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En un inquilinato, un grupo de fracasados tramitan, con un poco de imaginación y alcohol, su soledad y sus miserias. Allí, un escritor fantasea con los personajes de Shakespeare y Chéjov; una prostituta entrada en años se las ingenia para pagar el alquiler; una anciana muere ilusionada con que su nieto tenga una vida distinta; un boxeador amateur se da ánimos con las hazañas de un campeón de otro tiempo; una pareja intenta retener el amor y una criada canta sus afanes en medio de la noche. Sucede en una calle de una vieja casa del barrio francés de Nueva Orleans (Estados Unidos), pero bien podría ser cualquier pensión del barrio Santa Fe o La Perseverancia, en Bogotá. De fondo, se escucha un melancólico blues.
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American Blues, una pieza adaptada a partir de algunas obras cortas del dramaturgo estadounidense Tennessee Williams, es un bálsamo para el desencanto cotidiano; un encuentro fugaz pero profundo con personajes cansados, siempre al borde del abismo, pero genuinos y llenos de destellos de humanidad.
Esta pieza, adaptada, escrita y dirigida por Hernán Pico, cofundador del Teatro Libre y director actual de La Caja Blanca Taller, nació en plena pandemia: “En esos días, una de las actrices de La Caja Blanca se comunicó conmigo para conversar de cosas de la vida, de encierros, de soledades, de teatro. Ella, sin proponérselo, me hizo comprender lo que me estaba haciendo falta en estos tiempos sombríos: compañía. Compañía creativa. Compañía teatral. Ahí surgió la necesidad de reunir el grupo de nuevo. Así empezó el camino, que luego de varias vueltas inspiradoras, nos llevó a encontrarnos con American Blues”, señala Pico.
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El proceso teatral convocó a siete actores y tres músicos. “Al comienzo nos reunimos con los actores por separado, uno por uno, y leímos el libreto básico de las tres piezas cortas de Tennessee Williams que conformarían el proyecto inicial: Háblame como la lluvia y déjame escuchar, La marquesa de Larkspur Lotion y El caso de las petunias pisoteadas. Luego conversamos, nos escuchamos y nos hicimos preguntas. Nos pusimos de acuerdo en caminar juntos hacia el montaje de la obra que, muy pronto, aunque conservó su nombre inicial enriquecida con elementos de otras obras del mismo autor y otros aportes que hice, se convertiría en algo así como variaciones sobre piezas cortas de Tennessee Williams con un epílogo de fantasía lírica”, describe el director.
Luego vendrían la búsqueda de espacios para ensayar, el entrenamiento actoral, el reparto, las propuestas de los actores, el proceso de montaje y sus descubrimientos, el diseño de la escenografía y el vestuario, la composición musical, la búsqueda de recursos para la producción de la obra y el encuentro con las salas de teatro donde se querían presentar: el Teatro Libre, sede centro, y El Teatro Estudio La Quinta Porra, desde el jueves 25 al domingo 28 de noviembre. “La búsqueda de recursos siempre ha sido de lo más difícil. Ya que ni contamos, por razones que no vienen al caso, y porque nunca hemos solicitado apoyo de las entidades culturales del Estado para nuestros montajes. Siempre nos hemos apoyado en el talento, el entusiasmo y el trabajo de cada uno de los integrantes del elenco y en la generosa ayuda de nuestros familiares y amigos”, reconoce Pico.
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Lo cierto es que esta obra, que se abre paso en el difícil camino del teatro independiente, tiene una estética con fuertes referentes en el cine mudo y la música popular, además de que evita toda clase de adornos visuales y auditivos, para que el espectador pueda concentrarse en los actores y actrices; en la respiración y su presencia en el espacio; en las palabras de esos inadaptados y marginados personajes de Williams, que siempre son una mezcla de realismo y sueño: “¡Dime, háblame! Háblame como la lluvia, y yo estaré aquí echado y escucharé. ¡Tienes que hacerlo, es necesario! ¡Tengo que saber, así es que háblame como la lluvia y yo te escucharé, aquí echado, te escucharé!”.