Un canto a la paz que resuena en el mundo
El coro Hijos e Hijas de la Paz viajará a Europa para mostrar su talento, pero en especial, para hacerle eco al mensaje de reconciliación y esperanza que se aguarda en su propia historia.
Desde el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá partirá un avión a Bruselas, capital de Bélgica. Por los cielos estarán volando 18 embajadores de la paz de Colombia, título que les fue otorgado por Luis Gilberto Murillo, Ministro de Relaciones Exteriores, a los niños y las niñas que integran Hijos e Hijas de la Paz, un coro que reúne a los primogénitos de los firmantes del Acuerdo de Paz.
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Desde el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá partirá un avión a Bruselas, capital de Bélgica. Por los cielos estarán volando 18 embajadores de la paz de Colombia, título que les fue otorgado por Luis Gilberto Murillo, Ministro de Relaciones Exteriores, a los niños y las niñas que integran Hijos e Hijas de la Paz, un coro que reúne a los primogénitos de los firmantes del Acuerdo de Paz.
Este martes 28 de mayo, los nuevos embajadores partirán al Viejo continente, a mostrar su talento y su lenguaje: la música. Allí se presentarán ante el Comité Político y de Seguridad de la Unión Europea, una de las instituciones que han tenido incidencia en el Acuerdo de Paz. Pero antes, tendrán una presentación en otra ciudad de Bélgica.
Su sonido llegará hasta Amberes, en donde esperarán la llegada de Buque Gloria, en el que hombres y mujeres de la Armada Nacional zarparon desde el primero de marzo para hacer un recorrido por las aguas de Estados Unidos y Europa.
A la llegada de los 88 tripulantes y 73 alumnos de la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla, los niños y niñas cantarán cuatro canciones de su repertorio y el himno de Colombia. “Al igual que el Coro Hijas e Hijos de la Paz muestra una cara positiva del acuerdo de paz y que surgió en Bogotá, el Buque Gloria es un símbolo de nación en diferentes destinos”, aseguró David García, director de la Filarmónica.
Sus interpretaciones estarán dirigidas por Sandra Patricia Rodríguez, la pedagoga a cargo del proceso de estos infantes, quienes sintetizan dos historias de nación: la de una que dejó las armas y la de esa nueva generación que ya no vive esa guerra y abraza la paz. Rodríguez se refirió sobre ello: de cómo ha sido dotar de consciencia a los más pequeños sobre el papel que representan en la sociedad colombiana.
“Esto ha significado mucho trabajo, no solo en el sentido de ensayar, sino de concientizarlos del papel tan importante que vamos a hacer, porque no es un concierto más; ninguno es menos relevante. Pero es una cosa diferente cuando tú vas a viajar a representar a tu país, porque todo lo que tú hagas va a quedar en la memoria de la gente. Tenemos un letrero en la espalda que dice: Colombia”, aseguró la maestra, quien señaló que el arte no solo implica sensibilizarse con el sonido de un instrumento o de la propia voz, sino que obliga a asumir un respeto y generosidad por la vida.
Dijo Ramírez que los niños esperan que sus interpretaciones causen alegría, pero que también se sienta la esperanza de que la paz es una realidad. Incluso, mencionó que siempre entre las conversaciones que mantiene con sus alumnos en medio de los ensayos, les recuerda que deben ser ellos la muestra de esa paz.
“Para mí, el lema es que este grupo sea la muestra de lo que implica la paz, en todo ámbito. Entonces, les recalcó que debemos esperas pacientemente que el otro cante, que somos un grupo y que la unión es importante, así como que todo se debe hacer con y desde el corazón”.
La directora también ha tenido que concientizarse a sí misma de la responsabilidad que hay sobre ella. Del impacto que tiene su labor en ese proyecto de país que se planteó desde que se firmó el Acuerdo de Paz. “Mi trabajo como profesional de la música es poner al servicio los talentos que tengo como directora, pero además entregar mi consciencia plena sobre la labor, porque no es solamente las notas y la afinación, sino que es la profundidad de lo que hacemos; estamos siendo mensajeros de paz”, expresó.
Desde el año 2021, cerca de 50 niños, entre los dos y los diecisiete años, hacen parte del programa de Formación Musical de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y se forman en el Centro Filarmónico de la Paz. Es así como se ha gestado un símbolo de la firma del acuerdo y del valor de la cultura en los procesos de transformación, reparación y reconciliación.
Denis Janeth Collazos, excombatiente, firmante de la paz y madre de dos de los integrantes del coro, dijo que no tiene palabras para explicar la emoción que le ha causado ver a sus hijos sobre el escenario, pero sobre todo, saber que la decisión que tomó le cambió el curso de su vida y su familia. “Para mí esto es muy grande, porque aquí se materializa la paz. Cada día se van logrando cosas, aunque sé que faltan más, pero me da mucha alegría ver los pasos que vamos dando”, aseguró.
La madre también reconoció que no ha sido fácil seguirle el ritmo a los ensayos y que significa mucho esfuerzo para ella y para sus hijos, pero se mantiene firme en que todo ha valido y valdrá la pena. “Es desgastador, pero no por eso nos rendimos. Cada vez que los escuchamos cantar, es una motivación para seguir adelante”. Además, dijo que ha sido la música la forma de encontrar un lugar seguro para ellos.
“La música les ha ayudado a que mantengan en alto su cabeza y no la agachen porque son hijos de excombatientes. Ese ha sido su motor y ha sido la cara de lo que se trata el proceso de paz”, señaló tras reconocer que sí han sido víctimas de señalamientos y rechazos por su pasado. Y a pesar de que no negó el dolor que siente cuando escucha aquellos comentarios, es creyente de que hay otras cosas más importantes que eso.
“Además de todo, mi hija tiene una discapacidad auditiva, entonces sí suele tener problemas, pero no nos detenemos, siempre sacamos adelante lo que no pone la vida. Le decimos que debe luchar y que no se debe detener por nada. Que ella tiene unos papás valientes y que hemos querido lograr un futuro mejor y lo estamos haciendo”, concluyó.