Tres filmes sobre religiosos y el abuso sexual

Crítica de cine del profesor y editor de la revista Educación Estética, de la Universidad Nacional de Colombia.

Pablo Castellanos / Especial para El Espectador
25 de julio de 2022 - 02:17 p. m.
The Keepers (en español "Los guardianes") es una serie documental de siete episodios de Netflix que explora el asesinato sin resolver de la monja Catherine Cesnik en 1969.
The Keepers (en español "Los guardianes") es una serie documental de siete episodios de Netflix que explora el asesinato sin resolver de la monja Catherine Cesnik en 1969.
Foto: Cortesía de Netflix
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Desde el año 2018, se vienen escuchando cada vez con más fuerza las voces contra el gurú alemán Ulrich Harlan, líder de la iglesia Hare Krishna en Colombia. En publicaciones de prensa y en redes sociales, así como en entrevistas en medios, audios, videos y boicots a la entrada de centros de yoga, se dice que Harlan es un depredador sexual de sus discípulas.

Algunas víctimas han dado a conocer las circunstancias del abuso, lo cual dio paso a una serie de pronunciamientos, como las voces de apoyo del movimiento Yo Sí Te Creo, o los ataques por parte de los seguidores del gurú, quienes catalogan a las denunciantes como conspiradoras con serios problemas mentales, emocionales y afectivos. Ahora, si bien la Fiscalía le comunicó a Harlan su vinculación oficial al proceso penal por el delito de “acceso carnal en persona puesta en incapacidad de resistir”, este tipo de casos suele tener puntos muertos que dificultan llegar a una verdad objetiva de lo sucedido. (Más sobre el caso Ulrich Harlan, en versión de Las igualadas de El Espectador).

Últimamente, no pocas películas y series han arrojado luz sobre tales puntos, para así permitir que avance la crítica en torno al abuso sexual cometido por religiosos. Entre ellas están Doubt, de John Patrick Shanley (2008), Calvary, del director John Michael McDonagh (2014), y la serie documental The Keepers, dirigida por Ryan White (2017). (Lea aquí más columnas sobre cine de Pablo Castellanos).

En Doubt, la monja Aloysius, directora de un colegio, sospecha que el cura rector Flynn podría estar seduciendo a un alumno. Ella tiene las siguientes pistas del sacerdote: mandó ir al estudiante Donald a la Rectoría, y le dio a beber vino; además, le agarró la mano a un segundo chico, quien luego se apartó de él bruscamente. Por su parte, el espectador conoce otros rasgos del religioso: le gusta fumar, beber, conversar y escribir; guarda unas flores secas en la Biblia para recordar siempre la primavera; se reúne con los estudiantes a charlar de cosas de hombres, y le regala a Donald una muñeca en miniatura que danza mientras se mira al espejo.

Si bien estos últimos rasgos no pueden llevarnos a deducir que es cierto todo lo que Aloysius piensa acerca de Flynn, resulta revelador lo que le dice a ella la mamá de Donald: “Mi hijo necesita un hombre que se preocupe por él. Gracias a Dios que un hombre educado, con algo de bondad, quiera hacer eso”. En esta charla, la madre de Donald manifiesta su preocupación por el maltrato del padre biológico, el racismo y la represión social que enfrenta su hijo, un niño afroamericano que empieza a manifestar su homosexualidad.

Entonces, esa misma tarde, Aloysius le dice a Flynn que acaba de confirmar sus sospechas sobre él y que ahora llamará a las parroquias donde estuvo antes, para averiguar su pasado, con lo cual consigue de él una confesión: Flynn le expresa que lo sucedido está más allá de la comprensión común y que ya ha dejado en manos de su confesor el pecado mortal que pudo haber cometido. Más que sentirse tranquila por los resultados de su indagación, Aloysius queda perpleja al evidenciar el falso arrepentimiento del sacerdote, así como la complicidad entre curas, pues –cuando todo parece haber estallado– los superiores trasladan a Flynn a otra parroquia, nombrándolo director de la escuela adjunta.

