Svetlana oye a las víctimas
Hoy será la jornada más importante para la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich durante su visita a Colombia. Quiere acercarse a nuestra guerra a través de la voz de sobrevivientes. Publicamos tres experiencias de quienes le darán testimonio.
Nelson Fredy Padilla
“Soy un oído humano”, se ha descrito Svetlana Alexiévich. Y al oír a sobrevivientes, un día supo que había nacido para que esas voces hablaran en polifonía a través de su escritura. Por transformar esos testimonios en un documento para la historia ganó el Premio Nobel de Literatura 2015.
De ahí su interés en venir a Colombia, la última guerra de América, para entender por qué aquí nos matamos desde hace más de medio siglo, para confrontar esta violencia con la de la antigua Unión Soviética, para acercarse un palmo más al alma humana.
Si hubo una exigencia a la Cámara Colombiana del Libro -encargada de coordinar su visita a Bogotá como invitada a la Feria Internacional del Libro- fue que le concedieran una tarde para conocer víctimas, en especial mujeres, pues la identidad de su obra es femenina, como se puede comprobar en dos textos que acaban de llegar a librerías nacionales: Voces de Chernóbil (sello Debolsillo), en memoria de la tragedia nuclear de hace 30 años. Cita: “El médico le dice acerca de su marido moribundo: ‘¡No se acerque a él! ¡No puede besarlo! ¡Prohibido acariciarlo! Su marido ya no es un ser querido, sino un elemento que hay que desactivar”. Y La guerra no tiene rostro de mujer (sello Debate), sobre las rusas y la Segunda Guerra Mundial. Cita: “Acabada la guerra me casé enseguida. Me oculté tras la sombra de mi marido. En la sombra de lo cotidiano, de los pañales. Mi mamá me pedía: ‘¡No hables! No confieses’”.
La novelista, casi siempre en trance de monólogo, se preguntaba: “¿Con qué palabras se puede transmitir lo que oigo? Buscaba un género que correspondiera a mi modo de ver el mundo, a mi mirada, a mi oído”. Concluía: “Cada vez me convierto más en una gran oreja, bien abierta, que escucha a otra persona. ‘Leo’ la voz”. Así encontró su estilo narrativo, a través del “suceso de los sentimientos”, en busca de la verdad de la guerra, la vida y la muerte. Su voz dirige el coro: “Juntos escribimos el libro del tiempo”.
Ese ejercicio lo hará hoy en la sede de la Cámara del Libro, donde se sentará, en compañía de la premio nobel de paz Jody Williams, a oír voces convocadas por la Unidad para las Víctimas de la Presidencia de la República. Esto le van a contar:
Nelly Paz, víctima de violencia sexual a manos de la guerrilla: En el video está de espaldas a la cámara, frente al oleaje del Pacífico; se ve joven, peinada con largas trenzas y chaquiras en las puntas; las gaviotas revolotean a su alrededor mientras cuenta: “Tenía 16 años cuando esa persona me... (no encuentra la palabra) cuando esa persona llegó a la casa a decirle a mi mamá que si yo no era de él le hacía daño. Me tocaba salir con él. ¿Por qué? Por la vida de mi mamá, de mi hermana. Están en Bocas de Satinga, donde la vida era alegre y se escuchaba música por todos lados. Uno vivía tranquilo. Como corría peligro, aproveché que ellos se fueron para el monte a hacer sus fechorías. Llegó un barco y le dije al cocinero que me llevara a Buenaventura, a donde llegué con una mano adelante y otra atrás. (Años después regresó y lo cuenta dándole la cara a la cámara de la Unidad de Víctimas). Pensé que no volvía. Regresé para que mi hijo conociera a su abuela. Y yo volver a estar con mi hermana y mi mamá, que está enterita toda para mí. Les pido a las mujeres que denuncien. Hay que sonreírle a la vida”.
