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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez: un contradictor idealista

                                                                                                                                El escritor y periodista fue el editor de El Magazín Cultural de El Espectador hasta el pasado 5 de enero. Este jueves 8 de febrero se realizará un homenaje en la Biblioteca Los Fundadores del Gimnasio Moderno de Bogotá, a las 6 de la tarde. Aquí un texto para celebrar su paso por este periódico.

                                                                                                                                Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Editora de El Magazín cultural
                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez fue editor de El Magazín Cultural de El Espectador desde 2006, pero entró trabajar a este diario en 2004.
                                                                                                                                Foto: Oscar Perez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Le sugerimos leer la columna más reciente de Fernando Araújo Vélez, llamada El caminante: Yo te defino, tú me defines

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Ahora que es adulto, sostiene que su pensamiento no es sabiduría, sino lógica: el conocimiento de la condición humana no es exclusivo de los filósofos, antropólogos, psicólogos o intelectuales. Mucho menos de los sacerdotes. Tampoco de las brujas. Según él, para saber de los seres humanos, de su comportamiento, hay que ser humano. Y hay que sospechar.

                                                                                                                                Pero para pensarlo, entenderlo y aceptarlo, pasó mucho. Para, entre otras cosas, reconocer que su mamá fue lo que fue por un montón de razones que iban más allá de él y de lo que se pretendía de ella. Él, que se dejó seducir por los Beatles después de que vio una portada de uno de sus discos, dejó que su pelo creciera. Y su familia fue conservadora, así que para ella se peinó distinto y luego salió e hizo lo que quiso. Fue un rebelde al declararle la guerra a lo convencional, aunque ahora sepa que los modales tienen algún sentido y comprenda los códigos de la realeza. Es decir, después de sublevarse, pensó. Podría decirse que ahora es un contradictor idealista.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Este texto se publica hoy en este periódico porque Fernando se jubiló. Su último día como editor de El Magazín Cultural de El Espectador fue el 5 de enero. Antes de llegar a esta casa editorial, pasó por medios de comunicación como La Prensa, El Tiempo, Cromos, Calle 22 y la revista Fábula, entre otros. Antes de terminar este tiempo de legalidades y burocracias, sueldos, cesantías y vacaciones, escribió los libros Pena máxima, El fútbol detrás del fútbol, No era fútbol, era fraude; y las novelas Y por favor, miénteme, y Aunque me muera a la izquierda, su más reciente publicación.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le sugerimos escuchar un capítulo del pódcast de literatura de El Espectador, El refugio de los tocados, en el que se desarrolló una charla con Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                También se contradijo. Él, que repitió hasta el cansancio que la sospecha y la verificación eran vitales en esta profesión y en la vida, apostó por causas y empeños que lo decepcionaron hasta casi tumbarlo. Y de sus caídas se levantó dispuesto a equivocarse más. Fue terco. Fue desesperantemente terco: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, dijo Bertolt Brecht. Otra de las citas que le sacan su cara de victoria.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: Javier Moro: “Los migrantes son la muestra del fracaso de la revolución bolivariana”

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                                                                                                                                En su silla de rey, que, repito, no depende de la silla, sino de su postura, cruza las piernas y ataca. Cuando quiere romper la tensión de algún momento, se pone el disfraz de viejo cascarrabias y embiste con un sentido del humor irresistible para quien esté en pie de lucha. Su estrategia es desarmar. Y después de dejar a su interlocutor inerme, pasa a la segunda fase de su plan: conversar para pensar. Su sueño es que la gente piense, busque, descubra, porque la frase de Saramago, esa que dice que “siempre queremos estar del otro lado del puente”, lo obsesiona. Es un patético que se toma todo en serio y asegura que siempre defenderá su máxima de que la vida es sagrada. Como lo dijo Emil Cioran, otro de sus muertos: “Todo pensamiento nos debe llevar a la ruina de una sonrisa”. Ahora habrá tiempo para más de sus pensamientos, sus canciones y sus ruinas.

