Tomás Molano: “La mente es obstinada, caprichosa e imperiosa. Prefiero sentir”
Una entrevista con Tomás Molano, líder de Santiamén Artesano, restaurante de La Calera. Habla sobre este espacio que, aclara, no vende comida, sino alimento. Explica porqué el pasado es importante para este sitio, argumenta sobre su decisión de no leer y defiende su punto sobre la relevacia que encuentra en sentir más y pensar menos.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Tomás Molano se fue a estudiar fotografía a Argentina. Cuando terminó, el director le dijo “Veo un Molano, una obra que ya no es de un aprendíz”. Su papá murió mientras estuvo fuera del país y, unos minutos antes del momento final, una fiebre altísima le avisó que debía llamarlo. “Su padre se fue”, le avisó su mamá, que unos días después le pidió que extendiera su estadía por fuera. Comenzó cocina en el Instituto Gato Dumas, lugar en el que no duró mucho por una incomodidad con la que no pudo negociar: la comida que se preparaba durante las clases, terminaba en la basura. Él propuso que la llevaran a una institución de ciegos que conocía y, según cuenta, sus notas bajaron cuando comenzaron a notar su incomodidad: “Iban a coartar mi posibilidad de ser. No se pudo así”.
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Tomás Molano se fue a estudiar fotografía a Argentina. Cuando terminó, el director le dijo “Veo un Molano, una obra que ya no es de un aprendíz”. Su papá murió mientras estuvo fuera del país y, unos minutos antes del momento final, una fiebre altísima le avisó que debía llamarlo. “Su padre se fue”, le avisó su mamá, que unos días después le pidió que extendiera su estadía por fuera. Comenzó cocina en el Instituto Gato Dumas, lugar en el que no duró mucho por una incomodidad con la que no pudo negociar: la comida que se preparaba durante las clases, terminaba en la basura. Él propuso que la llevaran a una institución de ciegos que conocía y, según cuenta, sus notas bajaron cuando comenzaron a notar su incomodidad: “Iban a coartar mi posibilidad de ser. No se pudo así”.
“Persisto en la esperanza y contagio amor. Estoy colmado de amor, no lo puedo contener y cada día hay cosecha. Estoy convencido de la siembra, de la conexión con otras personas que resuenen con esto y que, además, sepan que así como las estrellas brillan, nosotros también deberíamos brillar para ellas”, dice Molano, que está convencido de que lo importante es administrar los sentimientos, no el dinero. Dice que cree en un mundo mejor, pero no en las religiones “porque esas son formatos”.
En Argentina y después de salir de Gato Dumas, llegó a un taller para hacer pan biológico en un lugar llamado Capilla del monte. Allí se encontró con Pablo Perret, que tenía un letrero que decía: “Bienvenidos al jardín de los presentes”. Los primeros días de ese taller “fueron humanos”. Aprendió sobre el pan, sí, pero además coincidió con otra persona que se consideraba alimentadora y que encontraba en esa labor una oportunidad para invertir en él y en el otro.
Después de vivir con Perret, se le ocurrió que la mejor manera de volver a su país era con un horno de leña y un pan biológico. Así regresó a Colombia. Durante una Luna llena y después de conspirar con provedores y un amigo, le construyó un horno a María Eugenia, su mamá. A las 5 de la mañana, el regalo y su regreso estuvieron listos.
“No riño con el pensamiento, me encanta pensar, soy un goloso, pero hago uso de la razón, no vivo de ella ni para ella”, agrega el líder de Santiamén Artesano, un resturante ubicado en el Kilómetro 7 de La Calera. En esta entrevista habla sobre este espacio que, aclara, no vende comida, sino alimento. Explica porqué el pasado es importante para este sitio, argumenta sobre su decisión de no leer y defiende su punto sobre la relevacia que encuentra en sentir más y pensar menos.
¿De dónde viene la idea de abrir Santiamén Artesano?
En 1983, Alfonso Molano y María Eugenia Echavarría decidieron darle rumbo a esta historia que se llama Santiamén. Fundaron un proyecto en el que primaba la humanidad y la bohemia. Era un restaurante lindo en el que también se ofrecía el servicio de bar. La energía que hoy sentimos no se la debemos, exclusivamente, al proyecto presente, sino que también tiene mucho del legado, del lugar, de esta casa que alojó el origen. El proyecto actual se inició en 2019 como un pequeño espacio en la panadería de mi madre.
