Sobre “La leyenda de Mon Rivera y otros relatos”, libro de Jairo Grijalba Ruiz
Prólogo del libro del escritor payanés, editado por la Fundación Memoria Cultural. Para la construcción de la memoria histórica, la música salsa juega un factor fundamental.
Petrit Baquero * / Especial para El Espectador
Quienes nos hemos dedicado, con pasión, ilusión y sentimiento, a leer, investigar y, de vez en cuando, escribir y divulgar la música afrocaribeña, incluyendo (y, sobre todo) a la denominada —y poderosa— salsa (la que tanto nos gusta), nos hemos ido familiarizando poco a poco con los nombres de muchos de los que han estado antes que nosotros escribiendo, entrevistando, divulgando y, sobre todo, enseñando acerca de los tantos temas que nos mueven el corazón.
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Quienes nos hemos dedicado, con pasión, ilusión y sentimiento, a leer, investigar y, de vez en cuando, escribir y divulgar la música afrocaribeña, incluyendo (y, sobre todo) a la denominada —y poderosa— salsa (la que tanto nos gusta), nos hemos ido familiarizando poco a poco con los nombres de muchos de los que han estado antes que nosotros escribiendo, entrevistando, divulgando y, sobre todo, enseñando acerca de los tantos temas que nos mueven el corazón.
Total, ocurre que con estos apasionados de, como dicen en la calle, “la melodía” (y la armonía, el ritmo y, claro, la emoción), nos identificamos plenamente, al punto de verlos como amistades lejanas que siempre andan por ahí y que, de vez en cuando, nos sorprenden con un nuevo texto, algún dato desconocido y, sobre todo, un tema musical que nos pueda mostrar un mundo nuevo o uno que ya conocemos pero que nos trama mucho, como siempre pasa con la buena música (que es, obvia y subjetivamente, la que nos gusta). Decir esto, por supuesto, no es gratuito, pues los que venimos detrás vemos con admiración y regocijo a aquellos que llevan varios años investigando y compartiendo su saber al divulgar generosamente lo que saben.
Este es el caso del investigador payanés Jairo Grijalba Ruiz, a quien he leído desde hace muchos años en diferentes medios y solo he visto una vez en la vida (y no creo que él se acuerde de eso), pero a quien, sin duda, le conozco, al menos parcialmente, su pasión por la investigación sobre la música y la cultura popular. De esta manera, he seguido copiosamente muchos de sus juiciosos e inspirados textos que lo han llevado a involucrarse con la vida y obra de artistas, arreglistas, melómanos, ingenieros y empresarios del mundo de la música afrocaribeña, ayudando a consolidar una memoria y una historia que nos inspiran a continuar con esos mismos pasos, a nuestra manera, pero transitando por el camino ya abierto previamente.
De Grijalba admiro su osadía para buscar a los grandes artistas, no solo a los más famosos, sino a esos que, a pesar de su importancia, son semidesconocidos por el gran público, siempre tan pendiente de las tendencias masivas, pero no de las pequeñas y grandes joyas que se pueden encontrar si se escucha con atención. También reconozco del autor su buen juicio para recopilar datos, contrastarlos con diversas fuentes y ayudar a construir una historia que anda todavía dispersa y en espera de que nuevos investigadores hagan su aporte.
A la vez, reconozco de Grijalba la disciplina y ambición que ha tenido para plasmar su conocimiento en extensos libros, como la poderosa trilogía escrita sobre el gran músico cubano Arsenio Rodríguez publicada en 2015 (Libro 1: Arsenio Rodríguez, el profeta de la música afrocubana; Libro 2: El ciego maravilloso, y Libro 3: El corsario negro de la chambelona) y Si te contara. Cuatro reportajes con músicos cubanos, del 2022, además de su participación en libros de varios autores, lo cual lo consolida como una de las figuras relevantes de la investigación sobre la música del Caribe en América Latina. Pero, sobre todo, admiro a Grijalba por su disposición permanente para conversar, compartir su saber, disipar dudas y, por supuesto, botar corriente libremente sobre estos temas que nos apasionan e inspiran para muchas cosas. Esto es, para mí, lo más importante de todo.