Darla Cristina González Arias, víctima con orientación sexual diversa, reclutada por la guerrilla de las Farc cuando tenía 12 años y violada por la Policía: cuando se llamaba Cristian Camilo González vio mientras jugaba en una cancha de San Luis (Antioquia) que guerrilleros del frente 9 de las Farc descendían de una camioneta y fijaban su mirada en él. “Yo estaba con dos amigos. Nos dijeron: ‘Nos vamos’. Subimos al carro, nos llevaron hasta Granada y caminamos más de 12 horas hasta una escuela de formación de la guerrilla. Ahí recibimos, durante cinco meses, entrenamiento militar sobre la ideología política de las Farc y el manejo de armas. Había restricciones en la comida, un tiempo para bañarnos y un día a la semana de descanso”. Reconoce que le “trabajaron mucho tiempo la cabeza”. Desde que es consciente, asegura que se sintió atraída por los hombres. En silencio, era un niño gay en el campo, “donde a todos les gustaban las niñas y yo creía que era el único con esas características ‘extrañas’”. Cuando en el entrenamiento alguien mostraba signos de debilidad lo llamaban “marica”. “Eso era una forma prerrogativa de referirse al homosexualismo. A un chico del pueblo, que era profesor de danza y abiertamente gay, lo mataron y lo dejaron a la orilla del río, y todo el mundo decía que lo habían matado por ‘marica’. Siempre ha existido esa forma de justificación y victimización”. Cuando estaba listo para el combate, a Cristian le dieron la oportunidad de visitar a sus padres, pero pasó de largo y escapó a Cali (Valle). Antes de cumplir 18 años, el joven se había desplazado por Pereira, Armenia, Manizales, Cartago y Bucaramanga. Terminó como trabajador sexual en la calle. Hoy, a los 30 años y reconocida como mujer trans, Darla es la coordinadora de la Mesa de Participación Efectiva de Víctimas en Nariño y defiende derechos de las víctimas LGBTI. Persisten las amenazas en su contra, según le dijo a Pilar Cuartas, periodista de El Espectador.
Svetlana Alexiévich también oirá a Gloria Salmanca, a quien le desaparecieron a su hijo; a Alejandra Mahecha, desplazada por la violencia; a Matilde Cardoso, víctima de violencia sexual, y a Andrés Salazar, sobreviviente de mina antipersonal y ahora atleta paralímpico. Oír, sentir, escribir hasta que el eco trascienda desde lo literario. Con esta metodología, la nobel bielorrusa también hizo novelas sobre el fin de la URSS, los conflictos en Afganistán y en Chechenia, porque “si no reflexionamos sobre la guerra, corremos el peligro de convertirnos poco a poco en fieras”.
“Soy un oído humano”, se ha descrito Svetlana Alexiévich. Y al oír a sobrevivientes, un día supo que había nacido para que esas voces hablaran en polifonía a través de su escritura. Por transformar esos testimonios en un documento para la historia ganó el Premio Nobel de Literatura 2015.
De ahí su interés en venir a Colombia, la última guerra de América, para entender por qué aquí nos matamos desde hace más de medio siglo, para confrontar esta violencia con la de la antigua Unión Soviética, para acercarse un palmo más al alma humana.
Si hubo una exigencia a la Cámara Colombiana del Libro -encargada de coordinar su visita a Bogotá como invitada a la Feria Internacional del Libro- fue que le concedieran una tarde para conocer víctimas, en especial mujeres, pues la identidad de su obra es femenina, como se puede comprobar en dos textos que acaban de llegar a librerías nacionales: Voces de Chernóbil (sello Debolsillo), en memoria de la tragedia nuclear de hace 30 años. Cita: “El médico le dice acerca de su marido moribundo: ‘¡No se acerque a él! ¡No puede besarlo! ¡Prohibido acariciarlo! Su marido ya no es un ser querido, sino un elemento que hay que desactivar”. Y La guerra no tiene rostro de mujer (sello Debate), sobre las rusas y la Segunda Guerra Mundial. Cita: “Acabada la guerra me casé enseguida. Me oculté tras la sombra de mi marido. En la sombra de lo cotidiano, de los pañales. Mi mamá me pedía: ‘¡No hables! No confieses’”.
La novelista, casi siempre en trance de monólogo, se preguntaba: “¿Con qué palabras se puede transmitir lo que oigo? Buscaba un género que correspondiera a mi modo de ver el mundo, a mi mirada, a mi oído”. Concluía: “Cada vez me convierto más en una gran oreja, bien abierta, que escucha a otra persona. ‘Leo’ la voz”. Así encontró su estilo narrativo, a través del “suceso de los sentimientos”, en busca de la verdad de la guerra, la vida y la muerte. Su voz dirige el coro: “Juntos escribimos el libro del tiempo”.
