Un bosque bordado para pedir por el medio ambiente
La colectiva de mujeres latinoamericanas, Zurciendo El Planeta, presentó en la COP26 un bosque conformado por árboles bordados en tela de México, Argentina y Chile. Sin embargo, sus planes van más allá de la cumbre climática.
Andrea Jaramillo Caro
Más de 150 mujeres de diferentes profesiones se unieron desde 2020 para realizar bordados con un sentido ambiental. Juntas bordaron un bosque para presentar en el marco de la COP26, que terminó el viernes, y esperan seguir esparciendo su mensaje a través del bordado. En Glasgow y otros lugares del Reino Unido exhibieron una serie de árboles bordados que las integrantes de la colectiva realizaron durante este año.
A través de su ‘artivismo’ afirman expresar sus acciones en favor del planeta. Su mensaje de esperanza y optimismo tenaz se ve reflejado en los hilos que componen cada una de las telas bordadas que recoge la colectiva. “La idea de bordar un bosque surgió en una reunión de la Colectiva en la que pensamos que para enfrentar la Crisis Climática quizás podríamos actuar como los bosques. En los árboles encontramos verdaderos guardianes de sabiduría, ejemplos de solidaridad y comunidad. En el bosque, cada árbol se comunica con el resto creando redes de resistencia, protección mutua y sustento. Todas guardamos en la memoria afectiva el recuerdo de algún árbol y motivadas por eso nos propusimos bordarlos formando un bosque que plasmara nuestros reclamos, compromisos y mensajes de esperanza”, afirman en su página.
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Sin embargo, Zurciendo el Planeta existe como proyecto desde el 2016 cuando su coordinadora Dora Napolitano comenzó a transformar la ropa que ya no usaba en vez de tirarla. La antropóloga afirma que con una amiga iniciaron el proyecto en Ciudad de México, “le pusimos Zurciendo el planeta. La idea era usar la recuperación de la ropa como medio para abrir la conversación sobre nuestra problemática relación con el medio ambiente y los daños provocados por nuestra sociedad consumista. El proyecto creció y cambió y el año pasado, hicimos 56 talleres en línea de costuras ecológicas y huerto urbano. En costuras ecológicas incluimos 3 áreas: recreación, remiendo y bordado artivista. El hecho de hacer los talleres en línea hizo que pudieran asistir no solo la gente de la ciudad de México sino de todo el continente. Y de pronto nos estábamos haciendo amigas con compañeras en Argentina y en Chile que se conectaban casi siempre”.
Cuenta Napolitano que luego de terminar los talleres muchas de las asistentes quisieron continuar involucradas en el proyecto, pero que no querían ser maestras sino crear un proyecto colectivo. Desde su origen han tenido una fuerte intención ambiental y un propósito ligado a pensar y actuar frente al cambio climático. Para la COP26 presentaron en más de 157 árboles y mientras que la coordinadora estuvo en Glasgow, en representación de la colectiva, se realizaron diferentes actividades tanto en la ciudad escocesa como en Latinoamérica. “Teníamos ganas de hacer algo ante la COP26. Estábamos enojadas que hubiera habido tantas reuniones de las NNUU sobre el cambio climático y que en 27 años nada hubiera mejorado: al contrario: todo ha empeorado. Ahora ya estamos viviendo el impacto del cambio climático y aun así parece que los gobernantes no lo toman en serio en ninguno de nuestros países”, dice.
Fue durante una videollamada que se propuso la idea de que cada una bordara un árbol “y a todas nos encantó. Los árboles son vida y dan vida. Un árbol representa a una bordadora, su individualidad dentro de la colectividad, sus anhelos por un mundo más sano y más equitativo, más regenerativo y más colaborativo. Pero todos juntos, los árboles —o las bordadoras— somos mucho más. Somos un ecosistema, una inteligencia colectiva, con más ideas y más capacidad de respuesta, cosa que es importante ahora para tratar de mover la conversación y será importante en un futuro para que las comunidades puedan ser más resilientes (mejor capacidad de adaptación) frente a los retos que trae y traerá el cambio climático”.
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En junio empezaron con 14 mujeres dispuestas a darle vida a este proyecto, “preparamos unos videos, diseñamos los tamaños y algunas reglas básicas de tamaño y uso de tela de re-uso, y las lanzamos a las redes a mediados de julio. Soñábamos con duplicar nuestro número para que el bosque se viera frondoso en Glasgow. Nunca nos imaginamos pasar de 100 árboles. Ya somos más de 150″.
Dora Napolitano vive actualmente en París y desde allí recibió los más de 150 bordados que le enviaron sus compañeras para viajar con ellos hasta Glasgow. En tren y llena de equipaje empacó los 25 kilos de bordados y una mesa con la que invitó a las personas que veían el proyecto a añadir su trabajo y bordar de forma colectiva.
