Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace aproximadamente quince años fundó el colectivo “Toxicómano Callejero”. Su nombre fue elegido al azar y tiene relación con un programa de televisión español. ¿Para usted, quiénes son los verdaderos toxicómanos de la sociedad?
La palabra sí designa a quienes en algún momento están llevados por cierto tipo de droga (heroína, cocaína), que genera una descomposición física que se nota en la calle (de ahí lo de toxicómano). Me parece que hoy en día la palabra debería abarcar algo más grande porque la verdad son muchas cosas las que son tóxicas y a las que uno se vuelve adicto. En el caso de la pintura asumo que al final nosotros nos volvemos adictos a pintar en la calle (las cuchillas, los cortes y todo eso puede ser peligroso). También somos adictos a las redes sociales (yo soy adicto a Twitter). Conozco amigos que los sancionan en Facebook y dicen: “Huy, me sancionaron”, como si se tratara de un país (ahora somos ciudadanos de un país y quedamos jodidos si un día no lo quitan). Los toxicómanos son personas del común, víctimas del capitalismo, quienes terminan adictos a cualquier cosa que les brinda satisfacción.
Entonces todos somos toxicómanos…
Podría ser, pues, a su manera, cada uno tiene su adicción (no digo que todos seamos adictos, pero trataba de jugar con la pregunta que me hacías).
¿Por qué dice que es adicto a Twitter?
Uno invierte demasiado tiempo en las redes sociales, aunque no debería ser así. Sin quererlo uno está inmerso en una agenda que le pone otras personas; inclusive uno termina insertado en la agenda de los grandes medios (“¿qué pasó hoy?”, “¿a qué persona van a lapidar?” “¿cuál es el escándalo del día?”). Lo que sucede es que, si no estás permeado ahí, pasan cosas que después desconoces (un chiste que no comprendes o una referencia que no tienes en cuenta). Entonces, sin querer te vas convirtiendo en un adicto a esa información, para poder estar presente en todos lados. No es que me la pase escribiendo o peleando en Twitter, pero sí estoy pendiente, mirando qué sucede. A veces me parece una herramienta útil y otras veces pienso: “Para qué me pongo a ver esta pendejada. Al final todo esto es una basura, un bazuco”, pero uno está inmerso ahí como un síntoma humano de querer estar empapado de lo que sucede alrededor (igual esto también es falso porque es una burbuja que uno crea de acuerdo con la gente que uno sigue y los temas que a uno le gustan).
Terminas siempre encasillado hacia lo mismo…
Sí, claro. Es como otra cuenta, pero del mismo banco.
Le invitamos a leer: Galería Beta: del barrio San Felipe (Bogotá) a Estados Unidos
Hablemos un poco sobre una frase con la que acompañó una de sus obras recientes: “El planeta tiene para que todos tengamos, pero no para que todos derrochemos”.
Creo que esa frase se la vi a alguien y me pareció muy equilibrada para lo que pasa ahorita. Precisamente por Twitter estaba revisando que ese man que compró esta red social tiene demasiado dinero y si lo dividiéramos por cada habitante, él podría darle a cada uno como US$5.000, entonces como que solucionaría todo (por así decirlo), pero ningún millonario hace eso; o desconocemos algo que el man sabe o simplemente el ser humano es así y va un poco en contravía de la naturaleza, por eso tiene programada su extinción, porque si viviéramos de otra manera de seguro que habría para que todos tengamos algo, pero obviamente no hay para que todos derrochemos (de hecho, pagamos el precio del derroche del petróleo en Estados Unidos y del exceso de basura que hace Reino Unido). Todo esto es una cuestión loca, pero así es el ser humano (al final estamos condenados a la extinción).
