Sobre los que saben de poesía y los que no han podido ni querido saber

Juan Gabriel Vásquez, quien acaba de lanzar un libro de poesía, y Catalina González, editora y poeta, hablarán sobre este género literario y sobre ser poeta, que para Jaime Jaramillo Escobar fue como “tener un dolor permanente en el costado”.

Laura Camila Arévalo Domínguez
27 de abril de 2023 - 02:00 a. m.
“Elegir la poesía es decidirse contra el sentido común. No resulta práctico, pero tiene la particularidad de que se vence después de muerto, como el Cid”, dijo Jaime Jaramillo Escobar en el libro “Método fácil y rápido para ser poeta”.
“Elegir la poesía es decidirse contra el sentido común. No resulta práctico, pero tiene la particularidad de que se vence después de muerto, como el Cid”, dijo Jaime Jaramillo Escobar en el libro “Método fácil y rápido para ser poeta”.

Él habló de endecasílabos y la perdió. También mencionó los alejandrinos, pero a pesar de que seguía allí sentada, ya no estaba. Él continuó con el pentámetro yámbico y ella fijó los ojos en su teléfono. Después lo suavizó contando que a eso que acababa de nombrar también se le podía identificar como verso blanco. Ella volvió a alzar la vista, lo miró, se notó que se interesó en la palabra “verso”, pero volvió a ausentarse cuando varios de los que estaban allí se rieron de un chiste que no entendió. Se fastidió por eso. Como dijo Juan Villoro, “lo que no se entiende ofende”. Y ella se ofendió con la conciencia de que no entendía por su comodidad, por su decisión de no entender: la poesía era un mundo tan distante por su miedo y reproducción de un prejuicio que aún persiste, y es que ese género es leído y creado por “iluminados”.

El que habló sobre los tipos de versos fue Juan Gabriel Vásquez durante la presentación de su primer libro de poemas Cuaderno de septiembre. Y como a él se le conocía como novelista, su lanzamiento fue una sorpresa. Resultó que siempre había sido poeta y que su “amistad con la poesía” no era reciente, sino más bien una constante que lo había acompañado en la escritura de prosa y en la exploración de sus preguntas “sobre el yo, sobre el nosotros, sobre lo que saben las palabras y las cosas del yo y del nosotros”, como anotó el también poeta Luis García Montero en el prólogo del libro de Vásquez.

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En el mismo prólogo, García Montero dijo: “Así comienza a mirarse el mundo con atención hasta que las miradas se convierten en una forma de autoconocimiento”, una idea que podría conectarse con lo que escribió Jaime Jaramillo Escobar en Método fácil y rápido para ser poeta, en el capítulo “De la vocación”. Allí el poeta sostuvo que la poesía estaba más en el modo de percibir que en el de expresar. “Redactar es relativamente fácil. Lo difícil es VER y convertir lo visto en idea. Un poeta no es el que escribe, sino el que tiene la revelación”. Sobre esta forma de mirar, de percibir, de atender a las ideas que regala la observación consciente y la capacidad de asombro, surgió el propósito de hablar sobre el acercamiento a la poesía. No tanto sobre el nombre de los versos que no entendió la asistente al lanzamiento del libro de Vásquez, sino a la emoción por el contenido de aquellos versos que bordean la realidad, pero también la hurgan, la redefinen, la desbaratan y la vuelven a organizar.

En el Monólogo final, de Juan Gabriel Vásquez, hay un poema llamado El lenguaje conoce la historia de lo humano, y allí al autor escribió que “el poema podría ser el método más arduo para imponer un orden tiránico a las cosas que nunca lo tendrían”. Sobre ese método, sobre ese orden, sobre esa tiranía es que Jaramillo Escobar expuso ideas con respecto a la creación del mismo, con respecto a la concepción de la poesía reducida al verso, a la incomprensión y la resistencia que esta genera. Habló sobre el prestigio anhelado de quien se siente poeta, pero sobre todo de la disposición de quien sabe que lo es.

“La comprensión del texto poético esquiva a los mismos poetas, a los críticos, así como a los lectores cultos e incultos por igual. Un joven se me acerca con los últimos poemas que ha escrito y me pide que, si los entiendo, ¡le haga el favor de explicárselos!”, contó Escobar en el capítulo “Lectura de poemas”, en el que inmediatamente después argumentó por qué debería haber más talleres de poesía no solo de composición, sino también de lectura y crítica.

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Para este autor, que firmaba como X-504, entre todos los escritores, el poeta es el que menos lectores tiene. “Para la mayor parte de las gentes la vida es una esclavitud a la que ellas mismas se condenan. El poeta propone la libertad y la gloria de vivir, pero nadie quiere saber nada de eso. ‘¡Somos esclavos!, gritan. ¿Cómo quiere usted que leamos poemas?’”.

La charla que se realizará hoy sobre poesía entre Juan Gabriel Vásquez y Catalina González, editora de Método fácil y rápido para ser poeta, además de autora, surgió con la intención de quitarle los abalorios a un asunto tan humano como la poesía. Tan humano, que fue hecho para la comprensión (e incomprensión, parece que no importa mucho) de los humanos. Porque más allá de entender, el poema estimula la intención. La pulsión por sumergirse profundamente en palabras que nombran emociones o verdades que antes no habíamos nombrado o no habíamos querido enfrentar: “De muchas cosas está hecha la dignidad, y una de ellas es de Verdad. Pero no sabemos qué es la Verdad, porque cuando al fin la encontramos resulta que está desnuda, y por estar desnuda no podemos mirarla”, también dijo Escobar.

Será un espacio para conversar sobre el prosista que lee poesía y los saldos que los versos le han regalado para su ejercicio diario, para su rutina con la hoja en blanco. También para desentrañar la concepción de la poesía y del verso y del poeta y del lector de poesía. Para saber si, realmente, para leerla hay que cumplir con requisitos, y si esos requisitos no serán un asunto tan humano como el voluntario aislamiento de los reflejos y afanes del mundo.

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Finalmente, será una charla para entender por qué es que uno termina tan conmovido por eso que los otros lograron poner en palabras y por qué, además, sin contar con un cerebro tocado por los dioses, uno puede emocionarse con un poema de amor y leerlo atropelladamente, como cuando una novela advierte un giro o una respuesta lapidaria. Leerlo con el anhelo de ser a quién está dirigido el poema. Con la ilusión de ser la musa de esos versos que hablan de un amor tan intenso y tan imbatible y tan capaz de reacomodar el mundo para regalarle el tiempo, el espacio y la vida que reclama.

Se hablará sobre el sentido de la poesía, que podría ser lo mismo que preguntarse por el sentido de la vida.

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Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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