Ese ejercicio lo hará hoy en la sede de la Cámara del Libro, donde se sentará, en compañía de la premio nobel de paz Jody Williams, a oír voces convocadas por la Unidad para las Víctimas de la Presidencia de la República. Esto le van a contar:
Nelly Paz, víctima de violencia sexual a manos de la guerrilla: En el video está de espaldas a la cámara, frente al oleaje del Pacífico; se ve joven, peinada con largas trenzas y chaquiras en las puntas; las gaviotas revolotean a su alrededor mientras cuenta: “Tenía 16 años cuando esa persona me... (no encuentra la palabra) cuando esa persona llegó a la casa a decirle a mi mamá que si yo no era de él le hacía daño. Me tocaba salir con él. ¿Por qué? Por la vida de mi mamá, de mi hermana. Están en Bocas de Satinga, donde la vida era alegre y se escuchaba música por todos lados. Uno vivía tranquilo. Como corría peligro, aproveché que ellos se fueron para el monte a hacer sus fechorías. Llegó un barco y le dije al cocinero que me llevara a Buenaventura, a donde llegué con una mano adelante y otra atrás. (Años después regresó y lo cuenta dándole la cara a la cámara de la Unidad de Víctimas). Pensé que no volvía. Regresé para que mi hijo conociera a su abuela. Y yo volver a estar con mi hermana y mi mamá, que está enterita toda para mí. Les pido a las mujeres que denuncien. Hay que sonreírle a la vida”.
Darla Cristina González Arias, víctima con orientación sexual diversa, reclutada por la guerrilla de las Farc cuando tenía 12 años y violada por la Policía: cuando se llamaba Cristian Camilo González vio mientras jugaba en una cancha de San Luis (Antioquia) que guerrilleros del frente 9 de las Farc descendían de una camioneta y fijaban su mirada en él. “Yo estaba con dos amigos. Nos dijeron: ‘Nos vamos’. Subimos al carro, nos llevaron hasta Granada y caminamos más de 12 horas hasta una escuela de formación de la guerrilla. Ahí recibimos, durante cinco meses, entrenamiento militar sobre la ideología política de las Farc y el manejo de armas. Había restricciones en la comida, un tiempo para bañarnos y un día a la semana de descanso”. Reconoce que le “trabajaron mucho tiempo la cabeza”. Desde que es consciente, asegura que se sintió atraída por los hombres. En silencio, era un niño gay en el campo, “donde a todos les gustaban las niñas y yo creía que era el único con esas características ‘extrañas’”. Cuando en el entrenamiento alguien mostraba signos de debilidad lo llamaban “marica”. “Eso era una forma prerrogativa de referirse al homosexualismo. A un chico del pueblo, que era profesor de danza y abiertamente gay, lo mataron y lo dejaron a la orilla del río, y todo el mundo decía que lo habían matado por ‘marica’. Siempre ha existido esa forma de justificación y victimización”. Cuando estaba listo para el combate, a Cristian le dieron la oportunidad de visitar a sus padres, pero pasó de largo y escapó a Cali (Valle). Antes de cumplir 18 años, el joven se había desplazado por Pereira, Armenia, Manizales, Cartago y Bucaramanga. Terminó como trabajador sexual en la calle. Hoy, a los 30 años y reconocida como mujer trans, Darla es la coordinadora de la Mesa de Participación Efectiva de Víctimas en Nariño y defiende derechos de las víctimas LGBTI. Persisten las amenazas en su contra, según le dijo a Pilar Cuartas, periodista de El Espectador.
Svetlana Alexiévich también oirá a Gloria Salmanca, a quien le desaparecieron a su hijo; a Alejandra Mahecha, desplazada por la violencia; a Matilde Cardoso, víctima de violencia sexual, y a Andrés Salazar, sobreviviente de mina antipersonal y ahora atleta paralímpico. Oír, sentir, escribir hasta que el eco trascienda desde lo literario. Con esta metodología, la nobel bielorrusa también hizo novelas sobre el fin de la URSS, los conflictos en Afganistán y en Chechenia, porque “si no reflexionamos sobre la guerra, corremos el peligro de convertirnos poco a poco en fieras”.