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El resultado me dejó tan maravillado como aterrorizado, entre la estupefacción de un desarrollo tecnológico que nos va a cambiar la vida y el horror de sentir que, con total seguridad, no estamos listos para su inminente llegada.
Dall-E es, en esencia, un programa para hacer ilustraciones (de ahí el ingenioso juego de palabras que le da su nombre). Algo así como un Microsoft Paint con esteroides, cuyos usuarios son la versión contemporánea de un niño de los años 90 desbordante en ideas y con un lienzo digital en blanco para plasmarlas. La diferencia es que ahora no hace falta saber dibujar para ser un gran artista, con elegir las palabras correctas basta, y es que Dall-E funciona con comandos escritos, con lo que cualquier frase que introduzcamos puede ser el catalizador de grandes obras de arte.
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Arranqué mi prueba piloto probando suerte, como no podía ser de otra forma, con mi perro. Por ello le pedí a Dall-E que fabricara retratos de un salchicha miniatura vestido como el rey de España en un estilo de pintura antigua. Tras una espera que no llegó al minuto, y como por arte de magia, distintas y fascinantes versiones multiversales de mi teckel como heredero legítimo del linaje de los Borbón y ocupante inobjetable del trono del Palacio Real de Madrid se desplegaron ante mis ojos.
Luego de tal demostración de poder, la locura se desató y lo que siguió fue solo diversión, pues Dall-E inventó postales de mi perro disfrazado de superhéroe, posando como la escultura de un antiguo dios egipcio, luchando contra un Godzilla de juguete, inmortalizado en un vitral de iglesia y hasta protagonizando un cuadro de Van Gogh; la creatividad de mis órdenes era el límite.
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Aunque solo algunas eran realmente épicas y la mayoría tenía bastante margen de mejora, todas las imágenes producidas eran igualmente espectaculares, teniendo en cuenta la tecnología que las respaldaba, y eso es tremendamente inquietante, sobre todo para los diseñadores gráficos, quienes serán los primeros damnificados de esta revolución, al ver cómo lo que ellos tardan días o incluso semanas en terminar de forma artesanal, Dall-E puede masificarlo en cuestión de segundos.
Muy seguramente 2023 será el año en que la inteligencia artificial, al menos en algunas esferas, dará el salto de los laboratorios a nuestras vidas y por eso parece un buen momento para preocuparse por ella, tanto en su desarrollo como en su regulación, pues como bien lo vaticinó Yuval Noah Harari en su bestseller de hace algunos años, 21 lecciones para el siglo XXI, su irrupción en el mercado constituirá un movimiento sísmico como nunca se ha visto en nuestra historia moderna, lo que afectará a muchísimos de los oficios tradicionales que hasta doy dábamos por irreemplazables y obligará a la reinvención de millones de profesionales que los desempeñan alrededor del mundo.
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