Somos la unión de fragmentos
La artista Diana Beltrán presenta su exposición “Fragmentos” hasta el 12 de septiembre en la galería Adrián Ibáñez en Bogotá. El Espectador habló con ella sobre su trayectoria y sobre su universo artístico.
Juan David Zuloaga
Hay en su obra una especie de afán por fragmentar la figura humana. ¿Por qué?
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Hay en su obra una especie de afán por fragmentar la figura humana. ¿Por qué?
Creo que nosotros estamos hechos de muchas partes. No somos un todo, sino la unión de muchas partes y también creo que, de alguna forma, nos estamos constantemente construyendo, deconstruyendo, cambiando y creo que también nos vamos desintegrando; a veces vamos también perdiendo pedazos. Entonces todo esto no lo puedo mostrar con una figura cerrada: somos una figura abierta, que va cambiando; somos una figura deformable y modificable.
De la fragmentación que hace de la figura humana han nacido diversas series en su trabajo. “Con_tacto”, “Fragmentación tecnológica”, “Puntos suspendidos”, “Líneas suspendidas”. ¿Qué las diferencia y qué comparten estas series?
Todas están hablando de lo mismo, sólo que con lenguajes diferentes. “Fragmentación tecnológica” lo expresa en video. “Con_tacto” trabaja un poco más la construcción y la reconstrucción de un cuerpo, pero todas están hablando de la fragilidad y del devenir del ser.
En la serie “Puntos suspendidos” usted recorta fotografías de figuras humanas y vuelve a armar la figura clavándola sobre una superficie con alfileres, como si se tratara de la labor de un taxidermista que clasifica animales para su exhibición. ¿Cuál es el propósito de esta serie?
Tal cual. Esa serie surgió a raíz de “Con_tacto”. En ella viene la información del rollo analógico —foto 1, foto 2, foto 3…— y cada fotografía es un fragmento del cuerpo. “Puntos suspendidos” salió de ahí. Comencé a fragmentar obras de esta serie en círculos, pero es un ejercicio casi taxidérmico. Tienes toda la razón. Quiero codificar y clasificar cada parte, cada célula del cuerpo y conservarlas, como se conserva la fotografía, como se conserva un insecto, casi como despedazarlo y conservarlo, para preservarlo en el tiempo.
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¿Por qué los recortes fotográficos que hace en “Puntos suspendidos” o en “Líneas suspendidas” están dispuestos a distintas alturas?
Buscan la profundidad en ambos casos. La diferencia es que el círculo es un recorte al azar: yo no controlo qué va en cada círculo, en cambio en las líneas sí. En las líneas me baso en la expresión, en las marcas, en las arrugas, en los huesos, en las sombras, en la textura. La fragmentación de las “Líneas suspendidas” está basada en la vivencia de cada ser. El corte circular es más aleatorio. Es más como un cuerpo, como las células, casi como su parte orgánica natural.
El uso de los alfileres ha ido ganando protagonismo en su obra, como lo muestran sus series “Alfiler y foto”, “Catacresis” y “Cubos”. ¿Qué significan los alfileres en su trabajo y por qué han ido ganando preponderancia en él?
Sí. En un principio el alfiler fue un objeto encontrado; un objeto que me permitió de alguna forma despegarme del plano. Estaba la fotografía plana, los contactos son planos y están fragmentados y yo quería darle una tridimensionalidad a eso. Entonces el alfiler me permitía desplegar esa característica, pero el mismo alfiler se convirtió para mí en un símbolo de dolor. Creo que mi trabajo es muy existencial… El hecho de perforar, de clasificar, de sostener, de… y el hecho de que hiera. Para mí, el hecho de vivir implica un dolor. Entonces el alfiler en las últimas series me permitió despegarme de la fotografía y crear otro concepto fotográfico que es dibujar con luz, ‘foto-grafía’. Y de ahí casi que —no sé cuál será el siguiente paso— dibujar sólo con luz… No sé cómo vaya a evolucionar, pero la idea es depurar. Ir depurando y con menos decir más.
Incluso actualmente crea la figura a partir de los alfileres y de las luces y sombras que generan esos alfileres en una obra.
Sí. Y hay algo que me gusta mucho de la luz y es que —especialmente las piezas de “Catacresis”— dependiendo de cómo ilumines la obra va a cambiar, entonces, como nosotros, no es estática. Dependiendo de una circunstancia u otra se va a ver diferente: si se pone la luz más cerca, más lejos, más arriba más al lado… se va a ver otra sombra y otra figura.