¿Por qué se llama Santiamén?
Santiamén es paisa. “En un santiamén” sería la expresión completa. Eso quiere decir: en un instante, un paso rápido. Este lugar le resolvía necesidades como un chorizo, una porción de carne, unas papas, empanadas, etc, a una pequeña comunidad de campesinos que se fueron ubicando en este lugar. Así fue como se convirtió en un espacio de mucha generosidad. La gentileza paisa de mi madre fue importantísima para hacerle sentir a las personas que este era un lugar de bienvenida.
¿Y su papá? Cuál fue el rol de cada uno de ellos...
Mi papá muy rolo: nacido en Bogotá, pero criado en la montaña. Él es el coequipero de ese arranque de Santiamén en el 83. Un hombre bohemio y gustoso de una vida no formateada, no llevada al consumismo ni a las ciudades. Alfo era de este estilo de vida (así le decíamos a mi padre) y Geña (así le decimos a mi madre) se sumó.
¿Qué ofrecía el Santiamén de ese entonces y cuál es su relavancia en el del presente?
El Santiamén del pasado formó una bohemia en su ambiente y se popularizó por la generosidad y recibimiento de estas dos personas que, durante ocho o diez años, ofrecieron restaurante, bar, música, arte y cultura.
¿Por qué cerró?
En ese bohemia/bar se trasnochaba y rumbeaba mucho. Aquí, por ejemplo, venía a tertuliar Jaime Garzón, que de alguna manera es parte de los hitos de la clientela de Santiamén. También aquí se inspiró Andrés Jaramillo (Andrés Carne de res). También es paralelo en su nacimiento a Pipintá, que hoy se llama El tambor, y a Tramonti, en la región Calera como restaurantes. Durante esas jornadas, la parranda creció y creció, así que los jueves, viernes y sábados, este lugar se enfiestó en las noches. Nosotros, Tomás y Martín (hermano), comenzamos a hacer parte de las noches de Santiamén. Las copas fueron ganando camino y embrumando el ambiente de este sitio y de mis padres. Mi mamá comenzó a inquietarse mucho y, a mis 10 años, justamente después del mundial del 94, cerramos. Mi mamá priorizó nuestra crianza y mi papá estuvo de acuerdo.
¿Por qué La Calera?
Todos estos territorios era potreros de pastoreo de ganado y de siembra de papa. Santiamén se desarrolló entre columnas y enmaderado sencillo. En su crecimiento, evolucionamos, claro, pero fue con el tiempo. El que vemos hoy es el que nació hace 35 años. Mi mamá ya había emprendido un proyecto de panadería cuando cerramos. Fue en un local paralelo que, en ese entonces, era un vivero. Lo que ocurrió es que mis papás continuaron con una panadería que comenzó a producir en un horno de leña con ayuda de Carlitos, quien permanece hasta hoy. “Para los visitantes de fin de semana, los que vienen a sus casa quintas, tendremos pandebonos, almojabanas y pandeyucas”, fue lo que dijo mi madre. Así continuaron.
Pero Santiamén es mucho más que este resturante. Es decir, a la zona en la que está ubicado se le conoce como Santiamén...
Sí, también es el nombre de una región. Es un punto de referencia. En Bogotá las indicaciones son así: entrando por Santiamén, o nos encontramos ahí, o algo así. Es un punto de referencia de ubicación entre Bogotá y La Calera. Cuando cesó la actividad del primer restaurante, la gente quedó con ese eco, pero como punto de referencia. Después hubo intentos de restaurantes porque mis padres quedaron saturados de la actividad, así que únicamente permanecieron con una labor un poquito más noble, si se quiere, que es la de la panaderia más pequeña.
Hablemos de su profesión...
Soy fotógrafo y, aunque no ejerzo, la carrera me ayudó para aprender a mirar bonito la vida.
¿Por qué eligió la fotografía?
Soy fotógrafo en esencia. Me gusta la armonía y la integro. Cuando tenía que ubicar una carrera, la biología no calificaba porque no soy académico. De hecho no leo.
¿No lee?
No, no sé si lea esta entrevista. Se volvió un acto deliberado el no leer.
¿Por qué?
