Sobre las sirenas en el arte
Hemos escuchado mil y una historias sobre aquellos seres mágicos acuáticos que son tan bellos como malévolos. La leyenda de las damas marítimas con cola de pez es conocida por todos, y su origen puede ser mucho más antiguo y lejano de lo que pensamos.
Sofía Bayona Horlandy
“Hablóle ella dulce, ella le cantó / Y fue entonces que se desgració / A medias jalóle, a medias, bajó / Y, entre turbias aguas, desapareció”. Así terminó Goethe su poema “El pescador”, que habla de una bella sirena que seduce a un pescador y, como venganza por sus crímenes en contra de los peces, lo arrastra al fondo del mar. Como esta, hemos escuchado mil y una historias sobre aquellos seres mágicos acuáticos que son tan bellos como malévolos. A veces tienen escamas y colmillos, a veces voces que embrujan a los marineros, y a veces son jóvenes pelirrojas que juegan con sus amigos en el fondo del mar. En cualquier caso, la leyenda de las damas marítimas con cola de pez es conocida por todos, y su origen puede ser mucho más antiguo y lejano de lo que pensamos.
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“Hablóle ella dulce, ella le cantó / Y fue entonces que se desgració / A medias jalóle, a medias, bajó / Y, entre turbias aguas, desapareció”. Así terminó Goethe su poema “El pescador”, que habla de una bella sirena que seduce a un pescador y, como venganza por sus crímenes en contra de los peces, lo arrastra al fondo del mar. Como esta, hemos escuchado mil y una historias sobre aquellos seres mágicos acuáticos que son tan bellos como malévolos. A veces tienen escamas y colmillos, a veces voces que embrujan a los marineros, y a veces son jóvenes pelirrojas que juegan con sus amigos en el fondo del mar. En cualquier caso, la leyenda de las damas marítimas con cola de pez es conocida por todos, y su origen puede ser mucho más antiguo y lejano de lo que pensamos.
Muchos concuerdan en que el mito de las sirenas tiene su origen en Asiria, una antigua región del norte de Mesopotamia, hoy llamada Siria. Esta historia comienza con Atargatis, deidad venerada a lo largo del Mediterráneo como la diosa del agua, la luna y la feminidad. Su belleza no tenía comparación, y solo hubo un hombre con la suficiente suerte para merecer su amor: Hadad, un pastor mortal. La pareja vivió feliz durante un tiempo, incluso tuvieron una hija, que se convirtió en la reina más famosa de la región, pero su amor llegó a su fin cuando Atargatis, en un trágico accidente, acabó con la vida de Hadad.
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Su tristeza fue tal que la diosa decidió terminar con su vida eterna y se lanzó al lago, con la esperanza de morir junto a su amado, pero el agua no compartía esta idea absurda. Una belleza como la suya no podía desperdiciarse con la muerte, así que transformó su mitad inferior en una cola de pez, y conservó su increíble belleza humana por encima de su ombligo. Fue así como Atargatis se convirtió en la primera sirena.
No obstante, el título de la sirena más famosa pertenece a otra joven: Ariel, mejor conocida como la Sirenita. Esta historia, cuya popularidad se debe sobre todo a la adaptación para niños realizada por Disney, fue escrita por el danés Hans Christian Andersen, y es un poco menos “apta para toda la familia” que la versión animada. Esta pequeña sirenita también se enamora perdidamente de un príncipe al verlo desde lejos en su barco, y cuando una tormenta destruye su nave, ella salva su vida sin que él lo sepa. Este amor prohibido la lleva a la puerta de una bruja malvada, con menos gracia teatral que su contraparte de Disney, quien le concede el amor de su príncipe a cambio de su lengua; no de su voz, sino de su lengua.
La bruja le corta la lengua a la princesa y convierte su cola en dos piernas, que le duelen de manera insoportable cada vez que apoya los pies, y le dice que, si consigue un beso de su amado, este la amará por siempre. Ella, creyendo en el poder del amor, hace todo lo posible por encantarlo hasta que, finalmente, el príncipe azul se casa y vive feliz para siempre… con otra. La sirenita, por su parte, muere sola y se convierte en espuma en el mar.
