“Sufrí acoso escolar y lo que hice fue poner la otra mejilla”: Orlando Jaramillo
Para esta nueva entrega de Memorias conversadas, historias en primera persona, Isabel López Giraldo entrevistó a Orlando Jaramillo, un hombre que fue diagnosticado con autismo y que con el paso de los años aprendió a abrazar su diferencia.
Isabel López Giraldo
Soy una persona amigable, tranquila, literal, de rutinas, apasionada por la naturaleza y la tecnología y vivo dentro del espectro del autismo diagnosticado tardíamente en lo que se denomina Síndrome de Asperger que ha significado un reto.
Orígenes
Juan del Prado, médico librepensador, es mi décimo abuelo paterno quien influenció en el pensamiento moderno actual. Su vida la narró un escritor judío en la novela El impío. Mi abuelo paterno, Rafael Jaramillo, oriundo de Sonsón, Antioquia, fue una persona de gran carácter, estructurada, disciplinada, hacendado que trabajó el campo, pero que falleció cuando asaltaron su finca. Evelia Ulloa, mi abuela paterna, llevó una vida muy difícil cuando tuvo que sacar a sus siete hijos adelante dada la muerte de su esposo, entonces se instaló en Bogotá. Mi papá, Orlando Jaramillo, heredó el carácter de sus padres y afectado por la adversidad que afrontó la familia, estudió becado en el colegio y se graduó como ingeniero mecánico, se casó y se instaló en Venezuela, donde trabajó en una multinacional.
Mi abuelo materno, Mario Gutiérrez, fue un ingeniero agrónomo de La Mesa, Cundinamarca, en los años 50 desarrolló los cultivos de arroz en el llano venezolano, pero también fue abogado y escribió el diccionario jurídico de Venezuela. Tuvo muy buen sentido del humor y fue muy cercano a sus nietos a quienes nos recogía en el colegio, nos atendía con pasteles que hacían los portugueses, nos llevaba a la playa donde comíamos pescado a la orilla del mar y nos enseñó ajedrez. Mi abuela, Graciela Ulloa, nació en La Vega, Cundinamarca, tiene un carácter noble, fino humor y buen temperamento, es consentidora, cuidadora, me patrocinó en mis proyectos. Cocinaba unas galletas deliciosas de las que solo con los años me dio su receta, las empecé a preparar y a vender a los vecinos. Mi mamá, hija única, nació en Barquisimeto, creció en Caracas y estudió odontología en la Universidad Javeriana de Bogotá y en la Universidad Central de Venezuela. Quiso estudiar arte, pero no la apoyaron para lograrlo.
Mis papás son primos que compartieron toda la vida y como adultos se enamoraron, se casaron y tuvieron tres hijos, Lorena, Orlando y Ximena, quienes nacimos en Caracas y crecimos bajo los preceptos del respeto, la tolerancia, la unión.
Primeros años
Siempre me sentí diferente. Estando en primaria detecté una dificultad que no me permitía participar en deportes grupales, no fluía en mi comunicación con los compañeros, pero no contaba con herramientas que me ayudaran a superar mis dificultades. Sufrí acoso escolar y me costó superarlo. Por mi literalidad, lo que hice fue poner mi otra mejilla.
Me cambiaron de colegio donde tomé clases de karate y aprendí que los límites existen, si bien no se trataba de agredir a los otros, sí de defenderme. Un tutor del colegio me dijo: “Si ponen en duda tu carácter, te autorizo a que te defiendas físicamente”. Nunca lo hice, pero me sentí apoyado lo que me llenó de seguridad. Igual seguí desentonando en las charlas sociales. Y es que no entendía las bromas, ni los sarcasmos, ni los dobles sentidos, ni las ironías. Nuevamente, el tutor me dijo: “Si se ríen de algo tuyo, ríete también”. Para ese momento seguía sin ser diagnosticado.
Viví cosas agradables porque nadé, jugué tenis, tomé clases de baile, conformé un grupo de gaitas venezolanas que suenan en Navidad. Me quise federar en natación, gané medallas. Fui acogido por mis vecinos y, pese a que pasaba por inmaduro, me sentí protegido por ellos. Disfruté de un entorno sano, tolerante. En vacaciones veníamos a Colombia y así pude disfrutar de platos magníficos como sobre barriga, ajiaco, bandeja paisa.
Academia
Quise estudiar ingeniería industrial al considerar que con ella podría sacar adelante mi gusto por el emprendimiento. Apliqué a la Escuela Colombiana de Ingeniería después de presentar el ICFES, pasé, comencé la carrera en la que consolidé un grupo de amigos y obtuve buenos resultados académicos, pero tuve que regresar a Venezuela después de haber cursado cinco semestres.
Hice transferencia a la Universidad Católica, pero validar me generó mucho desgaste, se me dificultó muchísima geometría descriptiva que me hizo renunciar a la carrera. Me deprimí, entonces mi mamá decidió llevarme a un psicólogo, pues ella siempre sospechó que algo pasaba conmigo. Supe entonces que tenía autismo, pero no me lo comunicaron adecuadamente y, por lo tanto, en un comienzo no lo acepté.
