Tito Rodríguez: “El inolvidable” que vivió cincuenta años
El cantante puertorriqueño, recordado por la canción “Inolvidable”, estaría cumpliendo hoy cien años, pero falleció de leucemia el 28 de febrero de 1973.
Danelys Vega Cardozo
“En la vida hay amores que nunca/ Pueden olvidarse/ Imborrables momentos que siempre/ Guarda el corazón/ Porque aquello que un día nos hizo/ Temblar de alegría/ Es mentira que hoy pueda olvidarse”, cantaba Tito Rodríguez en la canción Inolvidable, compuesta por Julio Gutiérrez. Y entonces, con el tiempo, el músico dejó de ser conocido como Tito Rodríguez y pasó a ser llamado “El inolvidable”.
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“En la vida hay amores que nunca/ Pueden olvidarse/ Imborrables momentos que siempre/ Guarda el corazón/ Porque aquello que un día nos hizo/ Temblar de alegría/ Es mentira que hoy pueda olvidarse”, cantaba Tito Rodríguez en la canción Inolvidable, compuesta por Julio Gutiérrez. Y entonces, con el tiempo, el músico dejó de ser conocido como Tito Rodríguez y pasó a ser llamado “El inolvidable”.
El inolvidable que con 16 años partió de Puerto Rico y se trasladó a Nueva York. Llegó solo, pero no tuvo que estarlo porque su hermano Johnny Rodríguez, quien también era cantante y músico, ya vivía desde hace un par de años en aquella ciudad. De hecho, fue el mismo Tito Rodríguez quien le expresó un día a su hermano que quería marcharse de aquella isla. Deseo que incrementó cuando sus padres fallecieron. En su nuevo lugar de residencia cosechó éxitos, pero también derrotas.
En Nueva York terminó cantando y hasta grabando con unos compatriotas: el Cuarteto Marcano, que había sido fundado por Pedro Marcano. Luego, vinieron los tiempos con el Cuarteto Caney, con esa agrupación que logró conquistar a los estadounidenses con su música cubana. Paradójicamente, sus temas llegaron a San Juan (Puerto Rico) y La Habana (Cuba), pero nunca cantaron en aquellas dos ciudades. Pasaron los años y El inolvidable conoció al cubano José Curbelo, quien le ofreció ser parte de su orquesta. Aquel hombre quizá fue crucial en su vida, no solo por lo que le enseñó, sino porque conoció el amor una noche en un bar, durante una de las presentaciones que realizaba con la orquesta de Curbelo. Aquel día se enamoró de una corista: Takeku Kunimatsu. Se casó con esa mujer, con esa que con el tiempo también se convirtió en la madre de sus dos hijos.
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Entonces, vino la primera batalla perdida por su propia responsabilidad. Se dice que estuvo desempleado durante un largo tiempo por culpa de una mentira. La mentira de asegurarle a Curbelo que necesitaba cuidar a su esposa enferma, aunque, en realidad, lo que le hacía falta era tomarse unos cuantos tragos en un bar. Curbelo descubrió la verdad y lo despidió. Pero, quizá sin aquel suceso no se hubiera animado a independizarse y poner a marchar su propio proyecto musical. Porque en 1948 fundó su propia orquesta: Mambo Devils (Diablos del Mambo), que tiempo después pasó a llamarse Los Lobos del Mambo, por petición de la disquera Tico Records con quien habían firmado un contrato de grabación. Una vez más, en 1953 aquel conjunto musical cambió de nombre y pasó a denominarse Tito Rodríguez y su Orquesta. La orquesta que un día dejó de existir y con ella también su estadía en Estados Unidos o al menos por un tiempo.
Regresó a su tierra natal y se embarcó en la aventura de tener su propio programa televisivo. Aquel por donde pasaron artistas como Sammy Davis Jr., Tony Bennett y Shirley Bassey. El puertorriqueño, que quizá era más un neoyorquino, no se quedó a vivir en su isla, se regresó a Estados Unidos. “Oye estoy como nunca, / Estoy acabando de nuevo empezando la vida otra vez/ Los que pensaban verme hecho tierra/ Y que creían ganarme la guerra/ Conmigo fracasaron se equivocaron/ Y les gané. Ganó en aquel tema titulado Estoy como nunca, pero no pudo derrotar a la muerte.
Un día, durante una grabación, empezó a presentar algunos síntomas de una enfermedad potencialmente mortal, de esa que le confirmaron estando de paso por Londres: leucemia. A pesar de su padecimiento siguió cantando durante unos años más, pero todo empeoró el 2 de febrero de 1973 cuando ofreció su última presentación. Ni si quiera pudo culminarla, porque tuvo que abandonarla cuando iba a la mitad. Entonces, lo llevaron a un hospital, a ese en donde no quiso ni comer. Unos días después, murió acompañado: en los brazos de su esposa.
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