Treinta años más allá del lenguaje verbal
Juan Carlos Moyano, director de Teatro Tierra, hace un recorrido por la historia de la compañía y sobre cómo el gesto artístico se vuelve herencia colectiva e invitación.
Moisés Ballesteros P
Hace doce años, cuando comenzaba a frecuentar las salas de teatro y ya empezaba a tener esa mala costumbre de gastarme lo que no tenía en espectáculos escénicos, corrí con la fortuna de poder asistir a varias de las funciones programadas por el Festival Iberoamericano de Bogotá, en su edición del 2008. Debía ser selectivo porque en mi condición de universitario las opciones eran limitadas. La idea era escoger la mayor cantidad de espectáculos internacionales y terminar los ahorros con algunos nacionales de gran interés. Una de esas opciones fue La Vorágine, un montaje que partía de la novela más famosa del autor colombiano José Eustasio Rivera, y que fue puesta en escena, con gran maestría, a través de un juego maravilloso entre el actor y el objeto por el grupo Teatro Tierra. Juan Carlos Moyano estaba a cargo de la dirección del proyecto.
Décadas atrás, muchas más de cuatro, Moyano, un joven estudiante del Colegio Nacional Restrepo Millán del sur de Bogotá, tuvo la oportunidad de asistir como parte de sus actividades curriculares a una función de la obra La Ciudad Dorada, una creación colectiva del Teatro la Candelaria que se volvería un evento revelador para él: “me emocionó darme cuenta que había un arte que permitía hacer lo que yo estaba sintiendo”. De esa pequeña semilla, de esa necesidad de afirmar una identidad concreta de país, de condición histórica, empezó a recorrer el camino que veinte años después lo llevó al nacimiento de Teatro Tierra de la mano de Clara Inés Ariza, socia y cofundadora del grupo.
Le sugerimos leer E.M. Cioran y su relación conflictiva con la filosofía
Apoderados de un lenguaje muy particular, cuyo eje de trabajo conjuga la labor del actor con la resignificación del objeto sobre la escena, los espectáculos del Teatro Tierra son una investigación acerca de la imagen poética sobre el espacio vacío. Frecuentemente tienen como punto de partida la literatura. Obras como Los ritos del retorno o las trampas de la fe basados en textos de Sor Juana Inés de la cruz, Los cinco Entierros de Pessoa a partir del ejercicio literario del poeta Portugués, o El Enano, versión libre de la novela homónima de Pär Lagerkvist son una muestra de la raíz literaria. Aunque resulte paradójico, su trabajo también es una eterna transgresión al lenguaje, una fractura de fronteras para encontrar nuevas maneras de recrear un relato y proponer una experiencia estética significativamente poderosa, una suerte de entretención (poner en tensión) necesaria para el surgimiento del espectáculo. Por esto, enfrentarse a los montajes del Teatro Tierra es, sin lugar a dudas, una práctica donde somos invitados a habitar la contemporaneidad.
Resulta particularmente agradable echar la mirada atrás y encontrar que el camino está hecho de legados imprescindibles que nos hacen lo que somos. Decir que un día Juan Carlos Moyano fue atravesado por un gesto sobre el escenario pensado por Santiago García, y reconocer que ambos han atravesado con su trabajo el pecho de otros revelando con su reflexión estética los espíritus de otras generaciones, es entender la importancia de nuestro quehacer y el de todos nuestro amigos y colegas que a diario se levantan a construir una mirada concreta de la realidad que fortalece el país. “El teatro tiene la virtud de ponernos en contacto con la esencia de las culturas” y en el gesto creativo “el arte reivindica algunos valores que la política ha pisoteado”.
Atravesando la pandemia, confinados en su espacio y ubicado en el barrio la Perseverancia de Bogotá, el Teatro Tierra, conformado hoy por hoy por un equipo de trabajo de diez personas, nueve de ellas mujeres, sigue creando. El teatro ha recibido varias ayudas durante este tiempo de encierro: el ACA (sindicato de actores) los ha apoyado en su ejercicio creativo y la misma comunidad ha aportado mercados para que su labor no pare, aún cuando ellos no pueden salir a la luz con su riguroso trabajo investigativo. Así celebran treinta años de trabajo, treinta años de Teatro Tierra.