Eso que menciona me hace pensar también en el hambre, en que supuestamente nadie debería morirse de hambre en el mundo porque tenemos suficiente comida para que todos nos alimentemos…
El asunto es que sí hay comida, pero no en todos lados están los medios de producción; ellos están donde les interesa, donde hay ganancias, entre otras cosas. Hay mucha gente con dificultades en distintas partes, y la tierra es altamente cultivable y de seguro la comida sobraría, pero el ser humano es muy egoísta y no actúa de esa manera; no pienso que sea bueno o malo, es bueno y malo (todos somos así: a veces hacemos cosas buenas y otras veces cosas malas). Pienso en ese símbolo del yin y el yang (que uno al principio ve todo hippie), porque todo debe mantenerse en equilibrio: si amo la paz entonces odio la guerra y no puedo satanizar el odio, decir que está mal (amar y odiar están bien y a veces ambos están mal). Ahora veo que todo funciona así, pero antes me amargaba (“hey, cambiemos el mundo, por favor”, “qué mierda esta gente”, pero ya me “pillé” que hay personas que siempre van a ser así y el día que no me dé cuenta también podré ser así).
¿Y cómo logró cambiar ese pensamiento?
No creo que sea por frustración, sino por ver tantas cosas. Hay canciones que escucho y que tienen cuarenta años y son actuales (como si las hubiesen sacado ayer); la gente que las hizo ya murió y es como si no hubiera pasado nada. No soy de los que está dispuesto a irse perdiendo, pero tampoco creo que vayamos a ganar (solo queda resistir y disfrutar el apocalipsis que pareciera que ya viene).
¿Por qué lo dice?
Porque todo está cambiando demasiado rápido. Yo me pongo a pensar y las cosas de veinte años para acá se transformaron drásticamente; las rutinas de las personas han cambiado mucho (lo de la pandemia también lo veo como un control que alguien efectuó para que esto no se saliera de control tan rápido, pero igual se va a salir). El hecho de que el flujo de la información esté presente en todos lados, y que todo el mundo pueda saber tantas cosas, empieza a dificultar un montón de vainas y en esa medida se produce un caos. Entonces creo que el apocalipsis sucederá, no sé en cuánto tiempo ni cuándo (“también la tierra está sacando la mano; nos hemos dado garra”), y puede que nada pase y todo sea una falsa alarma, pero a través del clima nos damos cuenta de que la cosa está grave. El ser humano hace demasiada basura y nada hacemos controlándonos si una empresa va y bota una tonelada de basura; nada saca uno montando bicicleta si esos jeques árabes desperdician gasolina paseando por el desierto.
¿Y cree en eso que dicen por ahí de que las pequeñas acciones cuentan?
Sí, claro, cuentan, pero es igual que todo: “Para que juntes mil dólares de a centavos, pues los podrás juntar, pero te vas a demorar un montón en hacerlo”. No me parece práctico ese pensamiento, me parece plausible que todos podemos hacer poquitas cosas, pero cuando no se junta la gente no ocurren grandes cambios (no ocurren por pequeños granos, sino porque en algún momento las personas se unen). El estallido social del año pasado fue posible porque la gente se unió, porque todos en algún momento sentimos la rabia (pero no estoy seguro de que solo a punta de pequeñas acciones se hagan los cambios).
Le recomendamos leer: DjLu: El poder de la calle a través del arte
¿Y considera que una persona se puede volver un ejemplo para los demás si decide hacer un cambio desde su propia vida?
El ejemplo y la inspiración me parecen válidos; “soy hijo de eso mismo” (otra gente antes hizo música, arte, se tomó la calle, si esa gente no hubiese existido de seguro uno tampoco). Pero me parece que ya hay un momento en que se vuelve una responsabilidad dar ejemplo o algo por el estilo, entonces se convierte en una cárcel para ti ser ese tipo de persona. Ahora que hacemos revisión histórica de todo, la gente es: “El Che Guevara paila, porque no le gustaban los homosexuales, y que este otro man también paila, porque un día no mantuvo a sus hijos”, pero vuelvo a lo mismo: todo el mundo ha hecho cosas malas.
