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El director suizo Thierry Fischer tiene una hoja de vida poco común, empezando por el hecho de haberse formado como flautista. Esa experiencia, sin embargo, le otorga una comprensión muy propia de la orquesta, que resulta en una sonoridad muy propia. Desde hace tres años, Fischer está al frente de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Con ellos ha explorado las sinfonías de Beethoven, pero sin olvidar su profundo conocimiento y afecto por la obra de un compositor menos conocido, su coterráneo Frank Martin: sus sinfonías, conciertos y hasta una ópera hacen parte de su discografía.
Pese a estar al frente de una orquesta española, Fischer recién empieza a enfrentarse a obras como “El amor brujo” de Manuel de Falla. Ese es precisamente el repertorio que trae al XIX Cartagena Festival de Música: la aventura de una música que explora las raíces de España sin desprenderse de un lenguaje clásico europeo. Sobre sus recuerdos musicales, y sobre esta nueva aventura ibérica, versó esta conversación con el director.
Su primer instrumento fue la flauta, lo cual es inusual, porque la mayoría de los directores se inician con el piano o el violín. ¿Qué se puede aprender de la música y su dinámica a través de la flauta?
Lo mejor que me trajo este instrumento fue haber sido flautista principal de diversas grandes orquestas, bajo la batuta de directores fantásticos. El flautista se ubica en la mitad de la orquesta. Ese detalle me permitía interactuar con las cuerdas, que están al frente, y con los cobres y la percusión, que están detrás. Esto sin mencionar el intercambio de aproximaciones musicales y el hecho de hacer música en vivo con grandes maestros. Con todos ellos aprendí muchísimo.
En sus primeros años como profesional fue miembro de una orquesta dirigida por Claudio Abbado. ¿Qué recuerdos tiene de él?
Sin duda alguna, Claudio Abbado era la representación viva de un genio. Cuando tocaba bajo su dirección sentía que me impulsaba más allá de las fronteras de los misterios más profundos de la música. Fue un músico capaz de trascender a través de su manejo de la orquesta.
Analizando su discografía, es notable que ha dedicado varias grabaciones a la obra de su coterráneo, el suizo Frank Martin. No es el más famoso de los compositores, pero sí un nombre interesante. ¿Qué ha descubierto en esa música?
Frank Martin compuso música a lo largo de 75 años, desde 1899 hasta 1974. Es decir, atravesó el siglo XX, y lo hizo manteniendo como nadie las herramientas más sencillas para expresar la belleza. Su autenticidad es asombrosa. Su repertorio es de una variedad inmensa, desde la música religiosa hasta el jazz, la poesía, la ópera, el ballet, el concierto, la música de cámara y la música sinfónica. Actualmente, en Ginebra, estamos en medio de un festival llamado “La odisea de Frank Martin”, celebrando toda la música que escribió, que durará hasta 2027. Además, su música me trajo una gran sensación de paz cuando la descubrí, siendo adolescente.
Hablemos del repertorio español que la orquesta va a interpretar en Cartagena. Tenemos tres grandes nombres: Manuel de Falla, Isaac Albéniz y Enrique Granados. Quisiera pedirle que nos hable de lo único que hay en la música de cada uno de ellos.
Estamos hablando de los tres compositores más celebrados de España. Cada uno de ellos le brindó una contribución única a la música clásica, a la vez que estaban profundamente influenciados por la herencia cultural española. Es una música que refleja la identidad de España, al mismo tiempo que abraza la tradición clásica europea. En el caso de Manuel de Falla, veo una síntesis de la tradición folclórica y la técnica clásica; en Albéniz, el uso impresionista de las armonías, y en Granados, una cualidad expresiva que transmite las emociones más profundas. Los tres son enormemente inspiradores, son como el corazón de España.
Con respecto a la región de Castilla y León, es llamativo que no está lejos de Madrid y a la vez comparte una extensa frontera con Portugal. ¿Cómo percibe esa identidad?
La identidad de Castilla y León es una mezcla de su rica historia, sus profundas raíces culturales y su vitalidad contemporánea. La capital, Valladolid, es una ciudad donde el pasado y el presente coexisten en armonía, con un enfoque hacia las tradiciones intelectuales y artísticas. Esto la hace un lugar vibrante para sus residentes y para los artistas en general.
La Orquesta de Castilla y León desarrolla también una labor social. Constantemente se presentan en centros educativos para que los estudiantes escuchen esta música, quizá por primera vez en sus vidas. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
En la orquesta estamos muy comprometidos con la transmisión de valores musicales esenciales: la belleza, la capacidad de escuchar a los demás, la búsqueda de la excelencia, la disciplina personal, entre otras cosas. Esto es lo que les brindamos a los niños y adolescentes en las escuelas. Ese compromiso es un ejemplo de cómo el sonido puede brindarle la armonía a cualquier persona, de cualquier edad.