“Tú no sabes quién está pensando en matarte”
Hace 100 años, el 5 de marzo de 1922, nació Pier Paolo Pasolini. Reconocido por películas como “Saló, o los 120 días de Sodoma”, el italiano fue también escritor. Hoy recordamos su obra y algunas de sus reflexiones.
Daniela Cristancho
En su pasaporte, bajo la categoría de profesión, decía escritor. Fue un cineasta reconocido, sí. Pero ante todo, Pier Paolo Pasolini fue un hombre que dedicó su vida, la cual terminó de manera abrupta una noche de 1975, a la escritura. Y aunque durante más de una década el italiano se enfocó en el cine, afirmó nunca haber abandonado la literatura: “Durante los 12 o 13 años que hice cine, he continuado escribiendo poemas, y sobre todo ensayos y crítica. (…) No, no he renunciado a la literatura. Lo que he abandonado por completo es la novela. Simplemente, no podía escribir o incluso pensar en una página de relato. Es evidente que contar historias utilizando el cine me impedía escribirlas”, reconoció en una de las últimas entrevistas que le concedió a un medio no italiano, la revista Antaeus.
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En su pasaporte, bajo la categoría de profesión, decía escritor. Fue un cineasta reconocido, sí. Pero ante todo, Pier Paolo Pasolini fue un hombre que dedicó su vida, la cual terminó de manera abrupta una noche de 1975, a la escritura. Y aunque durante más de una década el italiano se enfocó en el cine, afirmó nunca haber abandonado la literatura: “Durante los 12 o 13 años que hice cine, he continuado escribiendo poemas, y sobre todo ensayos y crítica. (…) No, no he renunciado a la literatura. Lo que he abandonado por completo es la novela. Simplemente, no podía escribir o incluso pensar en una página de relato. Es evidente que contar historias utilizando el cine me impedía escribirlas”, reconoció en una de las últimas entrevistas que le concedió a un medio no italiano, la revista Antaeus.
Había crecido en un hogar conservador, a la cabeza de Carlo Alberto Pasolini, un militar italiano al que su hijo llamó “un gran enemigo”, y pronto se acercó a la literatura de Dostoievski y Tolstói, al igual que a la poesía del francés Arthur Rimbaud, quienes enrutaron de manera definitiva su pensamiento. Se aventuró en la poesía a los siete años y, eventualmente, estudió letras en la Universidad de Bolonia. Pasolini fundó, además, la Academia Friulana de la Lengua, que estudiaba aquella lengua romance propia del noreste italiano.
Entre su legado figuran películas a la par de poemas, obras de teatro, ensayos y novelas. Su última pieza literaria, sin embargo, quedaría inconclusa. En la mencionada entrevista con Antaeus, Pasolini le comentó a Eugenia Wolfowicz que estaba a punto de abandonar el cine por la literatura, proceso que había hecho a la inversa años atrás. Después de dirigir múltiples y exitosas películas, el artista afirmó en aquel verano de 1975: “Hace tres o cuatro años tuve la idea de una nueva novela en la que he comenzado a trabajar. Pero antes quisiera terminar la película de la que le acabo de hablar (sobre el concepto de ideología). Luego me consagraré por entero a esa novela. Quizá no la publique. No lo sé. Sin embargo, intentaré escribirla”.
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Quizá Pasolini hablara de Petróleo, novela publicada de manera póstuma en 1992. En ella, el escritor investigaba el papel de figuras como Enrico Mattei y Eugenio Cefis, presidentes de las más grandes petroleras italianas, en temas relacionados con la mafia y la política internacional. Algunos especulan que Petróleo fue el móvil del asesinato de Pasolini. Se hace evidente entonces no solo la vocación literaria del italiano, sino su espíritu crítico y transgresor que en vida le costó más de un enemigo.
Su poesía fue otra forma que adquirió su palabra para expresar el desacuerdo con la burguesía y la empatía con la clase campesina. Ya en 1957, Pasolini había publicado el poemario Las cenizas de Gramsci, cuyo nombre honra a Antonio Gramci, aquel filósofo de influencia marxista. Luego, en el calor de 1968, el poeta escribió otros de los versos que más polémica suscitarían. El 1° de marzo de aquel año, en Roma, miles de estudiantes se enfrentaron, por primera vez, de forma violenta contra la policía antidisturbios que estaba instalada en la Facultad de Arquitectura de Valle Giulia. Las fotografías de aquel día, que le dieron la vuelta al mundo, mostraban a los jóvenes armados con palos y piedras, luchando contra las fuerzas oficiales. Semanas después, Pasolini publicó el poema El PCI a los jóvenes:
Tienen caras de hijos de papá.
Buena raza no miente.
Tienen el mismo ojo ruin.
(…)
En Valle Giulia, ayer, hemos tenido un fragmento
de lucha de clase: y ustedes, amigos (aunque de la parte
de la razón) eran los ricos,
mientras que los policías (que estaban de la parte
equivocada) eran los pobres. ¡Linda victoria, entonces,
la de ustedes!
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Pasolini tuvo una postura crítica con los jóvenes, no solo con aquellos de 1968. “Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota. En manejarse en ella. En la humanidad que de ella emerge. En construir una identidad capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados. En no ser un trepador social, en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar primero. (…) Ante esta antropología del ganador, de lejos, prefiero al que pierde”, reflexionó el escritor.
Sus palabras estuvieron marcadas por los cambios políticos y económicos que se hicieron evidentes ante sus ojos. Nació cuando el fascismo se apoderaba de Italia, fue prisionero de las fuerzas armadas nazis durante la Segunda Guerra Mundial y luego, en la posguerra, vio la instauración de la democracia y el capitalismo. Y así vio, con tristeza, cómo llegaba el consumo masivo y la sociedad que este producía. A raíz de ello, recordó con nostalgia la Italia vieja, de los campesinos y los proletarios en la Trilogía de la vida (El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches). Pretendía que quienes leyeran sus palabras o fueran espectadores de sus películas miraran a su alrededor y se dieran cuenta de la tragedia. “Ya no somos seres humanos, somos extrañas locomotoras que chocan unas contra otras”, afirmó.
Desde niño, creció con la vocación por la escritura. Su vida estuvo atada a contar historias desde el cine y la literatura, desafiando posturas derechistas y conservadoras, cuestionando imposiciones y defendiendo sus convicciones. Así vivió hasta los 53 años. El 2 de noviembre de 1975 su cuerpo fue hallado en la playa de Ostia, a 30 kilómetros de Roma. Sin embargo, las advertencias que hizo en vida continúan vigentes. Horas antes de su muerte, había concedido una entrevista al periódico La Stampa. Cuando se le preguntó cómo le gustaría que se titulara, Pasolini respondió: “Tú no sabes quién está pensando en matarte ahora. Pon este título, si quieres, porque estamos todos en peligro”. Aquella frase, más allá de ser un presagio de su propia muerte, fue una advertencia de los peligros del sistema que aún prevalece.