Pues es que todos somos seres humanos…
Claro, todo el tiempo hacemos cosas así (es normal). Hay cosas que se pasan de la raya y tampoco las vamos a aceptar ni en el tiempo de antes ni ahora, pero nadie pasa el examen si hacemos una revisión del pasado.
Usted es publicista, pero a través de su trabajo artístico también se ha encaminado hacia la contrapublicidad…
Sí, estudié publicidad porque me presenté a Veterinaria en la Nacional y no pasé, pero no sé por qué terminé estudiando eso. La publicidad me parece que brinda herramientas para lograr una comunicación efectiva con la gente (es una herramienta sociológica, pero con un enfoque totalmente capitalista). Lo maluco de la publicidad es que es creado por el capital, pero tiene un conjunto de técnicas y saberes que funcionan para comunicar. Al final fue estudiando eso que me di cuenta que aunque me gustaba la publicidad, no quería hacerlo para una empresa. Entonces, empezamos a hacer contrapublicidad (subvertir los logos y todo ese tipo de cosas). Me parece que es válido, pero con el tiempo me di cuenta de que lo que se hacía era reforzar el mismo contenido (así te estés burlando de la marca y veas “Fuma” en vez de Puma, acompañado de un porro, sigue siendo Puma).
Terminas haciéndole publicidad a la marca…
Claro, con el tiempo te das cuenta de eso. Hacer contrapublicidad es darles espacio, oportunidad y publicidad, entonces, en estos tipos de casos, lo que hay que hacer es “cortar de una”. Una vez escuché una entrevista al rapero 50 Cent, a quien le preguntaban sobre sus enemigos, pero él decía que no iba a hablar de nadie, no le iba a dar espacio a nadie, y pienso que lo mismo pasa con la contrapublicidad: al final terminas reforzando la misma imagen que siempre ha tenido la gente. Me parece que lo más poderoso en la calle es poner una imagen diferente a la establecida (y si quieres puedes repetirla y repetirla hasta que se convierta en algo distinto). Cuando hicimos contrapublicidad fue chévere porque se sentía el ambiente contracultural, pero después reflexioné y dije: “Mejor hagamos otra cosa”. Igual sigo pensando que muchas veces funciona retomar cosas del pasado y darles un nuevo sentido (ahora hacemos eso con los cómics). En ciertas generaciones también está tan metido el asunto de imágenes inofensivas, alegres y positivas, que cuando las retomas y les pones otro sentido como que la gente lo capta, pero se demora en darse cuenta quién es el personaje y qué implicaciones tiene eso.
¿Y nunca ha tenido problemas por derechos de autor?
He tenido mis anotaciones. Una vez encontré la fotografía de un campesino en internet y resultó que había sido tomada por un parcero medio cercano, entonces me dijo que era de él y le dije “que no sabía, que organizáramos de alguna manera”. El estilo de Toxicómano es retomar un montón de cosas, tomar de todos lados y componer algo con un tinte diferente. Así como en el mundo es importante reciclar, también es bueno, a veces, en los imaginarios reciclar ciertas imágenes, volver a darles un uso.
Le puede interesar: Banksy: cuando las paredes hablan
Decía antes que quería estudiar veterinaria, ¿por qué?
Me gustan mucho los animales, pero “me dio piedra que no pasé el examen de la Nacional” (estaba difícil).
¿Y no intentó presentarse a otra universidad?
No, en ese momento necesitaba entrar a estudiar para no prestar el servicio militar (no ingresé y en mi casa no me quisieron pagar la libreta militar, entonces me tocó prestarlo).
¿Y qué tal esa experiencia?
“Una mierda, pero tocaba vivirla”, solo uno aprende mañas en eso, pero bueno. En ese tiempo me tocaba patrullar, entonces tal vez le presté más atención a lo que había en la calle. Terminé encontrando una universidad barata que ofrecía un tecnólogo en publicidad (duraba seis semestres); leí que a uno lo podían becar si tenía buenas calificaciones (todo se ajustaba porque yo no podía pagar algo que no fuera la Nacional). Al final, sin quererlo, fue lo mejor que pude haber hecho.
