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¿Cuál es su trasfondo cultural y familiar?
Mi origen se remonta al sur de Colombia. Nací en Ipiales. Soy hijo de indígenas y artesanos: mi madre de Males, Córdoba, y mi padre del resguardo de Ipiales. Mi infancia transcurrió entre los volcanes y montañas nariñenses, que han influido profundamente en mi conexión con la tierra y su gente. Recuerdo con cariño las tradiciones familiares, las celebraciones con música de “banda de yegua” y también aspectos de la medicina popular, como curar el espanto con tabaco.
¿Cómo ha sido su camino en la danza?
Fue un proceso gradual que comenzó en mi infancia. Mi relación con la danza se inicia con los estudios en Artes Escénicas con énfasis en dirección coreográfica en la ASAB. Allí, mi identidad artística se vio cuestionada: también me dedicaba al teatro y había presión por definirme en un solo campo. Este proceso me hizo regresar constantemente a mi tierra para encontrar inspiración. Desarrollé mi propio enfoque artístico integrando elementos teatrales, académicos y personales.
¿Cómo han influido las tradiciones en su enfoque artístico?
Mi vínculo con la danza es una expresión de resistencia y conexión con mis raíces. A través de cada movimiento busco expresar mi identidad y mi historia, conectando con los ritmos ancestrales y los símbolos de mi cultura. Fundé Teatro Danza Pies del Sol como un espacio para preservar y promover nuestras tradiciones y patrimonio cultural. Es un esfuerzo colectivo que valora la interdisciplinariedad y la interculturalidad. Es un espacio donde se celebra la diversidad y se fomenta el diálogo intercultural.
¿Qué recuerda de su experiencia en el Carnaval de Negros y Blancos?
Fue un desafío emocionante y acepté con entusiasmo la oportunidad de participar en este evento tan importante para Pasto. Lancé mi primera comparsa junto a compañeros de Bogotá, utilizando música corporal y sombras solares en lugar de la música convencional. Esta propuesta nos llevó a ganar un premio en el carnaval. Después continué explorando nuevas formas de expresión artística, como performances y audiciones vivas en la calle. Recuerdo especialmente mi presencia en el carnaval como el personaje del “taitico andino danzarín”.
¿Quién es el “taitico andino danzarín”?
Es la personificación de la imaginación de los recuerdos de mi niñez y de las tradiciones rurales de los Andes. Un santico de los que uno encuentra en las puertas de las casas en el campo. Durante cinco años consecutivos, este personaje se convirtió en un símbolo del carnaval y me permitió compartir mi arte con el público. Su elaboración y representación me llevó a reflexionar profundamente sobre mi identidad y herencia cultural.
Basándose en su experiencia, ¿qué consejo daría a los jóvenes artistas?
Les diría que valoren su proceso creativo y que se permitan explorarse sin miedo. Que abracen la pasión por lo que hacen y se conecten con su esencia y sus raíces. Que entiendan que el arte es político y que cada expresión es un acto de resistencia y afirmación de nuestra humanidad compartida. Cada obra que creen debe ser un reflejo genuino de su ser interior y una manifestación de su conexión con el universo y con quienes los rodean. El arte es un regalo que nos permite explorar los límites de lo posible y conectar con lo divino que habita en cada uno de nosotros.