Es que, como reza el viejo dicho y, por supuesto, la gran canción grabada por Willie y Rubén, todo es según el color del cristal con que se mira, y yo, que aún soy visto, por algunos, como uno de los nuevos investigadores sobre estas músicas (todo es relativo, por supuesto), tengo claro que conocer, compartir y aprender de maestros como Grijalba es un orgullo y, sobre todo, un impulso para seguir adelante con todo lo que venga. De hecho, Grijalba se encuentra en un lugar preponderante entre los investigadores de la música afrocaribe, como me gusta llamarle; “latina”, como le dicen en Estados Unidos, “antillana”, como la denominaban antes en el barrio; “afrocubana”, como la citaban en los viejos tiempos —la vieja guardia— en Nueva York, y “salsa”, como un género (que yo reivindico como tal) que, con profundas raíces y tradiciones, salió del ghetto en Nueva York hacia los barrios populares de América Latina y de ahí a los más grandes escenarios del mundo para convertirse en un fenómeno cultural, social y político bien poderoso, del que varias generaciones somos cultoras. (Recomendamos: Ensayo de Petrit Baquero sobre Rubén Blades y Willie Colón).
Ahora tengo el honor de hacer el prólogo de este libro, el cual recopila doce relatos, entre crónicas, entrevistas y reflexiones, sobre relevantes artistas de la música del Caribe de diferentes épocas y ubicados en distintos lugares del mundo. Esto lo agradezco, pues se trata de un trabajo que aclara dudas y tumba algunos mitos que han hecho carrera y que muchos, como yo, repetimos alguna vez pensando que eran verdad. También nos cuenta la historia de estas importantísimas figuras que andan por muchos lugares del mundo y nos contextualiza sobre los diferentes movimientos, las distintas tendencias y las muchas expresiones de la música del Caribe en español, ya sea en los bares de Bogotá o Cali; las calles de Nueva York, los solares de La Habana o cualquier otro lugar del mundo donde siempre hay un músico tocándole el corazón a las personas que lo necesitan.
Con este libro entonces podremos corroborar, con las altas y bajas de su vida, que el verdadero pionero de la trombanga (una charanga sin violines y con trombones) que está en la mitología salsómana no fue el gran Eddie Palmieri (mis respetos), sino, con el permiso del productor Al Santiago, el ahora venerado cantante, arreglista y multiinstrumentista Efraín “Mon” Rivera. Esto quiere decir —y se afirma ahora con seguridad— que gran parte del sonido de la salsa neoyorquina, sustentado en trombones agrios, roncos, profundos y potentes, está inspirado en las bombas, los sones, las plenas y las pachangas del legendario Mon, calando profundamente en algunos de los músicos de la selva de cemento (y dejando ver, por cierto, que la salsa es mucho más que música cubana modernizada).
Igualmente, con este libro conoceremos más de Marco Katz, el neoyorquino que fue el último gran trombonista que acompañó a Mon Rivera y que representa a una pléyade de grandes nombres que hicieron grande al trombón salsero como José Rodrigues, Lewis Kahn, Papo Vásquez, Barry Rogers, Mark Weinstein, Reynaldo Jorge, Leopoldo Pineda, Generoso Jiménez y Willie Colón, entre muchos otros. Katz, que también grabó con Charlie Palmieri, Los Hermanos Lebron, Elba Mercado y Paquito D´ Rivera, entre otros, y bandas de rock con vientos y soul (que, generalmente, siempre usaba un brass bien chévere) como The Majesty of Soul, The Uptown Conversation y The Joneses, deja ver en sus respuestas mucha lectura, bastantes experiencias y simpáticas anécdotas, lo cual nos ayuda a adentrarnos en las concepciones que tiene un protagonista directo de lo que ha sido el mundo artístico y musical “latino”, no solo con sus gratas experiencias, sino con los complicados momentos de la vida (y ojo con lo que dice del sello Fania).
También, el libro nos permitirá abordar con interés la vida de Plinio Córdoba, el inmenso chocoano que, durante mucho tiempo, acompañó con su batería a grandes músicos —como él— en legendarios escenarios, lo cual nos hará involucrarnos, al menos un poco, en la rumba bogotana de los años setenta, cuando existían sitos como El Rosedal, Fredy´s Club, Miramar, La Pampa y Bocaccio (¿no pasó también por Manricura de Armando Manrique, donde estuvo Gabriel Rondón?). Mejor dicho, con el perfil sobre Córdoba que hace Jairo Grijalba nos podremos meter en una época que cada vez parece más lejana, pero que, afortunadamente, todavía cuenta con varios de sus protagonistas vivos y listos para contar su historia (ojalá que los investigadores los encuentren).
