Joel Grossman: “Soy un cavernícola en una cueva pintando círculos”
La exposición “Geometría subjetiva”, que se presenta en Ocre Galería, está compuesta por figuras imperfectas que desafían las leyes de la ciencia exacta.
Andrea Jaramillo Caro
Su exposición actual se llama “Geometría subjetiva”. ¿Qué significa este nombre?
Primero que todo, es una contradicción. Entonces es, simplemente, una mirada diferente a la geometría, a algo que no sea exacto, que se forma como una contradicción.
En el catálogo de la exposición se habla de la geometría matemática. ¿Cómo logró que en su obra se desdibujara este concepto?
Por definición, la geometría es precisa. Yo trato de mostrar el error humano, básicamente.
Usted dice que con su trabajo busca regresar a lo espiritual, a algún origen. ¿Cuál es el origen que busca con sus obras?
Al final, soy un cavernícola en una cueva pintando círculos, cuadrados o símbolos; es un proceso casi chamanístico.
¿Así se visualiza cuando está creando sus obras?
Ciento por ciento. Primero, el proceso es una cosa de respeto al material, de organización. Cuando ya se hacen los trazos, se talla, es una cosa impulsiva y con posibilidades nuevas.
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Hojilla de cobre y piedra caliza son algunos de los materiales que utiliza en sus obras. ¿Por qué?
En realidad, son materiales que se han usado durante la historia del arte. La piedra siempre se ha utilizado, la hojilla la encontré, porque empecé a meterme mucho con el color oro y el dorado es muy difícil de conseguir a través de la pintura. Entonces, con la hojilla se hace un proceso de poner un metal sobre la tela. Así que es más para lograr el color dorado, que simboliza lo sagrado.
A usted le interesan el minimalismo y las formas monumentales de construcción de las civilizaciones antiguas. ¿Cuáles son sus referentes en estos dos campos?
Desde las piedras y las pinturas rupestres hasta Agnes Martin y Robert Ryman; por decirte dos entre miles, porque en realidad pienso que mi producto es una compilación de toda la historia junta, de todo lo que a uno le va pasando (uno hace un trazo, pero lleva toda la historia).
¿Cómo es su proceso de creación?
Es como una meditación: uno entra en un trance. Se trata de encontrar ese espacio en donde no estás pensando en el futuro ni en el pasado, sino que estás totalmente presente haciendo.
Para usted, ¿qué significa el hacer?
Simplemente estar haciendo marcas diciendo: “Aquí estuve yo”.
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Es decir, como dejar un legado…
No sé si legado, pero sí un rastro.
¿Qué es el arte para usted?
Pienso que para cada persona es totalmente diferente. Hoy el mundo del arte tiene mil submundos. Para mí es eso: estar toda la vida haciendo esto y no parar nunca, y que eso quede como documento.
¿Es decir que, para usted, la función del arte es dejar un rastro?
Es dejar documento… no juzgar lo que está pasando, pero sí es una reflexión del momento que uno está viviendo.
¿Qué reflexión cree que dejan sus obras?
Al final, si tengo una obra y la guardo en un clóset, no sé si está completada; el que termina la obra siempre es el espectador, entonces ahí es cuando se cierra la conversación. Lo que espero es eso: que tenga una reflexión sobre algo que no es verbal, que no lo interrumpa un discurso, sino que pueda experimentar la obra en su lenguaje visual sin ningún límite para responder emocionalmente hacia ella.
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¿Cómo sabe cuando una obra está lista para entrar en conversación con el espectador?
La obra está lista cuando uno ya no puede volver a entrar a ella, pero también creo que es un proceso de contención, de uno saber hasta dónde llegar y permitir espacio para la interpretación.
A lo largo de su carrera artística, ¿cómo se ha transformado su percepción sobre su obra y usted mismo?
La obra ha ido evolucionando con el tiempo. Al principio era muy clásico; estudié en una academia, entonces era una obra muy figurativa. Más tarde, me fui por el pop. Uno va madurando y encontrando su propio lenguaje, desarrollando su comunicación cósmica.
¿Qué momentos han sido claves para encontrar su lenguaje?
Para mí, los viajes son claves. El salir del taller e ir a buscar, por ejemplo, cosas que uno se está preguntando en ese momento.
¿Qué pregunta le gustaría responder a través de su obra?
Yo trato de no hacerme preguntas, sino de jugar con el chance, de sacar el inconsciente; ahí es cuando salen las mejores obras.
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Cuando regresa a ellas y las ve de forma consciente, ¿qué piensa?
Es difícil. Uno, a veces, pasa 24 horas pintando un cuadro y piensa que es una obra maestra y se va a dormir feliz. Al otro día vuelves y piensas todo lo contrario, entonces vuelves a empezar.
¿Cuál es el valor de recomenzar?