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Aunque un poco deprimente, este cuento se ha convertido en una de las representaciones más importantes de estas criaturas míticas en el arte y ha inspirado obras de otros artistas que han ayudado a consolidar a las sirenas en nuestra consciencia colectiva.
Las doncellas del mar, de Evelyn de Morgan, por ejemplo, es una representación visual de la sirenita con sus hermanas mayores, y Sirena, de John William Waterhouse parece incluso ser la inspiración para la protagonista pelirroja más conocida de esta historia. Y cómo no mencionar a la escultura de La Sirenita, de Edward Erikson, que se sienta en una roca en la costa de Copenhague a ser observada por los turistas de la ciudad.
Mientras tanto, las incontables sirenas de otras culturas y continentes continúan inspirando tanto miedo como esperanza a sus creyentes. Comenzando por Mami Wata, o la madre de las aguas, que fue considerada la reina de los mares por muchas culturas africanas desde la época antigua, y es tan respetada como temida. Mami Wata provee protección, paz y la belleza de la naturaleza, pero también es sumamente peligrosa, capaz de causar tormentas y todo tipo de desastres naturales. Ella es conocida y fue venerada en casi todo el continente; no obstante, existen muchas variaciones de seres “sirenescos” a lo largo de la cultura africana. Los yorubas, por su parte, creían en la diosa acuática Yemoja, quien acompañó a los barcos de esclavos durante las colonizaciones europeas para proteger a los africanos en sus viajes y devolver a sus hogares las almas de quienes morían en el agua.
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Deidades como ellas viajaron con sus fieles por todo el mundo, mutando y transformándose según la cultura en la cual atracaban sus barcos. Es por eso que en pueblos caribeños como Haití existen personajes mitológicos como Lasirn en la cultura vudú, una sirena y espíritu marino que vive en la “parte de atrás del espejo”, también conocida como el fondo del mar, que siempre carga consigo un espejo como símbolo. Según la tradición, cuando Lasirn arrastra a alguien a través del espejo hacia su mundo, la persona regresa con poderes especiales, y es así como algunas mujeres logran convertirse en sacerdotisas vudú.
Como ellas las hay por todo el mundo, basta indagar en las bases de cada cultura para encontrar alguna referencia a sirenas, damas marinas o diosas del agua. Pero si lo que queremos es apreciar la belleza de sus mitos, es necesario observar las obras de arte que han nacido en su honor. Si leemos el Ramayana, uno de los poemas épicos hindúes más renombrados, encontraremos la historia de Suvannamaccha, la princesa sirena que, en lugar de detener al héroe Hanuman como era su deber, se enamora de él y lo ayuda a completar su misión.
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Y si observamos la ilustración del arca de Noé en la biblia de Núremberg, del siglo XV, veremos cómo las melusinas (versión medieval de las sirenas) acompañan al arca hasta su destino junto a su perrito-sirena. Podemos viajar, luego, a los tiempos de la reina Isabel I de Inglaterra, y verla retratada al lado de una escultura dorada de una sirena, como símbolo del poder de una mujer fuerte que merece ser temida. Cada uno de estos retratos, comenzando por las sirenas que quisieron ahogar al héroe de la Odisea, pasando por la obra “El pescador y la sirena”, inspirado en el poema de Goethe que comenzó esta discusión, muestran su versión de estas criaturas mágicas y misteriosas, siempre escabulléndose entre ola y ola.
Puede que hayan pasado siglos de historia, que la humanidad haya atravesado pestes, guerras y los más grandes descubrimientos; sin embargo, hay ciertas historias que siguen invadiendo nuestros sueños e imaginación, seres mitológicos que siguen presentándose en todas las culturas y épocas. Este es el caso de las sirenas, seres irreales que, en realidad, han invadido el mundo desde que el mundo tiene memoria.
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