente a la dinámica que los roles de género les han impuesto.
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El título del libro nace de esa misma deshumanización de la que las mujeres son víctimas en diferentes entornos en el día a día, en los que es usual escuchar que se habla de ellas como si fueran propiedad de un él; como seres sin historia, propósitos y sentires. “Porque los hombres son el espíritu; y las mujeres, el cuerpo. Los hombres son creativos; y las mujeres, prácticas. Los hombres miran hacia arriba; las mujeres, hacia abajo. Las mujeres no pueden ser artistas, no es propio de su naturaleza”, se lee en uno de los relatos.
La autora acude al cuento como una forma de expresión más democrática, gracias a la que puede pararse en distintos escenarios para analizar y explorar una problemática común como el machismo. De manera acertada, combina la crudeza y la sátira para ofrecer una experiencia de lectura que inicia y termina por lo alto.
Van a recordar a estas mujeres. Se los aseguro.