Todos los días hay que volver a empezar. Eso es lo lindo de una carrera a lo largo del tiempo: que todos los días es como comer y dormir.
Su exposición actual se llama “Geometría subjetiva”. ¿Qué significa este nombre?
Primero que todo, es una contradicción. Entonces es, simplemente, una mirada diferente a la geometría, a algo que no sea exacto, que se forma como una contradicción.
En el catálogo de la exposición se habla de la geometría matemática. ¿Cómo logró que en su obra se desdibujara este concepto?
Por definición, la geometría es precisa. Yo trato de mostrar el error humano, básicamente.
Usted dice que con su trabajo busca regresar a lo espiritual, a algún origen. ¿Cuál es el origen que busca con sus obras?
Al final, soy un cavernícola en una cueva pintando círculos, cuadrados o símbolos; es un proceso casi chamanístico.
¿Así se visualiza cuando está creando sus obras?
Ciento por ciento. Primero, el proceso es una cosa de respeto al material, de organización. Cuando ya se hacen los trazos, se talla, es una cosa impulsiva y con posibilidades nuevas.
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Hojilla de cobre y piedra caliza son algunos de los materiales que utiliza en sus obras. ¿Por qué?
En realidad, son materiales que se han usado durante la historia del arte. La piedra siempre se ha utilizado, la hojilla la encontré, porque empecé a meterme mucho con el color oro y el dorado es muy difícil de conseguir a través de la pintura. Entonces, con la hojilla se hace un proceso de poner un metal sobre la tela. Así que es más para lograr el color dorado, que simboliza lo sagrado.
A usted le interesan el minimalismo y las formas monumentales de construcción de las civilizaciones antiguas. ¿Cuáles son sus referentes en estos dos campos?
Desde las piedras y las pinturas rupestres hasta Agnes Martin y Robert Ryman; por decirte dos entre miles, porque en realidad pienso que mi producto es una compilación de toda la historia junta, de todo lo que a uno le va pasando (uno hace un trazo, pero lleva toda la historia).
¿Cómo es su proceso de creación?
Es como una meditación: uno entra en un trance. Se trata de encontrar ese espacio en donde no estás pensando en el futuro ni en el pasado, sino que estás totalmente presente haciendo.
Para usted, ¿qué significa el hacer?
Simplemente estar haciendo marcas diciendo: “Aquí estuve yo”.
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Es decir, como dejar un legado…
No sé si legado, pero sí un rastro.
¿Qué es el arte para usted?
Pienso que para cada persona es totalmente diferente. Hoy el mundo del arte tiene mil submundos. Para mí es eso: estar toda la vida haciendo esto y no parar nunca, y que eso quede como documento.
¿Es decir que, para usted, la función del arte es dejar un rastro?
Es dejar documento… no juzgar lo que está pasando, pero sí es una reflexión del momento que uno está viviendo.
¿Qué reflexión cree que dejan sus obras?
Al final, si tengo una obra y la guardo en un clóset, no sé si está completada; el que termina la obra siempre es el espectador, entonces ahí es cuando se cierra la conversación. Lo que espero es eso: que tenga una reflexión sobre algo que no es verbal, que no lo interrumpa un discurso, sino que pueda experimentar la obra en su lenguaje visual sin ningún límite para responder emocionalmente hacia ella.
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¿Cómo sabe cuando una obra está lista para entrar en conversación con el espectador?
La obra está lista cuando uno ya no puede volver a entrar a ella, pero también creo que es un proceso de contención, de uno saber hasta dónde llegar y permitir espacio para la interpretación.
A lo largo de su carrera artística, ¿cómo se ha transformado su percepción sobre su obra y usted mismo?
La obra ha ido evolucionando con el tiempo. Al principio era muy clásico; estudié en una academia, entonces era una obra muy figurativa. Más tarde, me fui por el pop. Uno va madurando y encontrando su propio lenguaje, desarrollando su comunicación cósmica.
¿Qué momentos han sido claves para encontrar su lenguaje?
Para mí, los viajes son claves. El salir del taller e ir a buscar, por ejemplo, cosas que uno se está preguntando en ese momento.
¿Qué pregunta le gustaría responder a través de su obra?
Yo trato de no hacerme preguntas, sino de jugar con el chance, de sacar el inconsciente; ahí es cuando salen las mejores obras.
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Cuando regresa a ellas y las ve de forma consciente, ¿qué piensa?
Es difícil. Uno, a veces, pasa 24 horas pintando un cuadro y piensa que es una obra maestra y se va a dormir feliz. Al otro día vuelves y piensas todo lo contrario, entonces vuelves a empezar.
¿Cuál es el valor de recomenzar?
Todos los días hay que volver a empezar. Eso es lo lindo de una carrera a lo largo del tiempo: que todos los días es como comer y dormir.