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¿En qué momento decidió ser escritor?
Fue un proceso paulatino. Me siento afortunado porque que la literatura me eligió: empecé a coquetear con la escritura creativa como un juego. Estaba estudiando la ingeniería y, por entretenerme, me puse a hacer teatro con unos amigos y mi hermano Javier. Empezamos como se debe empezar con casi cualquier disciplina artística, sin miedo.
¿Y cómo decidió que se dedicaría más a la escritura que a la ingeniería?
No pude parar y terminé haciendo libros para niños y jóvenes, pero siempre combinándolo con mis otras actividades. Terminé la carrera, me puse a trabajar, empecé a ganar dinero y seguí viéndolo como un pasatiempo muy lindo, pero poco a poco me fui dando cuenta de que le ponía más corazón al hobby que a la ingeniería, pero nunca fue una decisión muy consciente.
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¿Qué edad tenía cuando comenzó a hacer teatro?
Tenía unos 20 años. Estaba más o menos a la mitad de la carrera; yo terminé a los 22.
¿Y qué edad tenía cuando publicó su primer libro?
Tenía 33 años, o sea que, más o menos, ese convencimiento fue un proceso de 13 años.
¿Sobre qué temas eran las obras historias de teatro que escribió?
A mi hermano y a mí nos gustaba mucho la comedia musical. Yo también tengo la capacidad de componer música, nunca he sido bueno con las letras. De hecho, toda mi obra poética se condensa en Mi abuelo es poeta. Nunca fui bueno para la rima, para la métrica, para transmitir una idea tan contundentemente, pero mi hermano sí. Él hacía las letras, yo les ponía música.
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¿Y cómo llegó a la literatura?
De ahí pasamos a un teatro un poquito más serio, más bien pensado y luego, por el propio apetito que traíamos, llegamos a la literatura. Yo empecé a hacer mucho cuento para literatura general, sin adjetivos, también novelas sin ningún éxito, hasta que llegué a la infantil y juvenil.
¿Cómo descubrió que la literatura infantil y juvenil era el género en el que se sentía más cómodo?
Fue con la primera obra que escribí. Confieso que yo no tenía noción de cómo se escribía para niños. Había leído muy poco de literatura infantil, pero tenía recuerdos de cuando me hice lector, que fue en mi adolescencia. Me aventé a escribir una obra tratando de satisfacer al niño interior.
Casi que terminó escribiendo para usted…
Yo también fui niño, así que apliqué el mismo método para hacer teatro.
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¿Qué es lo que más valora de la literatura infantil?
En la literatura infantil no funciona que trates de impresionar al lector: es un contrasentido tratar de ser simpático, de maravillarlo, de sorprenderlo. Yo más bien escribí de la manera más honesta y también más cercana posible. Me divertí mucho, el resultado me gustó.
Veo una tendencia en estas novelas juveniles: la fantasía. Hablemos de los referentes que alimentaron esa identidad, si la podemos llamar así, para escribir…
Tiene que ver con el anhelo de escribir con la mayor libertad posible, más que con una cierta influencia. He disfrutado mucho la literatura fantástica en general, mi libro infantil favorito es Peter Pan y Wendy, pero disfruté mucho Harry Potter y El señor de los anillos.
¿Por qué su más reciente libro es sobre un abuelo poeta?
Antes lo dije un poco a modo de burla, pero es absolutamente cierto: no soy poeta, pero admiro el superpoder de los poetas para conmoverte en media página. El poeta tiene la capacidad de entrar por los ojos e irse directo a tu corazón. Mi libro es sobre un abuelo poeta porque sentí la necesidad de hacer un homenaje.