Lo invitamos a que escuche el capítulo 13 de la audionovela Yo Confieso
Hace doce años, cuando comenzaba a frecuentar las salas de teatro y ya empezaba a tener esa mala costumbre de gastarme lo que no tenía en espectáculos escénicos, corrí con la fortuna de poder asistir a varias de las funciones programadas por el Festival Iberoamericano de Bogotá, en su edición del 2008. Debía ser selectivo porque en mi condición de universitario las opciones eran limitadas. La idea era escoger la mayor cantidad de espectáculos internacionales y terminar los ahorros con algunos nacionales de gran interés. Una de esas opciones fue La Vorágine, un montaje que partía de la novela más famosa del autor colombiano José Eustasio Rivera, y que fue puesta en escena, con gran maestría, a través de un juego maravilloso entre el actor y el objeto por el grupo Teatro Tierra. Juan Carlos Moyano estaba a cargo de la dirección del proyecto.
Décadas atrás, muchas más de cuatro, Moyano, un joven estudiante del Colegio Nacional Restrepo Millán del sur de Bogotá, tuvo la oportunidad de asistir como parte de sus actividades curriculares a una función de la obra La Ciudad Dorada, una creación colectiva del Teatro la Candelaria que se volvería un evento revelador para él: “me emocionó darme cuenta que había un arte que permitía hacer lo que yo estaba sintiendo”. De esa pequeña semilla, de esa necesidad de afirmar una identidad concreta de país, de condición histórica, empezó a recorrer el camino que veinte años después lo llevó al nacimiento de Teatro Tierra de la mano de Clara Inés Ariza, socia y cofundadora del grupo.
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Apoderados de un lenguaje muy particular, cuyo eje de trabajo conjuga la labor del actor con la resignificación del objeto sobre la escena, los espectáculos del Teatro Tierra son una investigación acerca de la imagen poética sobre el espacio vacío. Frecuentemente tienen como punto de partida la literatura. Obras como Los ritos del retorno o las trampas de la fe basados en textos de Sor Juana Inés de la cruz, Los cinco Entierros de Pessoa a partir del ejercicio literario del poeta Portugués, o El Enano, versión libre de la novela homónima de Pär Lagerkvist son una muestra de la raíz literaria. Aunque resulte paradójico, su trabajo también es una eterna transgresión al lenguaje, una fractura de fronteras para encontrar nuevas maneras de recrear un relato y proponer una experiencia estética significativamente poderosa, una suerte de entretención (poner en tensión) necesaria para el surgimiento del espectáculo. Por esto, enfrentarse a los montajes del Teatro Tierra es, sin lugar a dudas, una práctica donde somos invitados a habitar la contemporaneidad.
Resulta particularmente agradable echar la mirada atrás y encontrar que el camino está hecho de legados imprescindibles que nos hacen lo que somos. Decir que un día Juan Carlos Moyano fue atravesado por un gesto sobre el escenario pensado por Santiago García, y reconocer que ambos han atravesado con su trabajo el pecho de otros revelando con su reflexión estética los espíritus de otras generaciones, es entender la importancia de nuestro quehacer y el de todos nuestro amigos y colegas que a diario se levantan a construir una mirada concreta de la realidad que fortalece el país. “El teatro tiene la virtud de ponernos en contacto con la esencia de las culturas” y en el gesto creativo “el arte reivindica algunos valores que la política ha pisoteado”.
Atravesando la pandemia, confinados en su espacio y ubicado en el barrio la Perseverancia de Bogotá, el Teatro Tierra, conformado hoy por hoy por un equipo de trabajo de diez personas, nueve de ellas mujeres, sigue creando. El teatro ha recibido varias ayudas durante este tiempo de encierro: el ACA (sindicato de actores) los ha apoyado en su ejercicio creativo y la misma comunidad ha aportado mercados para que su labor no pare, aún cuando ellos no pueden salir a la luz con su riguroso trabajo investigativo. Así celebran treinta años de trabajo, treinta años de Teatro Tierra.
Lo invitamos a que escuche el capítulo 13 de la audionovela Yo Confieso