Creo que los seres que ya trascendieron dejaron polvo de estrellas. Lo que conocieron no se lo llevaron y se reintegró en el universo como biblioteca del cosmos. Hay libros que están contenidos en el ambiente estelar. Yo considero que esa historia que está escrita en las estrellas es la que yo, en mi silencio, puedo leer. Tengo pocas capas que afectan mi razón porque ni leo ni veo televisión. Considero que eso obstruye la comunicación más esencial: la intuición, el sentido común.
¿Cómo se mira bonito la vida?
Esencialmente, considero o siento que mirar bonito la vida depende de una actitud, que además está relacionada con la percepción del mundo al margen de la razón. Si soy parte de esa generalidad que es la vida, esa actitud no es la de solamente un ser humano, sino la misma con la que transcurre el flujo energético de la vida. Ser parte del todo y no una ficha independiente.
Usted habla de sentir, pero ahora hablemos del pensamiento, de la razón. Qué piensa de eso...
La razón es una facultad exquisita del ser humano, pero la mente es muy melosa. La mente es obstinada, caprichosa e imperiosa. Considera que lo que ve, razona y abstrae es la configuración de la realidad y, en paralelo, el sentido común, queda diezmado. Ese para mí es el que te ayuda a percibir sin tener que configurar un razonamiento. La mente es melosa y melcochuda porque es muy difícil salir de ella y su razonamiento constante: todo lo que veo lo debo razonar y filtrar. En tiempos turbulentos prefiero pensar que sentir. Nos hemos habituado a definir todo por el pensamiento y, en cambio, hemos dejado en un espacio menor o más chico el sentir y la observación.
¿Cómo darle tanta prelación al sentir administrando un restaurante que debe sumar ganacias, contratar, contar, vender?
Tengo un equipo fantástico desde el liderazgo en el que también está Mariana Gonzáles, la que administra y generencia lo financiero, y Martín Molano, mi hermano mayor, que es un coequipero que nos acompaña en el relevo. Ellos son más estructurados y llevan esa parte del pensar, del razonamiento. Pienso que los números a favor solo dependen de que los actos nazcan bien, de que nazcan desde el amor. En Santiamén no vendemos.
¿No venden?
No en la lógica comín. En Santiamén no cocinamos, conjuramos. No antendemos, consentimos. No entregamos comida, sino alimentos. De ellos se desprende que haya un intercambio. Es que cuando vivimos bajo la lógica de “te pago y te ordeno”, o de que si pagas puedes exigir lo que quieras, contribuímos a la supremacía, fatalidad de las sociedades modernas. En cambio, Santiamén siente que el acto integral que hacemos al recibir un tomate para convertirlo en alimento que, a su vez, se convertirá en ese humano que lo comerá, es lo esencial. Continuará siendo vida. Aquí consentimos ese tomate antes de entregarlo a la pizza que integrará.
Y eso, supongo, lo aplicará a su cotidianidad y al minuto a minuto del restaurante, pero cómo lo logra...
Todo empieza chiquito. Así dice mi hija Primavera y no puedo estar más de acuerdo con ella. Yo, que siempre me sentí extraño, diferente y sensible (un día mi papá me dijo ‘deje de decir que es sensible. Asúmalo porque a nadie le va a interesar su sensibilidad si solamente es un discurso exterior), comencé a querer compartir ese amor que tenía. Decidí que lo que tenía que hacer era contagiar a otros seres de ese amor, de esa felicidad.
Y de allí vendrá el eslogan de Santiamén, me imagino: “Cuando más amor das, mejor estas”
Es lo que asumí desde que comencé con Santiamén. Yo doy porque no me quiero quedar con nada, lo que no se comparte se daña. Aquí también se hace escuela y los trabajadores entran sin tener que tener experiencia y sí, firman un contrato, pero lo primero o lo más importante es que se sientan como cómplices de este proyecto y que, además, entiendan que todos estamos a la misma altura.
¿Cómo es una entrevista para entrar a Santiamén?
Les pregunto qué quieren ser cuando sean grandes, cuáles son sus responsabilidades mensuales y cuáles son sus expectativas salariales. Para mí esto es importante porque queremos cumplir sueños. No es posible integrar un equipo de trabajo sin saber lo que sueñan o lo que anhelan los trabajadores: no soy un tirano, soy un cómplice.