Igualmente será posible saber más de la maravillosa historia de Nano Rodrigo, el colombo-ecuatoriano que resultó convertido en una luminaria de la música latina en Estados Unidos y que, a pesar de tantos logros, poco se conoce en su país (o sus países) de origen, pues, como se dice por ahí, “nadie es profeta en su tierra”.
Tengo que decir que yo, por supuesto, como nichómano consumado, quedé prendado de la historia que se relata en este libro sobre los comienzos de mi venerado Jairo Varela, quien, como decía el legendario guitarrista Gabriel Rodón, tenía “hambre y (…) bagaje callejero, dos cosas que son necesarias para triunfar en esto tan duro y tan ingrato que es la música”. Este texto sobre el gran Jairo nos deja ver al nobel creador de Quibdó dispuesto a comerse al mundo con su talento y creatividad, y vaya que lo logró. Por cierto, ojalá que esa grabación que le hicieron en video (¿1979, 80, 81?) aparezca en algún lado, pues, sin duda, vale la pena ver lo que decía Varela cuando el Grupo Niche era apenas una simple idea.
En este documento, además, se encuentra otro relato muy interesante sobre los pianistas que acompañaron al legendario “Bárbaro del ritmo” Benny Moré, mediante una recopilación de información que se agradece porque nadie, creo yo, la había hecho antes con tanto juicio. Asimismo, podremos leer con interés la historia de Alfredito Valdés Junior, el gran compositor, arreglista, productor y director orquestal que, como integrante de una dinastía musical importantísima (hijo de Alfredito, sobrino de Vicentico), puso a sonar tantos éxitos que todavía hoy en día los bailamos muy sabroso (o, al menos, eso es lo que creemos).
Y hablando de cubanos, pero ya de tiempos más cercanos, podremos devorar la historia de Bobby Carcasses, quien, como dice el texto, es uno de los gurús del jazz afrocubano; venerado por muchos por su mirada de avanzada sobre la música, además, capaz de combinar con éxito virtuosismo, experimentación y sabrosura, lo cual no es precisamente fácil de lograr.
A la vez, en este libro conoceremos más de alguien que ya había sido mencionado en otro relato, como lo es el barranquillero Gabriel Rondón, uno de los músicos más importantes de la escena del jazz colombiano y que, con su conocimiento, técnica y, sobre todo, bacanería Caribe, le abrió la puerta a muchos de los que años después conseguirían darse a conocer con base en su talento (y algunas cosas más).
El libro termina con tres relatos cortos, el primero sobre Bobby Vince Paunetto, el cual nos cuenta la trayectoria de este singular y modernista vibrafonista, pianista, compositor, arreglista, productor y director de orquesta. El segundo sobre el legendario Arsenio Rodríguez, “el ciego maravilloso”, fundamental para comprender lo que después se llamó “salsa” y mucho —muchísimo— más que eso. Y el tercero acerca de Luis Marquetti, el gran compositor que hizo las delicias de los bailadores y, sobre todo, de los que, al compás de un bolero, se enamoraron o acompañaron su despecho durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta (y un par de décadas más).
Mejor dicho, y como se puede ver, La leyenda de Mon Rivera y otros relatos es el delicioso trabajo de un experto y amante de la música que plasma varios textos confeccionados durante años. Esto, por supuesto, nos enseña, enriquece y permite soñar con otros lugares y otras épocas en las que no estuvimos (ni estaremos), pero que, sin duda, a través de estas letras, podremos conocer vívidamente (o ilusionarnos con poder hacerlo).
Por esto y por mucho más, invito a los iniciados y no iniciados a que aborden este libro y se trasladen mentalmente a los contextos que allí se relatan, pues, sin duda, vale la pena hacerlo.
Me queda darle las gracias a Jairo Grijalba por este gran trabajo, esperando que vengan muchos más libros, artículos, entrevistas y programas de radio que sigan construyendo una historia rica, diversa, heterogénea y apasionante, como es la que acompaña a los grandes creadores y, por supuesto, a quienes intentamos seguirles la pista en cualquier momento o lugar.
¡Nos vemos en Popayán, maestro Jairo! (o en cualquier lugar del mundo)
* Petrit Baquero es historiador, politólogo, músico y melómano. Es autor de El ABC de la Mafia. Radiografía del Cartel de Medellín (Planeta, 2012) y La Nueva Guerra Verde (Planeta, 2017).