Pues eso lo llevó por ese mundo de la calle…
Sí, una cosa lleva a la otra. Como no era una carga tan pesada la de la universidad porque no era muy buena, eso me permitió vagar y estar mucho tiempo en la calle (estar en ella es ser permeado de lo que sucede, darse cuenta de quien está siendo dueño de qué cosas y qué está cambiando). Podía ver quién estaba patrullando y cómo se comportaba la gente después de ciertas horas; te conviertes simplemente en un observador de todo eso. En ese momento nos estábamos dando cuenta junto con otras personas que faltaba mucha información que hallábamos en internet o que traía la gente que viajaba a otros países (aquí no había nada). Entonces nos empezamos a reunir con ese ánimo de “hacer y hacer”, y, en ese momento, sin saber mucho, terminamos conociendo a otras personas y compartiendo entre nosotros lo que cada uno tenía. Se fue conformando todo de manera orgánica y fue creciendo, dentro de la vida de la ciudad hostil, posnarco, llena de odio, falta de oportunidades y deshabitada en la calle (la gente le tenía miedo a la calle). Entonces, todo eso fue el lienzo perfecto para que hubiera una explosión de cosas en la calle en 2001 o 2002. Con el tiempo se ha democratizado tanto todo que ha pasado algo que no creíamos: “el grafiti es una vaina mainstream”, la publicidad le ha absorbido totalmente el discurso y la gente también se ha empoderado (Bogotá le pertenece al graffiti, “ya la ciudad respira así”).
¿Y cómo ha beneficiado a la ciudad el hecho de que esté llena de grafitis?
A mí me parece importante en muchos aspectos. Primero, el mensaje (que la gente salga y vea que en la calle le están diciendo algo, no le está vendiendo nada, simplemente se lo están compartiendo). Por debajo hay una cosa más importante: las personas se dan cuenta que la ciudad les pertenece y que pueden ser parte de ella (pintar un grafiti también es equivalente a un vendedor ambulante que se parcha en una esquina y dice “bueno, esta es mi esquina. Aquí me voy a hacer”). Entonces es sentir que la ciudad sí es de todos, porque al final la propiedad privada la ha interrumpido tanto que el espacio público se convierte también en privado. A ninguno nos piden permiso para poner una valla, pero un individuo sí tiene que pedir permiso para escribir en la calle “Paola, te amo”. En la calle las cosas se van cohesionando, armando parches, abriendo otros escenarios y mezclando pensamientos; se van creando redes (al final eso es lo que me parece más bacano de la calle).
Le invitamos a leer: Fidel Cano, premio a la Vida y Obra: “He intentado estar a la altura de la herencia”
Se va creando colectividad…
Y aprendes a trabajar en equipo (no estamos enseñados a hacerlo). El año pasado, por ejemplo, en el estallido social muchos aprendiendo a trabajar en equipo por medio de la olla comunitaria o incluso dentro del graffiti todos nos unimos para pintar una sola cosa. La idea es que esos procesos se puedan mantener, que la gente no se tenga que ir para otros lados y que emigre culturalmente la ciudad, porque entonces pierde su oferta y la dinámica que lleva. Hay que hacernos autosostenible: el que hace películas que pueda vivir de ello, el que baila que pueda hacer sus presentaciones, el que pinta que tenga la opción de vivir de eso (estamos en ese proceso). La gente autogestionándose ha abierto su tienda, su emprendimiento y ha montado su página web (necesitamos que eso se mantenga, que ese impulso no se pierda y, como dices, inspire a otros para que se siga haciendo de lo mismo). Pongo el ejemplo del punk: es una cosa que tiene como cincuenta años y aún permanece vivo (me parece que es un concepto cada vez más importante, alejado de la moda y cercano a otros conceptos).
De hecho, me gustaría que habláramos de esa influencia del punk en su trabajo artístico.