Desde Argentina, México y Chile llegaron los bordados. El Espectador habló con integrantes de la colectiva de cada uno de estos países. En Pergamino, Argentina la doctora María Angélica Puentes aprendió a bordar cuando era niña, pero cuenta que retomó esta disciplina más adelante en su vida. Puentes conoció a Napolitano desde la infancia y se mantuvieron en contacto. Durante la pandemia, cuando Napolitano comenzó a realizar talleres virtuales con Zurciendo el Planeta, Puentes asistió a ellos y de esta forma se comenzaron a dar conversaciones entre las mujeres que hacen parte de la organización. A través de Zoom se reunían para discutir su preocupación por el cuidado del medioambiente y aprender formas de cuidar el planeta. De acuerdo con Puentes, para finales de 2020 habían terminado de bordar para la campaña “Los árboles hablan” y por medio de estas reuniones pensaron en hacer este bosque en forma de protesta pacífica.
Además del bosque para la COP26, Zurciendo el Planeta también realizó durante el fin de semana del 6 de noviembre acciones simultáneas en los países donde tienen presencia. Entre plantar árboles, dar charlas y realizar bordados colectivos dieron continuidad al bosque bordado.
Desde Ciudad de México la anestesióloga, Paulina Seguí, ha aportado a la colectiva no solo sus propios bordados, también los de personas que tiene a su alrededor y a quienes esparce el mensaje de esperanza que espera dar Zurciendo el Planeta. Seguí afirma que lleva más de 25 años fomentando la conciencia sobre derechos y responsabilidad, enseñando también sobre huertos escolares y terapia de bosque. La mexicana se enteró de Zurciendo el Planeta a través de Instagram y no dudó en unirse. “Al bordar me reencontré con la enseñanza de mi madre y mi abuela, encontré una manera de reflexionar con mi hija e involucrarnos en un proyecto ambiental. En el bordado encontré una voz sutil que me une a otras mujeres con los mismos pensamientos: al aprender de la naturaleza, en especial del bosque, hará que juntos como seres conectados con el resto del planeta, nos transformemos”, afirma.
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El mensaje que esperan esparcir es uno de esperanza y conciencia sobre la acción humana en el medioambiente. Después de Glasgow, Zurciendo el Planeta decidirá qué sigue en su camino, sin embargo, Dora Napolitano espera “seguir construyendo comunidad en los espacios donde se mueven las compañeras. Porque necesitamos más gente, más optimismo y más comprensión que la solución no va a venir desde arriba. Todas y todos tenemos que actuar y ya. No nos podemos quedar con las manos cruzadas esperando que los gobiernos, obedientes a las corporaciones más contaminantes, resuelvan. Ellos siempre tendrán recursos para vivir un poco más allá del caos social. Somos nosotros, los habitantes ‘comunes’, los que tenemos que crear el futuro que queremos”.
Más de 150 mujeres de diferentes profesiones se unieron desde 2020 para realizar bordados con un sentido ambiental. Juntas bordaron un bosque para presentar en el marco de la COP26, que terminó el viernes, y esperan seguir esparciendo su mensaje a través del bordado. En Glasgow y otros lugares del Reino Unido exhibieron una serie de árboles bordados que las integrantes de la colectiva realizaron durante este año.
A través de su ‘artivismo’ afirman expresar sus acciones en favor del planeta. Su mensaje de esperanza y optimismo tenaz se ve reflejado en los hilos que componen cada una de las telas bordadas que recoge la colectiva. “La idea de bordar un bosque surgió en una reunión de la Colectiva en la que pensamos que para enfrentar la Crisis Climática quizás podríamos actuar como los bosques. En los árboles encontramos verdaderos guardianes de sabiduría, ejemplos de solidaridad y comunidad. En el bosque, cada árbol se comunica con el resto creando redes de resistencia, protección mutua y sustento. Todas guardamos en la memoria afectiva el recuerdo de algún árbol y motivadas por eso nos propusimos bordarlos formando un bosque que plasmara nuestros reclamos, compromisos y mensajes de esperanza”, afirman en su página.
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Sin embargo, Zurciendo el Planeta existe como proyecto desde el 2016 cuando su coordinadora Dora Napolitano comenzó a transformar la ropa que ya no usaba en vez de tirarla. La antropóloga afirma que con una amiga iniciaron el proyecto en Ciudad de México, “le pusimos Zurciendo el planeta. La idea era usar la recuperación de la ropa como medio para abrir la conversación sobre nuestra problemática relación con el medio ambiente y los daños provocados por nuestra sociedad consumista. El proyecto creció y cambió y el año pasado, hicimos 56 talleres en línea de costuras ecológicas y huerto urbano. En costuras ecológicas incluimos 3 áreas: recreación, remiendo y bordado artivista. El hecho de hacer los talleres en línea hizo que pudieran asistir no solo la gente de la ciudad de México sino de todo el continente. Y de pronto nos estábamos haciendo amigas con compañeras en Argentina y en Chile que se conectaban casi siempre”.
