Cuando el martillo cae: la preservación de la historia en mapas y libros antiguos
El 29 de agosto, la casa de subasta Bogotá Auctions pondrá bajo el martillo más de 500 lotes que van desde textos, hasta mapas antiguos. Timothée Saint Albin, coleccionista y director del departamento de libros de la casa de subasta, habló para El Espectador sobre las piezas y el mercado de este sector.
Andrea Jaramillo Caro
Una primera edición de “La vorágine”, mapas y planos, grabados, revistas y periódicos antiguos. Todos estos objetos que dan cuenta de la historia de Colombia y el mundo llegarán el 29 de agosto a nuevas manos. Con la caída del martillo se anuncia una nueva venta de cada uno de los 537 lotes que figuran en el catálogo de la subasta de libros, documentos y grabados antiguos de Bogotá Auctions.
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Una primera edición de “La vorágine”, mapas y planos, grabados, revistas y periódicos antiguos. Todos estos objetos que dan cuenta de la historia de Colombia y el mundo llegarán el 29 de agosto a nuevas manos. Con la caída del martillo se anuncia una nueva venta de cada uno de los 537 lotes que figuran en el catálogo de la subasta de libros, documentos y grabados antiguos de Bogotá Auctions.
Entre literatura universal y colombiana, textos de religión, historia militar, ciencia y geografía, la casa de subastas exhibe piezas que cuentan una historia del mundo a través del papel. De acuerdo con Timothée de Saint Albin, director del departamento de libros e impresos de la casa de subastas, llevan seis años realizando este tipo de ventas. Sin embargo, conseguir los lotes ha sido un camino rocoso, debido a que en Bogotá “hay un tipo de vacío en el sentido de que no hay librerías de segunda o lo que se conoce en España como librerías anticuario, donde se venden libros raros y antiguos, por lo que antes era muy difícil conseguir, comprar y vender estos objetos”.
En las primeras subastas las ventas sumaban entre 50 y 80 millones de pesos, pero actualmente esa cifra subió a $700 millones. Para Saint Albin, este crecimiento en la popularidad comenzó hace dos años cuando empezaron a subastar la colección del bibliófilo colombiano Andrés Hoyos. Desde entonces, se corrió la voz de estas ventas como pólvora. Otros coleccionistas y particulares fueron llegando con sus propias piezas. “Cada vez nos confían libros más importantes, más valiosos, cada vez tenemos mejores resultados. Logramos realmente aportar un servicio que era bastante necesario porque en Colombia hay una larga tradición de una vida intelectual y eso se materializó en las bibliotecas de los particulares”.
El catálogo de la subasta actual comprende lotes con precios de salida entre cien mil pesos, como la “Biografía Nuevo Reino de Granada”, y veinte millones de pesos, como un manuscrito de Jiménez de Quesada que data del año 1558. Ponerles un valor a estos objetos es una tarea que incluye investigación, comparación y revisión de referentes de otros lotes similares que han sido vendidos en el pasado en casas de subasta o bases de datos alrededor del mundo o en su propio registro. “Hay precios de referentes internacionales y nuestros valores que, además, se han vuelto también precios de referencias en el exterior”. Adicionalmente, cada precio de salida es pactado con el vendedor para que la pieza no sea vendida por debajo de ese valor. Aunque, en ocasiones, el precio de venta ha llegado a ser 10 veces mayor que el de salida. Frente a esto, Saint Albin afirmó que el valor que pactado es sustancialmente más bajos a los del mercado.
La variedad en estas cifras hace que sea difícil generar un perfil único de los compradores de los lotes. Saint Albin mencionó que muchos de los interesados en estos objetos son coleccionistas, pero, al mismo tiempo, vendedores. Hay compradores nacionales e internacionales, instituciones como el Banco de la República o bibliotecas universitarias, y, en cuanto a la edad, afirmó que también pueden verse personas jóvenes, como profesores e investigadores.
Para el director de departamento, uno de los lotes más curiosos de esta subasta es un plano de Bogotá de 1891. De acuerdo con Saint Albin, el documento estaba en pésimo estado y primero lo adquirió un restaurador que lo regresó a su antigua gloria, ahora espera que llegue a una institución colombiana. “Es una pieza muy llamativa porque explica bien por qué es importante tener un coleccionismo dinámico en un país. Cuando hay un coleccionismo, el patrimonio vale. Cuando vale, hay un esfuerzo que se hace para preservarlo. Si no hay mercado, si no hay coleccionismo, nadie va a tomar la responsabilidad de invertir en este tipo de restauración, pasa lo mismo con el arte”.
Una de las razones por las cuales el director y coleccionista considera que tener este tipo de oferta y demanda es importante para el país, tiene que ver con la posibilidad de preservar el patrimonio y que estos objetos lleguen a las instituciones públicas en el futuro. “No existe un museo en el mundo que se hizo a punto de compras estatales directamente a artistas. Por esta razón, el plano es una pieza importante en el catálogo”.
Para Camilo Páez Jaramillo, experto senior del departamento de libros de Bogotá Auctions, otras piezas que resaltan en el catálogo de esta subasta son “la carta de Rufino José Cuervo a su amigo Miguel Antonio Caro en febrero de 1892, la cual no se encuentra en los epistolarios publicados a la fecha y que había permanecido en una colección privada hasta la fecha. El manuscrito titulado ‘Exposición de gratitud a los habitantes de Bogotá’, fechado el 14 de septiembre de 1827 y firmado por Francisco de Paula Santander, el cual debió ser parte del Archivo de la Imprenta de Bruno Espinosa, famoso impresor bogotano de principios del siglo XIX”.
Planear una subasta como esta toma tres o cuatro meses. Desde la recepción de correos con ofertas de lotes, en la que reciben entre el 5 y 10% de los objetos que llegan, hasta el envío de estimados y avalúos, y de ahí a la investigación de la procedencia de las piezas. Para la casa de subastas este es un tema crucial, en especial si se trata de manuscritos, pues deben asegurarse de que los objetos no hayan sido robados o sean el centro de una disputa legal. Finalmente, llega la catalogación y con ella el periodo previo a la subasta.
Saint Albin considera que una de las características que diferencia a las casas de subasta es el hecho de que las ventas ocurren en el presente y los ejemplares son escasos. Dice que para volver a conseguir una de las piezas que se venden en estos eventos, un coleccionista podría esperar años para volver a encontrar el objeto que busca.
Más allá de las oportunidades que el director del departamento encuentra en las subastas, considera que las ventas de libros y documentos antiguos seguirá creciendo en Colombia. “Tanto en Bogotá, como en el resto del país, hubo muchos intelectuales en la segunda mitad del siglo XIX y eso ha ayudado a construir bibliotecas importantes. El tipo de interés que hubo en ese momento por estos textos habla mucho del dinamismo intelectual de Colombia. Aquí encontramos muchas cosas que vienen del extranjero, libros, mapas, documentos... Los colombianos siempre han comprado muchas cosas en el exterior y eso está bien porque fortalece el patrimonio”. Para Saint Albin el trabajo que se hace desde la casa de subasta con este tipo de objetos no solo se refleja en las ventas, sino en la creación de una nueva generación de coleccionistas en Colombia.