No sé cómo ahora los jóvenes eligen ser cierto tipo de personas, porque reciben mucha información. En el tiempo que crecí existían las tribus urbanas, entonces si en un barrio había un metalero todo el barrio era metalero (alguien llegaba con la moda y todo el mundo como que se volcaba a eso). En mi barrio sucedió eso: había alguien que tal vez viajó a otro lado (lo que fuera) y resultaron como dos o tres punkeros en el barrio. Empezamos a parchar con esa gente y la música también se empezó a rotar. Conocí el grafiti, a diferencia de otras personas, por el punk y no por el hip hop. Íbamos a los conciertos de punk que habían acá y de venida hacia la casa cogía aerosol y vinilo y hacía grafitis (al final yo pienso que el graffiti es vandalismo). Crecimos haciendo eso y de esa manera nos tomábamos la calle y aprendíamos. Ninguno quería ser artista, ganar dinero o ser famoso, solo queríamos disfrutar lo que hacíamos.
¿Y por qué dice que el graffiti es vandalismo?
Sí, el graffiti es vandalismo, es salir a pintar sin permiso. Lo que ahora conocemos es un fenómeno diferente: street art, posgrafiti, muralismo, arte callejero (lo que sea), pero eso ya es distinto. El grafiti es básicamente pintar sin permiso, transgredir la propiedad privada (por eso la gente del grafiti compra la camiseta que dice vándalo y no la que dice artista). El sistema como quiere vender algo y no lo puede hacer por completo, entonces dice: “Venga, no todo es vandalismo. Mire que incluso puede ser decoración de exteriores”. Pero hay gente para todo, entonces hay quienes dicen: “Venga, yo no lo quiero hacer sin permiso, mi interés no es transgredir solo quiero decorar” (se crea otra escena aparte que está insertada también en la calle, pero que, al final, hace parte de otra dinámica diferente). Me gusta dividir la palabra para que cada vez que se hable de graffiti la gente piense que es sin permiso. Cuando alguien pinta en la pared y dicen: “Huy, ese mural”, pues tampoco sé si hasta allá, porque eso implica sentarse a pensar un concepto y encontrar todas las aristas (los murales de Diego Rivera eso sí es otro cuento), pero sí es una expresión y por eso lo englobamos bajo el concepto de Street Art (arte callejero), que igual se divide en: con permiso y sin permiso, pero tiene un carácter más asociado al compartir (hay muchos espacios para estar y de todas las maneras se puede compartir).
Decía que todo depende del interés que tenga cada persona. ¿Cuál es el suyo?
Pienso que como crecí en esa época en la que no se veía un horizonte claro, no se podía vislumbrar algo, continúo de esa misma manera: creo en la deriva como una manera de vivir (vas haciendo cosas y eso te va dictando de qué forma vas viviendo). Estoy interesado en que no se difuminen las cosas que se han creado y en que otras personas también entren al circuito, porque cada vez hay más gente buena, pero cada vez es más difícil que puedan insertarse en este círculo, pues al principio hacíamos cualquier cosa y éramos auténticos, ahora hacen algo y dicen: “eso se parece a”, “son los mismos colores de”, “pero eso ya lo había hecho antes tal”, entonces es más difícil que sean ellos mismos y que encuentre una manera (me parece que debe haber alguna forma para que la gente pueda romper esas barreras y cree otros contenidos nuevos).
Considero que lo que está viviendo el país también es interesante en términos de comunicación, porque veníamos de toda una vida de estar contra el policía, el político; todo era denuncia, todo era un poco violencia contra violencia. Ahora, aunque todo eso sigue pasando, la comunicación en la calle debe moverse de otra manera (en la actualidad, encontramos mensajes de solidaridad, de trabajo en común, dignidad, de aumentar la creatividad, de trabajo en equipo, de quitar los prejuicios, de no creer en las fake news. Pienso que debe haber otro tipo de contenido en la calle y ese discurso a medida que se vaya cambiando, va ampliando las posibilidades, y estoy interesado en que eso ocurra porque, en realidad, quiero verlo, quiero saber hasta dónde llega esta vibra y energía que tiene la ciudad y sus jóvenes, porque me he dado cuenta de que cada vez superan más mis expectativas.
