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En Colombia es tradicional recibir el nuevo año con música, juegos pirotécnicos, baile y comida. Pero a estas actividades se le suman una serie de rituales que se realizan más allá de las fronteras colombianas. No es inusual ver personas corriendo por la calle con una maleta esperando viajar más durante el año entrante o pidiendo un deseo con cada una de las doce uvas que se comen con cada campanada que marca la media noche. Sin embargo, el origen de estas prácticas permanece en el misterio, algunas de ellas datan del Imperio Romano o la Edad Media en Europa.
La doce uvas
Comer doce uvas a la media noche y pedir un deseo con cada una de ellas para tener doce meses de buena fortuna y prosperidad. De acuerdo con el periodista estadunidense Jeff Koehler, esta tradición llegó a América Latina desde España y sostiene dos teorías con respecto al origen de esta costumbre.
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La primera teoría se remonta a 1880 con la clase burguesa española. Según publicaciones del momento, para intentar parecerse a los franceses, comenzaron a recibir el nuevo año con uvas y vino espumoso. “Poco tiempo después, esta costumbre fue adoptada por ciertos madrileños que iban a la Puerta del Sol para oír las campanas de la medianoche y, muy probablemente con ironía o como burla, comer uvas, al igual que la clase alta”, escribió el periodista para la NPR.
La segunda teoría es más reciente y data de 1909. De acuerdo con la BBC, “ese año los productores de Alicante, en el sureste de España, tuvieron una cosecha excedente de uvas blancas de la variedad típica del lugar, llamadas Aledo. Al bajo precio del producto se sumó la forma creativa de venderlo. No en vano hasta hoy en día son conocidas como las uvas de la buena suerte”.
El Tiempo añade que “debido a la cantidad de fruta que se logró recolectar, los productores decidieron venderla a menor precio y bajo la idea de que eran uvas que atraían prosperidad”. Mientras que el diario La Vanguardia afirma que “la costumbre pronto se adoptó como española y no tardó en cruzar el Océano Atlántico para entrar con fuerza en casi todos los países de América Latina, salvo los que no tenían la variedad de la uva propia de la Navidad”.
Utilizar ropa interior amarilla o roja
Cada año la venta de ropa interior en estos colores en específico se incrementa conforme se avecina el Año Nuevo, pero la teoría más aceptada del origen de esta tradición se remonta a la Edad Media.
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El medio mexicano El Regio afirma que este ritual, además de nacer hace varios siglos, era practicado principalmente por “las personas de clase baja, no se permitía llevar atuendos de color rojo por estar relacionados con la brujería y los malos espíritus. Sin embargo, en esta misma época empezó a circular la idea de que, en invierno, cuando no había color en las calles y todo estaba teñido de blanco por la nieve, el color rojo era símbolo de vida, alegría y buena suerte. No obstante, como estaba prohibido llevarlo a la vista, las personas optaron por utilizarlo en la ropa interior, y así se popularizó la ya extendida tradición”.
El medio CDMX Secreta añade que esta práctica se realizaba, también, debido a que el rojo y el amarillo eran vistos como colores de la realeza y su uso estaba vetado para los súbditos, por lo que lo utilizaban por debajo de su ropa de diario para atraer la prosperidad y riqueza de sus dirigentes.
Quemar el “año viejo”
El 31 de diciembre de cada año es común ver hogueras y fogatas con personas reunidas a su alrededor, mientras se quema una figura que representa el año que se va. Hecho con ropa vieja, paja, periódico y otros materiales, la tradición de quemar el “raqueto” o “año viejo” está más arraigada en Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú, Uruguay, México, Argentina, Chile, Cuba, Panamá, Nicaragua y Honduras.
Bogar Escobar Hernández, investigador de la Universidad de Guadalajara, afirma que lo más importante detrás de este y otros rituales de año nuevo es la simbología de “exorcizar” los miedos y situaciones de crisis. Los orígenes de esta práctica, en particular, se debaten entre España con la Fiesta del Judas y Ecuador luego de la epidemia de Guayaquil en 1895.
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Ecuador podría ser el lugar en el que nació esta tradición, pues más allá de la epidemia, el historiador Alfonso Ortiz contó al diario El Comercio de Ecuador que la evangelización de la población indígena, luego la llegada de los españoles, hizo que adoptaran muchas de sus tradiciones, incluyendo la fiesta en la que quemaban una figura representativa de Judas Iscariote por su traición a Jesús.
Aunque hay varias teorías que aseguran que el ritual tiene un origen religioso, la más aceptada es la epidemia de 1895. Guayaquil enfrentaba un brote de fiebre amarilla y, como medida de seguridad, decidieron tomar las prendas de los familiares y conocidos fallecidos para llenarlas con paja y quemarlas en el último día del año, con la intención de evitar el contagio y ahuyentar la peste.
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