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Usted corre desde hace 20 años. ¿Cómo surgió su interés hacia el atletismo?
Cuando estaba en el colegio, practicaba fútbol en Rionegro, Antioquia. Después me aburrí un poco, porque me gusta ser competitivo en el deporte y veía que entrenaba el doble que mis compañeros de fútbol, pero no lograba sobresalir. Entonces, estuve un año sin realizar actividad física. Más tarde me di cuenta de que siempre me iba bien en las pruebas de larga distancia que hacían en el equipo, así que decidí entrenar atletismo. Al principio lo hice de forma recreativa, porque tenía mucho tiempo libre y quería hacer algo. En 2005, comencé a ir al Club de Atletismo de Rionegro y fue en ese momento cuando me entusiasmé con este deporte. También descubrí que, a partir de las competencias o los chequeos que realizaban en el club, podía tener una proyección más competitiva.
¿Por qué ese gusto por competir?
Me gusta saber cuál es el límite al que puedo llevar mi cuerpo con disciplina y constancia, y conocer mi progreso en números, porque este es un deporte que está muy encasillado en tiempos.
¿Para usted qué significa correr?
Es un estilo de vida. Desde que me levanto hasta que me acuesto estoy pensando en correr. Realmente es una actividad física que me gusta y, sobre todo, si tiene ese componente competitivo va a ser algo que me mantendrá siempre interesado. Soy consciente de que con el tiempo el rendimiento va cambiando, porque llegan otros atletas o uno va envejeciendo. Pero, a pesar de eso, uno trata de mantenerse a nivel competitivo.
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¿Cree que este deporte lo ha hecho ser más consciente de su cuerpo?
Sí. Cuando empecé a correr tenía 18 o 19 años y no tenía conciencia de la necesidad de una recuperación, del fortalecimiento o una implementación adecuada para practicar este deporte. Pero uno empieza a ser más consciente cuando tiene un entrenador y una estructura de entrenamiento. Entonces, al madurar deportivamente, fui más consciente al practicar, sobre todo, a un nivel más alto, porque hay temporadas en las que uno hace entre 150 y 200 kilómetros semanales, que es algo agresivo para el cuerpo. Así que tienen que ser proporcionales la exigencia y el cuidado que uno debe tener con el cuerpo para no lesionarse y poder seguir corriendo, porque es algo que pienso continuar haciendo durante muchos años.
¿Por qué razón dejaría de correr?
Realmente, tiene que haber una razón física, como algún problema con mis rodillas o algo similar. Desde que empecé a correr quise hacerlo para siempre. Quiero vivir el atletismo hasta que me muera.
Usted participó este año en The Speed Project, una maratón clandestina de más de 500 kilómetros, que se realiza en el desierto Death Valley de Estados Unidos…
Lo que tenía de especial esta competencia es que era en equipo, porque siempre encasillamos el atletismo como un deporte individual. Nuestro equipo estuvo conformado por seis integrantes. El Speed Project era de esas competencias que uno solo ve en redes sociales, como algo lejano, que solo sigue y se entera de quien gana. De hecho, la inscripción es diferente a otras carreras, porque no tiene una página, no existen números de contactos o correos, toca es mirar quién ha participado (todos esos elementos la hacían más intocable). Un día, Adriana, una de las integrantes, me habló de la carrera y le propuse que hiciéramos lo mismo, pero en Rionegro. Sin embargo, me animó a que nos inscribiéramos en el Speed Project. Tiempo después, nos reunimos para decidir quiénes serían los otros integrantes. Entonces, llegamos a la conclusión de que en una prueba como esta no era tan importante el nivel deportivo, sino el compañerismo, cómo sería nuestra relación como equipo, pues íbamos a estar sometidos a algo desconocido y extremo.
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¿Qué lo animaba a competir en esta carrera?
Lo diferente que era, porque este 2023 cumplí 20 años como corredor y nunca había tenido ese tipo de experiencia a nivel deportivo. No me gusta trabajar en equipo, pero decidí hacerlo porque iba a competir con personas muy cercanas, en condiciones distintas, iba a correr el triple de kilómetros que normalmente hago en una competencia y sería la primera vez que Colombia participaría. Todo eso me animaba a estar en esa carrera.
¿Por qué no le gusta competir en equipo?
No sé… Pero la verdad es que ya he cambiado, porque soy entrenador y lo que me gusta inculcarles a mis alumnos es que, aunque se trate de un deporte individual, es clave trabajar en equipo. Entonces, si quiero seguir promoviendo esa filosofía, necesito ser coherente. Yo no puedo decirles a ellos que es chévere trabajar en equipo, sin que a mí me motive hacerlo.
Más allá de la coherencia, ¿qué lo ha ayudado a transformar su pensamiento?
Los resultados, el ambiente que se genera en un grupo y que hay mayor libertad para que todos propongan, porque muchas veces cuando a uno no le gusta trabajar en equipo o se encasilla en que es el líder y es quien tiene la última palabra, las cosas no fluyen.
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¿Cuáles fueron los principales retos que tuvieron que afrontar durante el Speed Project?
Desde que seguía esta carrera en redes sociales, conocí a un español que estuvo concursando en ella en 2018. Nosotros sostuvimos una reunión con él y nos dijo que no nos estresáramos por cuántos kilómetros íbamos a correr o acumular en el entrenamiento, por quién iba a ser el más fuerte o él que iba a liderar. Nos recomendó que solo nos enfocáramos en la amistad, la camarería y en cómo íbamos a fortalecer todo eso. Y eso fue lo que hicimos. Durante la carrera estábamos muy prevenidos sobre cuál sería nuestro punto de quiebre cuando estuviéramos muy cansados, porque prácticamente no dormimos. Pero nos llevamos la sorpresa de que el equipo se mantuvo conectado, pues todos tuvimos una buena actitud. El punto de quiebre nunca llegó. Pienso que desde la elección del equipo estuvimos previniendo o amortiguando situaciones que nos pudieran generar roces.
¿Qué enseñanzas le dejó esta carrera?
La primera enseñanza es que vale la pena trabajar en equipo. También que, si uno realmente quiere algo y trabaja por eso, se logra.