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Hace 60 años, Joan Manuel Serrat grabó su primer álbum de estudio, “Una guitarra”. Su puerta de entrada al mundo de la música la hizo en catalán, su idioma natal, y con ese mismo disco se estrenó como intérprete, un año más tarde, en el Palau de la Música de Barcelona. Este fue apenas el comienzo de una larga carrera en la que el cantautor se posicionó como “una de las figuras más destacadas de la canción moderna”, según la Fundación Princesa de Asturias. Esta misma le dio en abril de 2024 su reconocimiento homónimo por “el alcance de una trayectoria artística que trasciende la música y se hace referente cívico, sumando a las letras de sus canciones la fuerza del himno colectivo con voluntad universal”.
Esa trascendencia se puede ver en el estrecho contacto que tiene su obra con el mundo de la poesía. Se le reconoce por musicalizar algunos poemas de reconocidos autores como Antonio Machado —a quien dedicó completo su quinto álbum de estudio—, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Pablo Neruda, Mario Benedetti y Eduardo Galeano. Tal como afirmó Luis García Gil, autor del libro “Serrat y los poetas”, durante una entrevista para el medio español RTVE, “la poesía cantada de Serrat es una parte indispensable de su obra, tan trascendente como aquellas canciones que son de su propia autoría”.
Son esas canciones propias las que hoy recordamos, con ocasión de su cumpleaños número 81. Estos tres poemas, consignados todos en su álbum “Mediterráneo” de 1971, son algunos de los más recordados de este importante poeta de la canción española.
Mediterráneo
Quizá porque mi niñez
sigue jugando en tu playa,
y escondido tras las cañas
duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya,
y amontonado en tu arena
guardo amor, juegos y penas.
Yo, que en la piel tengo el sabor
amargo del llanto eterno,
que han vertido en ti cien pueblos
de Algeciras a Estambul,
para que pintes de azul
sus largas noches de invierno.
A fuerza de desventuras,
tu alma es profunda y oscura.
A tus atardeceres rojos
se acostumbraron mis ojos
como el recodo al camino…
Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
tengo alma de marinero…
¿Qué le voy a hacer, si yo
nací en el Mediterráneo?
Y te acercas, y te vas
después de besar mi aldea.
Jugando con la marea
te vas, pensando en volver.
Eres como una mujer
perfumadita de brea
que se añora y que se quiere
que se conoce y se teme.
Ay, si un día para mi mal
viene a buscarme la parca,
empujad al mar mi barca
con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas.
Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo,
en la ladera de un monte,
más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista.
Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista.
Cerca del mar, porque yo
nací en el Mediterráneo.
Aquellas pequeñas cosas
Uno se cree
que las mató el tiempo y la ausencia,
pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
que nos dejó un tiempo de rosas,
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.
Como un ladrón,
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced,
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
Barquito de papel
Barquito de papel
sin nombre, sin patrón y sin bandera,
navegando sin timón
donde la corriente quiera.
Aventurero audaz,
jinete de papel cuadriculado
que mi mano sin pasado
sentó a lomos de un canal.
Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar
y navegar era jugar con el viento,
era una sonrisa a tiempo
fugándose feliz de país en país,
entre la escuela y mi casa.
Después el tiempo pasa
y te olvidas de aquel barquito de papel.
Barquito de papel
¿en qué extraño arenal
han varado tu sonrisa y mi pasado
vestidos de colegial?
Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar
y navegar era jugar con el viento
Era una sonrisa a tiempo.