
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Parecen interminables las preguntas alrededor de este tema que, para muchos, es un universo lejano al que solo entran “los sensibles” o aquellos que lo entienden por conocimiento previo o formación cultivada durante años. Pero no: lo primero que habría que saber es que sí es un universo, pero no lejano ni poblado, solamente, de códigos ininteligibles, sino de alternativas disponibles en cualquier momento y para cualquier persona.
Estas preguntas sobresalen entre las personas que han tenido acercamientos (difícilmente exista alguien que no haya tenido alguno), pero no un contacto constante o consciente, pero también entre aquellos que han dedicado su vida a la creación o se han obsesionado con la de los demás. Algunos de estos creadores lo han definido.
Qué es el arte
“Arte es todo aquello que los hombres llaman arte”, dijo el filósofo italiano Dino Formaggio. “Actividad en la que el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas, valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”, dice uno de los significados del diccionario, que también contiene esta: “Conjunto de obras que resultan de esta actividad, así como las diferentes tendencias o estilos de las mismas”. Por su parte, Aristóteles lo definió como aquella producción humana realizada de manera consciente. Fruto, por tanto, de su conocimiento. Siguiendo esa definición, nos encontramos con que tanto las ‘bellas artes’ como la artesanía tendrá que estar dentro del mundo artístico. “El arte es el recto ordenamiento de la razón”, opinó Tomás de Aquino. Según el artículo “El arte como un nuevo pensar: la concepción nietzscheana y heideggeriana”, Nietzsche sostenía que el arte tiene más valor que la verdad por ser afirmador de la vida del ser humano. Esa búsqueda “desesperada” de la verdad, es decir, de una ilusión, es una forma de negar la vida misma. Nietzsche reivindica el papel del cuerpo. El artista trabaja con su cuerpo, plasmando en su obra sus emociones. Éste no rechaza su “sí–mismo” (Selbst) que trabaja con él y a partir de él. Heidegger piensa el arte como el espacio donde se da la apertura del ser, esto es, donde se devela la verdad, constituyendo esa otra forma de pensar, la poetizante.
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Y encontrar la definición “correcta”, resultaría, según las anteriores citas, casi imposible: tanto la producción como la interpretación del arte dependen de la mano creadora y del ojo receptor. Atendiendo a la definición de Formaggio, todo lo que sea considerado por alguien como arte, lo es, pero la concepción del concepto se reduce cuando nos dicen que, realmente, se trata de obras, de las producciones que resultan después de un pensamiento y una evaluación de las circunstancias y la existencia humana. Al final, es justamente nuestra capacidad de pensar y emocionarnos la que evalúa la obra o se disponen a crearla.
Solo para fijar un enfoque, podríamos separar el arte del proceso creador con una opinión que, hace algunos años, Nicolás Montero, actor y ex secretario de Cultura de Bogotá, le dio a este periódico sobre el acto de crear: “La creación no solamente tiene que ver con procesos artísticos. Claro, el arte ayuda mucho porque te conmina a hacer un testimonio de lo que estás ‘siendo’, de tus emociones. La emoción comienza a ser una variable muy importante de la comprensión. Pero es que, si entendemos que haciendo las cosas mejor podemos acceder a ese deseado ‘ser mejor’, pues la pregunta se vuelve más concreta. Por eso es que dicen: uno es lo que hace”.
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Cuál es la utilidad del arte
Aterrizando, entonces, en el arte como una intención o una preocupación por reflexionar, responder preguntas o generar respuestas sobre la existencia, lo que la rodea y su inevitable final, Kenza Saadi Elmandjra, autora del pódcast “Historia del arte con Kenza”, dice que desde el principio de la humanidad, el hombre ha tratado de embellecer su entorno transformando cualquier objetivo o circunstancia cotidiana en algo hermoso, estético. “No vivimos en el vacío”, dice, así que estamos en una constante estimulación de los sentidos. Ella, por arte, se refiere a la arquitectura, la poesía, la pintura, la cocina, la música, etc, así que, junto con la filosofía, cree que es lo que nos permite saber que somos más grandes de lo que creemos, que tenemos consciencia. “Con el arte se abre la puerta en la que vemos y sentimos que estamos vivos. El arte nos impulsa a darnos cuenta de nuestro propio lugar en el mundo. Los sentidos deben despertarse, darnos cuenta de que los usamos, algo que se agudiza al, realmente, ver o escuchar”.
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Además, Saadi resalta que el arte “nos obsequia belleza”, una idea que podría complementar o enriquecer la de Manolo Condevolney, quien opina que el arte debe iluminar al espectador de la ceguera que lo habita. Es decir, además de que se origina de un proceso de pensamiento, de consciencia plena, sobre su contexto o las particularidades de su experiencia humana, el arte es un embellecedor del mundo: armonizar el entorno es una pulsión humana, una capacidad inherente a nosotros.
Según el portal de noticias El periódico, el arte desempeña un papel mediador y motor de la comunicación, ya que el artista, a través de su creación, transmite no solo emociones, sino también mensajes, y nos hace reflexionar sobre nuestra existencia, los problemas sociales o la vida en general. Desde esta perspectiva, se convierte en una herramienta que puede cambiar o educar a una sociedad”.
Teniendo en cuenta lo anterior, el arte, para muchos, sobrepasa el mero acto del embellecimiento y la contemplación, sino que, además, es capaz de producir reflexión y comprensión sobre el mundo. Según el artículo “El arte en la literatura y la literatura en el arte”, que analiza las relaciones de muchas pinturas con producciones literarias, los libros y las obras de arte son, en uno u otro grado, constructores de historias, imágenes de nuestra realidad y meta de las inclinaciones de nuestra fantasía. Podemos considerar cada obra de arte como un libro, sólo que está escrito con signos completamente distintos a las palabras.
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Ricardo Silva, escritor colombiano y columnista, es uno de los artistas que se ha referido a esta utilidad de las artes. En su época universitaria se encontró con profesores que defendían que el campo de las artes, de las letras, era un terreno para elegidos y promovían una cierta vocación a la elite y a las inmensas minorías. Decían, según contó en una entrevista que dio para el periódico El Tiempo, que “la literatura no servía para nada”.
Silva, que además de escritor ha sido crítico de arte y autor de obras de teatro, está convencido de que la novela es una herramienta para explorar la experiencia humana y para pensar, además, en la transformación, que a lo largo de la historia se ha apoyado y registrado en las diferentes expresiones de las artes. Su opinión es contraria a la de Condevolney. Él no busca sacar de la ceguera a los que lleguen a sus creaciones, sino generar una conversación que conduzca a algunas respuestas o a un sinfín de más preguntas sobre la experiencia de estar vivos: “Los lectores no tienen que ser despertados. No es para eso que hago libros. Los lectores son personas iguales con los que busco establecer una relación, una interacción”.
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