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“Soy su ausencia, soy lo que está solo de ella”: algunos poemas de Macedonio Fernández

El 1 de junio de 1874 nació en Buenos Aires el escritor Macedonio Fernández. Alguna vez Jorge Luis Borges afirmó que ninguna persona lo había impresionado tanto: ambos escritores solían encontrarse para pasar horas conversando de literatura y otros temas. Presentamos algunos poemas de Fernández para conmemorar este aniversario de su nacimiento.

01 de junio de 2021 - 05:39 p. m.
Macedonio Fernández (1874-1952) escribió "Museo de la Novela de la Eterna", "Papeles de recienvenido y continuación de la nada", "Adriana. Buenos Aires: última novela mala", entre otros.
Macedonio Fernández (1874-1952) escribió "Museo de la Novela de la Eterna", "Papeles de recienvenido y continuación de la nada", "Adriana. Buenos Aires: última novela mala", entre otros.
Foto: Archivo Particular
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Creía yo

No a todo alcanza Amor, pues que no puedo

romper el gajo con que Muerte toca.

Mas poco Muerte puede

si en corazón de Amor su miedo muere.

Mas poco Muerte puede, pues no puede

entrar su miedo en pecho donde Amor.

Que Muerte rige a Vida; Amor a Muerte.

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Hay un morir

No me lleves a sombras de la muerte

Adonde se hará sombra mi vida,

Donde sólo se vive el haber sido.

No quiero el vivir del recuerdo.

Dame otros días como éstos de la vida.

Oh no tan pronto hagas

De mí un ausente

Y el ausente de mí.

¡Que no te lleves mi Hoy!

Quisiera estarme todavía en mí.

Hay un morir si de unos ojos

Se voltea la mirada de amor

Y queda sólo el mirar del vivir.

Es el mirar de sombras de la Muerte.

No es Muerte la libadora de mejillas,

Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.

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Cuando nuestro dolor fíngese ajeno

Voz de un dolor se alzó del camino y visitó la noche,

Trance gimiente por una boca hablaba.

Eran las sombras dondequiera. Mis manos

Apartándolas para mis pasos

Heridos de la impaciencia y el tropiezo

Buscando aquel pedido de persona dolida.

Grito que ensombreció la sombra

Volvió a enfriar el pulsar de mi vida.

Y tropezando con el alma y el paso

No de mi pena, de ajena pena,

Creí afligirme, cuando hallé sangrando

Mi corazón, por mí clamando,

¿Qué desterrado de mi pecho habría?

Porque solo el recuerdo su latido daba

Y solo en el recuerdo mi dolor estaba

Y así desde el camino me llamaba

Y apenas cerca me sintió, acogiose

A mi pecho triunfante como enojado dueño,

Y al instante se dio a clavarme aquel latido;

El latir de su lloro del dolor del recuerdo.

Y hoy desterrarlo de nuevo ya no quiero.

Que ese dolor es el dolor que quiero.

Es ella,

Y soy tan solo ese dolor, soy ella,

Soy su ausencia, soy lo que está solo de ella;

Mi corazón mejor que yo lo ordena.

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