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El 11 de mayo de 1981 publica Gabo en “El País” de España el artículo “Como ánimas en pena”, en donde habla de aquellas historias fascinantes que no se pueden olvidar, ahí aparecen dos que, al mejor estilo de Cervantes, quiere ponerlos en autoría ajena, se trata de “El drama del desencantado” y “El visitante”, minicuentos ambos que han tenido una importante recepción no solamente en sus lectores asiduos sino también dentro de la crítica literaria, aunque no figuren dentro de las selecciones de cuentos que se han hecho y que sumándolos compondrían el corpus de 43 cuentos escritos por el Nobel colombiano.
Sin embargo, la lista se ha ido incrementando, ya que el propio autor en “Vivir para contarla”, anuncia que el cuento “El fauno en el tranvía” (1947) fue enviado por el propio autor, junto con una carta, al Suplemento Literario de El Tiempo, sin ser publicado ni la carta contestada. De igual manera anota: “Los cuentos de esa época, en el orden en que fueron escritos y publicados en «Fin de Semana», desaparecieron de los archivos de El Espectador en el asalto e incendio de ese periódico por las turbas oficiales el 6 de septiembre de 1952. Yo mismo no tenía copia, ni las tenían mis amigos más acuciosos, de modo que pensé con un cierto alivio que habían sido incinerados por el olvido. Sin embargo, algunos suplementos literarios de provincia los habían reproducido en su momento sin autorización, y otros se publicaron en distintas revistas, hasta que fueron recogidos en un volumen por ediciones Alfil de Montevideo, en 1972, con el título de uno de ellos: Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles.”
En los “Papeles de Gabo” que adquirió la Biblioteca Luis Ángel Arango en 2017, aparecen otros cuentos: “El huésped”, “Relatos de un viajero imaginario”, “Un país en la costa Atlántica” y “Un hombre viene bajo la lluvia”; y cuatro probablemente inéditos: “Relato...”, “El ahogado que nos traía caracoles”, “Olor antiguo” y “Relato de las barritas de menta”.
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Cronológicamente, los primeros 8 cuentos de Gabo según Sergio Sarmiento, profesional investigador de la Biblioteca Luis Ángel Arango, son: “La tercera resignación” (Suplemento Literario de El Espectador, Bogotá, 13 de septiembre de 1947), “Eva está dentro de su gato” (Fin de Semana, de El espectador, Bogotá, 25 de octubre de 1947), “Tubal-Caín forja una estrella” (Fin de Semana, de El Espectador, Bogotá, 17 de enero de 1948), “La otra costilla de la muerte” (Magazín Dominical de El Espectador, Bogotá, 25 de julio de 1948), “Diálogo del espejo” (Magazín Dominical de El Espectador, Bogotá, 23 de enero de 1949), “Amargura para tres sonámbulos” (Magazín Dominical de El Espectador, Bogotá, 13 de noviembre de 1949), “De cómo Natanael hace una visita” (Crónica, Barranquilla, 6 de mayo de 1950), y “El huésped” (El Heraldo, Barranquilla, 19 de mayo de 1950).
Sarmiento, respecto a posibles obras de Gabo perdidas en viejos periódicos, anota: “Además, los documentos también ofrecen evidencias de que García Márquez publica en Barranquilla —e incluso en Bogotá— materiales escritos durante sus estadías en Cartagena, confirmando las hipótesis que al respecto tenían autores como Jacques Gilard (2015), Gerald Martin (2009) y Jorge García Usta (2015)”, de donde se colige que en periódicos y revistas de bibliotecas perdidas pueden aún estar navegando algunos de sus escritos.
Para nuestra grata sorpresa, en las arduas labores de investigación que emprendemos con el fin de aclarar nombres o fechas, recurrimos al antiguo oficio de auscultar viejos periódicos que reposan en las bibliotecas bogotanas, encontramos un cuento perdido de García Márquez que no aparece en ninguno de los listados antes mencionados. Antes de dar cuenta de él, precisamos que corroboramos su autenticidad desde varias perspectivas, desde la particularidad del estilo que se iba ya formando, hasta la confianza plena del editor que hace una elogiosa introducción al cuento publicado en 1950 y que vendría a ser, cronológicamente, el sexto en ser publicado por su autor.
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El asombro fue mayúsculo, no solo por quien lo escribió, sino donde apareció publicado, además de estar acompañado de una interesante ilustración cuya autoría aún no se ha podido verificar. Se inició entonces un acercamiento con diferentes instituciones que pudiesen estar interesadas en este descubrimiento, en algunas se exigió dar la fuente y remitir el cuento, lo que a nuestra consideración consistía en desconocer de tajo el azar que nos llevó a descubrir este cuento, razón por la cual no insistimos en ello, además porque para la mayoría de lectores de Gabo todo está ya publicado, y porque para muchas instituciones partir de la duda razonable es mucho más certero que partir del principio de la buena fe.
De igual manera se hicieron las consultas respectivas sobre derechos de autor, ya que el interés es publicar el cuento, pero no podemos hacerlo hasta contar con el permiso de los herederos legales sobre quienes recaen dichos derechos. Siendo El Espectador la cuna de esos primeros cuentos que despertaron el interés nacional hacia Gabo, aprovechamos estas páginas para que aparezca un alma caritativa que pueda indicarnos el camino correcto para que este cuento salga nuevamente a la luz pública después de 72 años de publicado.
Compartimos la presentación que se hace en el periódico sobre el entonces joven García Márquez y la impresión que causó el cuento, las cuales coinciden con los críticos literarios de su obra: “Este cuento por primera vez se da a la publicidad, constituye una de las mejores creaciones -si no la mejor- del insuperable cuentista Gabriel García Márquez, quien hace apenas unos meses dió a conocer la calidad de su mensaje literario a través de las páginas de “El Espectador”. García Márquez ha publicado ya algunos cuentos, entre otros, “Eva está dentro de su gato” y “El hombre que enterró su cadáver”, producciones indiscutibles dentro de su género y que traen al cuento colombiano materiales de la más asimilable tendencia Joyceana. Pero, aún de esta misma tendencia, García Márquez logra hacer cuento original, valiéndose de su portentosa imaginación, de su sensibilidad receptora de los más insospechados matices. El cuento se vuelca sobre las regiones del subconsciente, transidas de luminosas apariciones, de complejos oscuros y ancestrales; el pensamiento, la acción de determinado individuo, responde a esa maraña psicológica que se ha acumulado durante toda la vida y se revela en un momento de definitiva manifestación anímica. Existe un espacio y un tiempo que se cuenta por milésimas de segundos, dentro de las cuales introduce un certero análisis. Espacio, tiempo, tiempo, espacio. Joyce, Kafka y he ahí a García Márquez; poseedor de los más sutiles elementos; obediente al signo de su imaginación, a la diaria labor de la autocrítica.”
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“El hombre que enterró su cadáver” anotan ahí, sin embargo, este no se encuentra dentro de los registros y puede quizá corresponder a “La tercera resignación”, o acaso otro cuento permanece oculto en los viejos periódicos de las destartaladas bibliotecas de viejo que ya pocos consultan. Diremos únicamente que el cuento perdido de Gabo tiene cierto parecido a “El drama del desencantado”, aunque mucho más extenso, contiene también elementos de “La tercera resignación”, la madre con el temor de la estrechez del ataúd nuevamente aparece aquí, entre líneas hay más carga psicológica, esperamos que dentro de poco sean los lectores quienes puedan hacer sus propios juicios.