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Hay en su obra una pregunta constante por la identidad. ¿Por qué?
Pienso que de tanto construir, deconstruir y transformar se pierde uno. Somos la suma de muchos pedacitos... tal vez por eso la reafirmo tanto, porque siento que la perdemos. En un mundo tan globalizado, la identidad se pierde. Todos estamos obteniendo de alguna forma una identidad muy similar, que ya no es tan específica, propia. Es, por lo tanto, una búsqueda, un interrogante que he ido desarrollando.
¿Qué es y cómo se constituye esa identidad?
Definitivamente el arte es hijo de su entorno, de su país. Nunca hablo de política, pero soy hija de un ambiente, de un sistema que evidentemente es muy violento. Y el alfiler que utilizo en mis obras es muy violento también. Estos cuerpos son tan hermosos, pero a la vez se ven torturados con el alfiler. No quiero generalizar, pero es una identidad violenta, de alguna forma con dolor; de una sociedad que ha sufrido mucho, que ha vivido mucha violencia.
Buena parte de su trabajo se basa en la fotografía. De hecho, cursó usted una maestría en fotografía artística en España. ¿De dónde vienen su pasión y su interés por la fotografía?
De mi papá. Mi papá me regaló la Pentax k1000. Él tomaba las fotografías de los carnés de los colegios, pero él tenía alma de artista. Nunca, por un contexto social en su época, le fue posible desarrollar su lado artístico y su propio ser no le permitió ser artista, y lo heredé yo. Él me regaló esa cámara y luego la Nikon FM 10, luego… ahí empezó a crecer todo ese amor por la fotografía; además, soy muy mala dibujante y muy mala pintora, de manera que la fotografía es un lenguaje que me permite hablar de lo que quiero.
En su serie “Cubos” no aparece la figura humana, que había sido eje de su creación artística. ¿Cuál es la intención de esta serie?
Esta serie, que es un poco más abstracta, por decirlo así, pretende mostrar la mente de este cuerpo sobre el que vengo reflexionando; porque a la larga es un cuerpo, que vengo modificando mil veces. Y esta es la mente de ese cuerpo. Entonces cada cubo es un pensamiento de este cuerpo, en una forma muy subjetiva; por ejemplo está la memoria. La memoria es una espiral. Están, además, el olvido, el orden, el caos, la intuición, el origen, el vacío y la idea; ocho conceptos en total, hasta ahora. Así, cada cubo representa un proceso mental de este cuerpo que he venido fragmentando y recomponiendo a lo largo de mi carrera.
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Usted se formó como artista plástica en la Universidad Nacional y estudió fotografía artística en España. ¿Qué le debe su trabajo a la academia?
Muchísimo. Empezando por cambiar la manera de pensar. Todos venimos de una educación muy cuadriculada y a mí la academia me permitió liberarme un poco de ese ‘no haga’ o de ese ‘no dibuje por fuera de la raya’. Me abrió la cabeza y me mostró la cantidad de posibilidades que existían. Me liberó tanto mentalmente como en materia, como en realización. Me dio el permiso de hacer lo que se me había negado toda la vida. Entonces a la academia le agradezco muchísimo. Aparte de todos los conceptos, pero lo que más le agradezco es el haberme permitido liberar de mucho de lo que se me enseñó de pequeña.
¿Qué papel juega la belleza en su obra?
La belleza es muy importante. Creo todavía que una obra de arte debe ser bella y estéticamente amable a los ojos. Pero también me interesan mucho las dualidades: belleza-dolor, por ejemplo. Cómo un cuerpo tan bello y tan hermoso está penetrado por un alfiler, está herido.
Actualmente está mostrando su trabajo en la Galería Adrián Ibáñez en una exposición titulada “Fragmentos”. ¿De qué se trata esta exposición?
Vengo de un duelo muy grande donde la memoria empieza a jugar un papel muy importante. Entonces todo lo que uno vivió de niño…. el retrato de la madre… todo esto, creo que es un trabajo muchísimo más personal, más íntimo, pero que puede ser un reflejo para todos. ¿Cómo recuerdas tú?, ¿cómo está tu memoria?, ¿cómo puedes construir en tu cabeza todo aquello que viviste? Esta exposición parte de una experiencia muy personal exorcizada en el arte.