Cuenta Napolitano que luego de terminar los talleres muchas de las asistentes quisieron continuar involucradas en el proyecto, pero que no querían ser maestras sino crear un proyecto colectivo. Desde su origen han tenido una fuerte intención ambiental y un propósito ligado a pensar y actuar frente al cambio climático. Para la COP26 presentaron en más de 157 árboles y mientras que la coordinadora estuvo en Glasgow, en representación de la colectiva, se realizaron diferentes actividades tanto en la ciudad escocesa como en Latinoamérica. “Teníamos ganas de hacer algo ante la COP26. Estábamos enojadas que hubiera habido tantas reuniones de las NNUU sobre el cambio climático y que en 27 años nada hubiera mejorado: al contrario: todo ha empeorado. Ahora ya estamos viviendo el impacto del cambio climático y aun así parece que los gobernantes no lo toman en serio en ninguno de nuestros países”, dice.
Fue durante una videollamada que se propuso la idea de que cada una bordara un árbol “y a todas nos encantó. Los árboles son vida y dan vida. Un árbol representa a una bordadora, su individualidad dentro de la colectividad, sus anhelos por un mundo más sano y más equitativo, más regenerativo y más colaborativo. Pero todos juntos, los árboles —o las bordadoras— somos mucho más. Somos un ecosistema, una inteligencia colectiva, con más ideas y más capacidad de respuesta, cosa que es importante ahora para tratar de mover la conversación y será importante en un futuro para que las comunidades puedan ser más resilientes (mejor capacidad de adaptación) frente a los retos que trae y traerá el cambio climático”.
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En junio empezaron con 14 mujeres dispuestas a darle vida a este proyecto, “preparamos unos videos, diseñamos los tamaños y algunas reglas básicas de tamaño y uso de tela de re-uso, y las lanzamos a las redes a mediados de julio. Soñábamos con duplicar nuestro número para que el bosque se viera frondoso en Glasgow. Nunca nos imaginamos pasar de 100 árboles. Ya somos más de 150″.
Dora Napolitano vive actualmente en París y desde allí recibió los más de 150 bordados que le enviaron sus compañeras para viajar con ellos hasta Glasgow. En tren y llena de equipaje empacó los 25 kilos de bordados y una mesa con la que invitó a las personas que veían el proyecto a añadir su trabajo y bordar de forma colectiva.
Desde Argentina, México y Chile llegaron los bordados. El Espectador habló con integrantes de la colectiva de cada uno de estos países. En Pergamino, Argentina la doctora María Angélica Puentes aprendió a bordar cuando era niña, pero cuenta que retomó esta disciplina más adelante en su vida. Puentes conoció a Napolitano desde la infancia y se mantuvieron en contacto. Durante la pandemia, cuando Napolitano comenzó a realizar talleres virtuales con Zurciendo el Planeta, Puentes asistió a ellos y de esta forma se comenzaron a dar conversaciones entre las mujeres que hacen parte de la organización. A través de Zoom se reunían para discutir su preocupación por el cuidado del medioambiente y aprender formas de cuidar el planeta. De acuerdo con Puentes, para finales de 2020 habían terminado de bordar para la campaña “Los árboles hablan” y por medio de estas reuniones pensaron en hacer este bosque en forma de protesta pacífica.
Además del bosque para la COP26, Zurciendo el Planeta también realizó durante el fin de semana del 6 de noviembre acciones simultáneas en los países donde tienen presencia. Entre plantar árboles, dar charlas y realizar bordados colectivos dieron continuidad al bosque bordado.
Desde Ciudad de México la anestesióloga, Paulina Seguí, ha aportado a la colectiva no solo sus propios bordados, también los de personas que tiene a su alrededor y a quienes esparce el mensaje de esperanza que espera dar Zurciendo el Planeta. Seguí afirma que lleva más de 25 años fomentando la conciencia sobre derechos y responsabilidad, enseñando también sobre huertos escolares y terapia de bosque. La mexicana se enteró de Zurciendo el Planeta a través de Instagram y no dudó en unirse. “Al bordar me reencontré con la enseñanza de mi madre y mi abuela, encontré una manera de reflexionar con mi hija e involucrarnos en un proyecto ambiental. En el bordado encontré una voz sutil que me une a otras mujeres con los mismos pensamientos: al aprender de la naturaleza, en especial del bosque, hará que juntos como seres conectados con el resto del planeta, nos transformemos”, afirma.
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El mensaje que esperan esparcir es uno de esperanza y conciencia sobre la acción humana en el medioambiente. Después de Glasgow, Zurciendo el Planeta decidirá qué sigue en su camino, sin embargo, Dora Napolitano espera “seguir construyendo comunidad en los espacios donde se mueven las compañeras. Porque necesitamos más gente, más optimismo y más comprensión que la solución no va a venir desde arriba. Todas y todos tenemos que actuar y ya. No nos podemos quedar con las manos cruzadas esperando que los gobiernos, obedientes a las corporaciones más contaminantes, resuelvan. Ellos siempre tendrán recursos para vivir un poco más allá del caos social. Somos nosotros, los habitantes ‘comunes’, los que tenemos que crear el futuro que queremos”.