La intención de frenar el abuso sexual de sacerdotes también mueve a la profesora y monja Cesnik en The Keepers, aunque con un desenlace fatal. Acá, se parte de la premisa de que Cesnik fue asesinada en 1969 por querer denunciar al sacerdote Joseph Maskell, consejero escolar de la escuela secundaria Arzobispo Keough. Muchos años después de su muerte, una exalumna de esa escuela de señoritas logra recobrar recuerdos reprimidos de su adolescencia, como el hecho de haberle contado a Cesnik que dicho cura la violaba.

Entre otros recuerdos, también sale a la luz que, un día, Maskell la llevó al bosque, donde le mostró el cuerpo sin vida de la monja, y le dijo: “¿Ves lo que pasa cuando dices cosas malas de la gente?”. Así, relata, él le hizo creer que ella tenía la culpa de todo lo ocurrido: sus palabras ocasionaban el mal, por eso debía guardar silencio. Esta reflexión de la mujer nos lleva a interpretar que la manipulación de Maskell se basó no tanto en la ingenuidad de ella cuando muchacha, sino en su fe, es decir, en este caso, en su confianza extrema en ese guardián o pastor de almas, inculcada paradójicamente en el seno de su propia familia católica.

Según las conclusiones que presenta la serie a partir por ejemplo de las indagaciones de dos egresadas de Keough, la dificultad para esclarecer el asesinato y las violaciones sexuales asociadas a Maskell siempre radicó en la intervención de la Iglesia, cuyos abogados protegieron al sacerdote frente a las acusaciones, a lo cual se sumó de manera alarmante la negligencia de la policía y la fiscalía, que misteriosamente extraviaron y omitieron pruebas valiosas del caso.

Ahora bien, evadir la reflexión moral y las medidas con respecto a los actos de abuso sexual por parte de religiosos es un fenómeno que reproduce formas de la vida dañada. A propósito de esto, Calvary se basa en la inquietante confesión de un hombre: “Padre James, probé el semen por primera vez cuando tenía siete años. Fui violado por un cura, oral y analmente. Eso duró cinco años, día por medio, durante cinco años”. Y agrega: “Lo voy a matar a usted, padre. Lo voy a matar porque usted no ha hecho nada malo. Lo mataré porque es inocente”, quizás tan inocente como aquel cuando era un niño y fue abusado. Al final de la confesión, le dice que todo ocurrirá el domingo próximo, un día propicio para cobrárselas a la Iglesia, que en su momento se limitó a trasladar al sacerdote que lo violaba.

Durante la semana siguiente a la amenaza de muerte, James atiende sus deberes. Y a pesar de la desconfianza de una comunidad cuyos miembros parecen coincidir en que “el tiempo de los curas ha pasado”, él sigue aconsejando a las personas que lo buscan, y se esmera por tener una relación amigable con los demás. De todas formas, acepta no tener respuesta a cuestiones que lo sobrepasan, como el intento de suicidio de su hija biológica (concebida antes del sacerdocio), los detalles que le cuenta un asesino que se comía a sus víctimas y desde luego la terrible confesión del hombre. En lo que respecta a James, su fe le dicta que no debe sentir miedo ni desesperarse en su misión de pastor, pues el mandamiento de “No matarás” y el principio del perdón deben prevalecer y hacer recapacitar a cualquiera, incluso a su verdugo, así como permitirle a él mismo soportar el calvario que le han impuesto algunas personas, algo que se exacerba impunemente con el incendio de la iglesia y el degollamiento de su perro.

Estos tres filmes muestran la situación de víctimas y de sacerdotes acusados. Además de resaltar la preocupación de las mujeres (algunas de ellas religiosas) por lo sucedido, Doubt y The Keepers coinciden en su crítica a la inoperancia de la Iglesia frente a la libertad de sus pastores para cometer abusos sexuales. Por su parte, The Keepers y Calvary muestran problemas de la fe, una vía por la cual Calvary específicamente sugiere la ineficacia de preceptos de la tradición cristiana para entender los traumas por violación y para contener la violencia que estos pueden desatar. El hilo que une a los tres filmes es su reflexión sobre el drama de las personas que sucumben al abuso sexual, en contextos donde la institucionalidad estatal parece ponerse al margen o llegar tarde.

Por Pablo Castellanos / Especial para El Espectador

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