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                                                                                                                                Sobreviviendo al horror del Palacio de Justicia

                                                                                                                                Jaime Paredes Tamayo, quien fue magistrado y presidente del Consejo de Estado, sobrevivió al holocausto del Palacio de Justicia. Treinta y siete años han pasado desde lo sucedido y sus cuatro hijos reconstruyen, con sus experiencias y recuerdos, cómo vivieron el 6 y el 7 de noviembre de 1985.

                                                                                                                                Foto: Ilustración: Jonathan Bejarano
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le sugerimos: Chinácota y el acto sagrado de pintar muros

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Rodrigo, su hermano, recuerda haber hablado dos o tres veces con su papá, quien le dijo que, igual que su secretaria, estaba acurrucado contra los muebles de su despacho, tratando de buscar algo de protección. Su oficina estaba cerca de la de Jaime Betancur, hermano del entonces presidente, Belisario Betancur. “Yo le preguntaba cómo estaba, cómo se sentía, qué pasaba. Le pedía que se cuidara, que no fuera a cometer ninguna imprudencia”. Si bien no podía acercarse al palacio y la plaza estaba acordonada, el colegio de su suegro, la Casa Cultural Moreno y Escandón, que quedaba diagonal a la Biblioteca Luis Ángel Arango, fue un buen lugar para refugiarse y estar atento a lo que iba sucediendo. “De hecho, nos bajábamos a la esquina de la Casa del Florero y ahí veíamos los disparos que, me imagino, se daban de lado y lado”.

                                                                                                                                La confusión reinó entre ellos, aunque poco a poco fueron entendiendo que la guerrilla del M-19 se había tomado el Palacio de Justicia hacia las 11:00 a.m. de ese día, con la intención de enjuiciar públicamente al presidente de la República. Tras lo sucedido, la fuerza pública intervino, dando paso a la retoma del Palacio, a pesar de que algunas voces desde adentro, como la de Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia, pedían que cesaran las acciones violentas y se abriera un espacio de diálogo. Las imágenes de los tanques sobre la Plaza de Bolívar apuntando hacia el edificio judicial, y el palacio en llamas, no se olvidan, como tampoco el dolor y el desasosiego que han vivido las familias de los más de cien fallecidos y desaparecidos (once a manos del Ejército, entre ellos empleados de la cafetería y visitantes ocasionales, de acuerdo con las investigaciones realizadas por varios juzgados, el Consejo de Estado y la Fiscalía; una más era guerrillera del M-19).

                                                                                                                                Le puede interesar: La toma del Palacio de Justicia: su literatura en 35 años

                                                                                                                                “Un segundo en el palacio era casi un siglo de vida”, diría Eduardo Matson Ospino tiempo después ante la Fiscalía. Su testimonio, como el de muchas personas más, fue recopilado en el libro El palacio sin máscara, de Germán Castro Caycedo. En él también se lee que Eduardo Suescún Monroy, consejero de Estado, afirmó: “Todo lo que se diga sobre la cantidad de disparos es poco. Paraba por unos momentos y después, cuando uno empezaba a creer que las cosas iban a mejorar, volvían los disparos, las ráfagas, los estallidos, las bombas”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Suescún recordaba que estaba frente a la calle doce y la terraza de salida del Banco Comercial Antioqueño. “Pasaban las horas y nuestra angustia seguía creciendo. No podíamos sentarnos porque al momento se sentían nuevas ráfagas y otra vez al piso. En un momento creímos que, como nuestra oficina quedaba un poco aislada, ya habían sobrevivido los demás y se habían olvidado de nosotros”. Corriendo agachado, también arrastrándose por el piso, con la necesidad de atravesar todo el corredor del segundo piso hasta el sur, cuenta que llegó a la oficina de Álvaro León Cajiao, donde, tendidos en el piso, se encontró con un grupo de consejeros de Estado, entre ellos Jaime Betancur Cuartas, Mario Enrique Pérez y Jaime Paredes Tamayo. Ahí estuvieron una hora, hasta que, entre fuego y fuego, lograron llegar al primer piso y salir del palacio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La radio les informó que el magistrado Paredes Tamayo había salido de allí. Rodrigo se acercó a un militar, pidiéndole que por favor le dijera a su papá que lo estaba esperando, que estaba listo para llevárselo a la casa, y para que no cupiera duda de que, efectivamente, era su hijo, le entregó su cédula al oficial. Su papá vio el documento y corroboró su identidad. Hacia las 6:30 p.m. o 7:00 p.m., pues no recuerda la hora exacta, dado que el tiempo ha hecho lo suyo, a su papá lo sacaron de la Casa del Florero. Juntos se dirigieron hacia la CC, como le decían al colegio de su suegro, y en el camino recuerda que se toparon con el periodista Javier Ayala, a quien le dio una breve declaración. Algo que quedó marcado por siempre en su mente, así como en la de sus hermanos, es que una y otra vez le escuchó decir a su papá: “Tengo dolor de patria”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Esa sensación se sintió incluso más allá de las fronteras y del continente. Jaime Francisco, otro de sus hijos, estaba en Suecia tratando de convencer a los inversionistas extranjeros de Skandia de mantener su interés en Colombia, cuando interrumpieron su reunión para mostrarle las imágenes del horror que transmitían por televisión. Recuerda haber tenido que pagar una cuenta telefónica de un par de miles de dólares. “El país y las personas no volvimos a ser los mismos después de eso. Sigue habiendo mucho dolor e injusticia. Hay una crisis de valores”, confiesa.

                                                                                                                                Le sugerimos: Santander de Quilichao: la música que silencia balas

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                                                                                                                                Ese dolor, ese desgarro del alma, no cesó ahí, y quizá nunca lo hizo. Conforme pasaron los días, vino la despedida de los amigos y colegas, algo que, entre sus ojos cristalinos y con algo de voz temblorosa, recuerda su hijo Mauricio, el menor de ellos, pues, al también ser abogado y compartir el gusto por el derecho público, vivió con él la tristeza de perder a varios conocidos y recordar el dolor por el que atravesaron otros tantos que sobrevivieron a la masacre. A Ricardo Medina Moyano, magistrado de la Corte Suprema de Justicia y papá de una compañera suya del Rosario, y a Fabio Calderón Botero, padre de Camilo Calderón, amigo suyo, los recuerda como algunos de quienes perdieron la vida allí. Y Humberto Murcia Ballén, su profesor de Derecho Procesal Civil, es uno de los sobrevivientes, pues para salir de allí tuvo que arrastrarse por los suelos, después de perder la prótesis que tenía en una pierna.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cuenta que la tristeza de su papá se perpetuó en el tiempo, pero que su convicción por lo público no cesó ante ella. Al contrario, se mantuvo firme. La esperanza de que se escribiera un nuevo capítulo en la historia del país lo acompañó hasta sus últimos días, y en la memoria de él, como en la de sus hermanos, aún permanecen esas imágenes de su papá como alguien que gozó la vida, recitaba poemas de Neruda, teniendo de fondo música clásica; se aventuraba en el Neusa a pescar y jugaba bádmington en una finca en La Vega. Lo recuerdan como un amante de la música romántica y alguien, que, según Mauricio, vivió a su manera, como cantó Frank Sinatra.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

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