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                                                                                                                                Supermán vs el superhombre

                                                                                                                                Los enemigos del bien parecen surgir de Friedrich Nietzsche en las películas sobre buenos y malos, en una repetición de lo mismo que parece el eterno retorno, tantas veces enunciado por el autor de Zaratustra.

                                                                                                                                FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Nietzsche fue, desde su muerte, 25 de agosto de 1900, el enemigo ideal para el statu quo, el hombre a quien había que destruir como hombre y señalar como demente para invalidar sus ideas. Una vez enloquecido el personaje y manchadas sus costumbres, serían deslegitimados sus postulados, que también fueron tomados por una parte, y en muchos casos de sus manuscritos, inacabados y póstumos. Fue prohibido y siguió siendo prohibido, pero la simple prohibición no bastó para anularlo. Luego del “holocausto” contra los judíos, ideado y ejecutado por Adolf Hitler y sus agentes de las SS, autodenominados del Tercer Reich (Reino, en alemán), Nietzsche fue “acusado” de influir en Hitler.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Hitler habló en Mi lucha (Mein Kampf) de hombres superiores, dominadores, aunque lo hizo desde las razas. “Ante todo comprometo a la dirección de la nación y a sus seguidores a un escrupuloso cumplimiento de las leyes raciales y a una inmisericorde resistencia en contra del más nocivo de todos los pueblos, el judaísmo internacional”. La idea de una clase de hombres que estaba por encima de la de los demás era común en ellos dos, Hitler y Nietzsche, como lo fue en Platón, “La masa popular (hoi polloi) es asimilable por naturaleza a un animal esclavo de sus pasiones y sus intereses pasajeros, sensible a la adulación, sin constancia en sus amores y odios; confiarle el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor”, y como la concibieron Richard Wagner y Arthur Shopenhauer.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Con el siglo XX, por el cine, la prensa, la radio y la televisión, las ideas, aquéllas y otras cientos de miles, comenzaron a esparcirse. Las originales y sus copias, las teorías valerosas, la verdad por la verdad misma y las difamaciones tendenciosas. Se esparcieron entre las sociedades y penetraron en los individuos, sutil y efectivamente. Los “malos” del cine, de las tiras cómicas, de las novelas ligeras y de las crónicas e informes periodísticos talaron a los cineastas y los lectores. Como en The Wall, los transformaron en hombres idénticos a otros hombres y a otros hombres y a otros hombres, todos con el mismo bien, con el mismo mal e idénticos modelos.

                                                                                                                                Nietzsche, Shopenhauer, Emil Cioran y unos cuantos más, con sus textos y vidas, eran las representaciones del demonio, pues Hitler hubiera sido demasiado cruel. Poco creíble. Ni siquiera debía nombrársele. Los héroes, comenzando por Micky Mouse, en cambio, eran el bien, y por lo tanto, el paradigma. Y lo siguen siendo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                 

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Nietzsche fue, desde su muerte, 25 de agosto de 1900, el enemigo ideal para el statu quo, el hombre a quien había que destruir como hombre y señalar como demente para invalidar sus ideas. Una vez enloquecido el personaje y manchadas sus costumbres, serían deslegitimados sus postulados, que también fueron tomados por una parte, y en muchos casos de sus manuscritos, inacabados y póstumos. Fue prohibido y siguió siendo prohibido, pero la simple prohibición no bastó para anularlo. Luego del “holocausto” contra los judíos, ideado y ejecutado por Adolf Hitler y sus agentes de las SS, autodenominados del Tercer Reich (Reino, en alemán), Nietzsche fue “acusado” de influir en Hitler.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Hitler habló en Mi lucha (Mein Kampf) de hombres superiores, dominadores, aunque lo hizo desde las razas. “Ante todo comprometo a la dirección de la nación y a sus seguidores a un escrupuloso cumplimiento de las leyes raciales y a una inmisericorde resistencia en contra del más nocivo de todos los pueblos, el judaísmo internacional”. La idea de una clase de hombres que estaba por encima de la de los demás era común en ellos dos, Hitler y Nietzsche, como lo fue en Platón, “La masa popular (hoi polloi) es asimilable por naturaleza a un animal esclavo de sus pasiones y sus intereses pasajeros, sensible a la adulación, sin constancia en sus amores y odios; confiarle el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor”, y como la concibieron Richard Wagner y Arthur Shopenhauer.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Con el siglo XX, por el cine, la prensa, la radio y la televisión, las ideas, aquéllas y otras cientos de miles, comenzaron a esparcirse. Las originales y sus copias, las teorías valerosas, la verdad por la verdad misma y las difamaciones tendenciosas. Se esparcieron entre las sociedades y penetraron en los individuos, sutil y efectivamente. Los “malos” del cine, de las tiras cómicas, de las novelas ligeras y de las crónicas e informes periodísticos talaron a los cineastas y los lectores. Como en The Wall, los transformaron en hombres idénticos a otros hombres y a otros hombres y a otros hombres, todos con el mismo bien, con el mismo mal e idénticos modelos.

                                                                                                                                Nietzsche, Shopenhauer, Emil Cioran y unos cuantos más, con sus textos y vidas, eran las representaciones del demonio, pues Hitler hubiera sido demasiado cruel. Poco creíble. Ni siquiera debía nombrársele. Los héroes, comenzando por Micky Mouse, en cambio, eran el bien, y por lo tanto, el paradigma. Y lo siguen siendo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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