                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez fue editor de El Magazín Cultural de El Espectador desde 2006, pero entró trabajar a este diario en 2004.
                                                                                                                                Foto: Oscar Perez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Le sugerimos leer la columna más reciente de Fernando Araújo Vélez, llamada El caminante: Yo te defino, tú me defines

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Pero para pensarlo, entenderlo y aceptarlo, pasó mucho. Para, entre otras cosas, reconocer que su mamá fue lo que fue por un montón de razones que iban más allá de él y de lo que se pretendía de ella. Él, que se dejó seducir por los Beatles después de que vio una portada de uno de sus discos, dejó que su pelo creciera. Y su familia fue conservadora, así que para ella se peinó distinto y luego salió e hizo lo que quiso. Fue un rebelde al declararle la guerra a lo convencional, aunque ahora sepa que los modales tienen algún sentido y comprenda los códigos de la realeza. Es decir, después de sublevarse, pensó. Podría decirse que ahora es un contradictor idealista.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le sugerimos escuchar un capítulo del pódcast de literatura de El Espectador, El refugio de los tocados, en el que se desarrolló una charla con Fernando Araújo Vélez

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                                                                                                                                También se contradijo. Él, que repitió hasta el cansancio que la sospecha y la verificación eran vitales en esta profesión y en la vida, apostó por causas y empeños que lo decepcionaron hasta casi tumbarlo. Y de sus caídas se levantó dispuesto a equivocarse más. Fue terco. Fue desesperantemente terco: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, dijo Bertolt Brecht. Otra de las citas que le sacan su cara de victoria.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hoy, por estos días y sin importar la silla, se sienta como un rey. Acomoda los codos y descarga algo de peso. Ocupa todo el sitio. A veces fuma y suelta el humo entre las furias y las carcajadas que le sacan los absurdos. Es el consultor de todas las desgracias de quiénes lo rodean, así las desgracias le den risa y sean, para él, cuestiones de fuerza, voluntad o despedidas. Y aunque las ve como debilidades, porque los seres humanos somos débiles, les dedica un gran porcentaje de su tiempo, y con su voz ronca por sabio o por fumador, repite que el amor, o eso que llamamos amor, es tóxico y que detrás de todo hay una gran historia. Que el camino es lo más importante, no la meta, y sugiere no firmar contratos laborales ni conyugales. Que lo más importante siempre será vivir, en vez de ser vividos, y que para eso hay que aceptar el gran desafío de ser libres, así la libertad implique una soledad estruendosa. Que estamos ávidos de aprobación y por eso fingimos, pero que las actuaciones se caen rápido, así que la fuerza debe enfocarse en la esencia, no en la interpretación.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Javier Moro: “Los migrantes son la muestra del fracaso de la revolución bolivariana”

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                                                                                                                                En su silla de rey, que, repito, no depende de la silla, sino de su postura, cruza las piernas y ataca. Cuando quiere romper la tensión de algún momento, se pone el disfraz de viejo cascarrabias y embiste con un sentido del humor irresistible para quien esté en pie de lucha. Su estrategia es desarmar. Y después de dejar a su interlocutor inerme, pasa a la segunda fase de su plan: conversar para pensar. Su sueño es que la gente piense, busque, descubra, porque la frase de Saramago, esa que dice que “siempre queremos estar del otro lado del puente”, lo obsesiona. Es un patético que se toma todo en serio y asegura que siempre defenderá su máxima de que la vida es sagrada. Como lo dijo Emil Cioran, otro de sus muertos: “Todo pensamiento nos debe llevar a la ruina de una sonrisa”. Ahora habrá tiempo para más de sus pensamientos, sus canciones y sus ruinas.

                                                                                                                                Por Laura Camila Arévalo Domínguez

                                                                                                                                Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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