Interesados en leer la historia completa, pueden ingresar a este enlace: https://isalopezgiraldo.com/historias/jovenes-talentos/orlando-jaramillo/
Soy una persona amigable, tranquila, literal, de rutinas, apasionada por la naturaleza y la tecnología y vivo dentro del espectro del autismo diagnosticado tardíamente en lo que se denomina Síndrome de Asperger que ha significado un reto.
Orígenes
Juan del Prado, médico librepensador, es mi décimo abuelo paterno quien influenció en el pensamiento moderno actual. Su vida la narró un escritor judío en la novela El impío. Mi abuelo paterno, Rafael Jaramillo, oriundo de Sonsón, Antioquia, fue una persona de gran carácter, estructurada, disciplinada, hacendado que trabajó el campo, pero que falleció cuando asaltaron su finca. Evelia Ulloa, mi abuela paterna, llevó una vida muy difícil cuando tuvo que sacar a sus siete hijos adelante dada la muerte de su esposo, entonces se instaló en Bogotá. Mi papá, Orlando Jaramillo, heredó el carácter de sus padres y afectado por la adversidad que afrontó la familia, estudió becado en el colegio y se graduó como ingeniero mecánico, se casó y se instaló en Venezuela, donde trabajó en una multinacional.
Mi abuelo materno, Mario Gutiérrez, fue un ingeniero agrónomo de La Mesa, Cundinamarca, en los años 50 desarrolló los cultivos de arroz en el llano venezolano, pero también fue abogado y escribió el diccionario jurídico de Venezuela. Tuvo muy buen sentido del humor y fue muy cercano a sus nietos a quienes nos recogía en el colegio, nos atendía con pasteles que hacían los portugueses, nos llevaba a la playa donde comíamos pescado a la orilla del mar y nos enseñó ajedrez. Mi abuela, Graciela Ulloa, nació en La Vega, Cundinamarca, tiene un carácter noble, fino humor y buen temperamento, es consentidora, cuidadora, me patrocinó en mis proyectos. Cocinaba unas galletas deliciosas de las que solo con los años me dio su receta, las empecé a preparar y a vender a los vecinos. Mi mamá, hija única, nació en Barquisimeto, creció en Caracas y estudió odontología en la Universidad Javeriana de Bogotá y en la Universidad Central de Venezuela. Quiso estudiar arte, pero no la apoyaron para lograrlo.
Mis papás son primos que compartieron toda la vida y como adultos se enamoraron, se casaron y tuvieron tres hijos, Lorena, Orlando y Ximena, quienes nacimos en Caracas y crecimos bajo los preceptos del respeto, la tolerancia, la unión.
Primeros años
Siempre me sentí diferente. Estando en primaria detecté una dificultad que no me permitía participar en deportes grupales, no fluía en mi comunicación con los compañeros, pero no contaba con herramientas que me ayudaran a superar mis dificultades. Sufrí acoso escolar y me costó superarlo. Por mi literalidad, lo que hice fue poner mi otra mejilla.
Me cambiaron de colegio donde tomé clases de karate y aprendí que los límites existen, si bien no se trataba de agredir a los otros, sí de defenderme. Un tutor del colegio me dijo: “Si ponen en duda tu carácter, te autorizo a que te defiendas físicamente”. Nunca lo hice, pero me sentí apoyado lo que me llenó de seguridad. Igual seguí desentonando en las charlas sociales. Y es que no entendía las bromas, ni los sarcasmos, ni los dobles sentidos, ni las ironías. Nuevamente, el tutor me dijo: “Si se ríen de algo tuyo, ríete también”. Para ese momento seguía sin ser diagnosticado.
Viví cosas agradables porque nadé, jugué tenis, tomé clases de baile, conformé un grupo de gaitas venezolanas que suenan en Navidad. Me quise federar en natación, gané medallas. Fui acogido por mis vecinos y, pese a que pasaba por inmaduro, me sentí protegido por ellos. Disfruté de un entorno sano, tolerante. En vacaciones veníamos a Colombia y así pude disfrutar de platos magníficos como sobre barriga, ajiaco, bandeja paisa.
Academia
Quise estudiar ingeniería industrial al considerar que con ella podría sacar adelante mi gusto por el emprendimiento. Apliqué a la Escuela Colombiana de Ingeniería después de presentar el ICFES, pasé, comencé la carrera en la que consolidé un grupo de amigos y obtuve buenos resultados académicos, pero tuve que regresar a Venezuela después de haber cursado cinco semestres.
Hice transferencia a la Universidad Católica, pero validar me generó mucho desgaste, se me dificultó muchísima geometría descriptiva que me hizo renunciar a la carrera. Me deprimí, entonces mi mamá decidió llevarme a un psicólogo, pues ella siempre sospechó que algo pasaba conmigo. Supe entonces que tenía autismo, pero no me lo comunicaron adecuadamente y, por lo tanto, en un comienzo no lo acepté.
Interesados en leer la historia completa, pueden ingresar a este enlace: https://isalopezgiraldo.com/historias/jovenes-talentos/orlando-jaramillo/