¿Y qué cree que ha permitido ese cambio?
Creo que ni si quiera no lo han permitido, pero la gente se ha ganado su espacio; el grafiti se ganó su espacio, la música también (así haya sido con festivales patrocinados por la alcaldía). A veces es más difícil y otras veces es más sencillo tener espacios, pero creo que se pueden lograr. Ahora que lo pienso, tenemos un proyecto con unos amigos que queremos pasarle al Ministerio de Cultura para que nos cedan algunas casas que son propiedad privada del Distrito y están abandonadas, con el fin de que podamos hacer talleres en ellas; un centro de jóvenes en donde puedan ir a pintar y grabar una canción, entre otras cosas. Aquí hay mucha propiedad fruto del narcotráfico (emproblemada) y no sé hasta qué punto pueda ser posible generar uno o dos proyectos de ese estilo. En un tiempo hubo un sitio que se llamaba Piso Tres y era muy bacano porque muchos nos agrupamos allá y encontramos la manera de sentirnos libres, tranquilos y crecer juntos. A veces pienso que faltan sitios así; están los bares, los cines, pero todos esos son lugares en donde debes pagar.
Le invitamos a leer: Los legados de Beatriz González
Afirma que el arte callejero es tan solo una etiqueta, pero realmente no es arte. ¿Por qué?
Pienso que el arte callejero es un concepto muy subjetivo. Me parece complicado decirle a alguien: “Mire, esto es arte”, creo que es más sencillo mostrárselo y que sea la persona quien me diga: “Me parece que esto es arte”. Además, el sistema del arte como tal sí hace eso: vende arte y hace ciertas movidas con unos artistas y los promueve y vende cuadros que nadie entiende por una millonada. Entonces, sí creo que lo mejor es compartir lo que haces sin pretensión de si es apto o no lo es, que sea la gente quien le ponga ese valor y no sean otros quienes lo hagan; esa es la gran diferencia (me parece más importante que sumemos).
Cuando conocí el punk fue una cosa muy egoísta porque la gente no quería compartir nada contigo (todo era muy cerrado) y perdimos una gran oportunidad de unirnos. Ahora pasa lo contrario; ahora es: “Venga, aprovechemos, unámonos, usted piensa más o menos parecido a mí”. Entonces, aprendemos que es más fácil convivir con las semejanzas que estar trabajando en las diferencias y pienso que de esa manera las cosas pueden seguir avanzando.
¿Y por qué cree que en la sociedad nos gustan tanto las etiquetas?
A veces eso me molesta, pero también pienso que es necesario porque es una manera en la que el ser humano organiza las cosas. Me molesta cuando la gente es súper organizada y todo está cuadrado porque no da campo a la improvisación, a la prueba y error, pero en otras ocasiones pienso en la importancia de que se hagan las cosas de esa manera. Hace poco estuve en Europa y tuve la oportunidad de ver un archivo de arte callejero en Berlín: un edificio lleno de fanzines, stickers, pintadas, fotografías, etc. (todo lo tienen cuadrado por países). Entonces, qué importante en ese caso que hayan sido organizados y que el archivo esté disponible para todo el mundo. En Colombia perdemos nuestra memoria es porque algo pasa y la gente lo olvida (nunca queda eso estipulado y no aprendemos de ello). En cambio, los alemanes todo el tiempo guardan algo, no botan nada porque siempre están revisando lo anterior. Se necesita el orden, pero también el desorden; eso es lo que hace que crezca algo. Aquí hacen falta, obviamente, un montón de cosas, pero tenemos lo más importante que es la energía de la gente y ese es el primer capital que se necesita.