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Casi de piedra, la segunda novela de Ana Cristina Vélez, es la historia de Teresa, una mujer con una lengua rápida, fácil de palabras y de ideas, escéptica, atea y alegre. El lector nota muy rápidamente la lucha de ella por ser racional, por tomar su vida como si se tratara de un experimento científico.
Casi de piedra está conectada con Amor en la Nube, la primera novela de Ana Cristina, y de cierta manera es una continuación de la vida amorosa de Teresa. Aunque en la segunda los personajes varían, la voz en ambas es la misma, es la de Teresa.
Teresa se estudia, se ve a sí misma con distancia, y de esta misma manera ve a sus padres y a su hermano. Es una mujer crítica, pero amorosa, compasiva, que sabe leer bien la mente y las intenciones de los que la rodean. Como geóloga, Teresa es experta en el clima, y sus investigaciones se concentran en el papel revelador que las diatomeas juegan en revelar cómo fueron los climas que antecedieron al del presente. En pocas palabras, es un personaje complejo y completo, con muchos matices.
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Luego viene Jerónimo, su amor, un cuarentón recién separado, con dos hijos difíciles de conquistar. Es un pintor culto y bello, que se deja amar, y un intelectual del arte que empieza a ser reconocido, pero no ve a Teresa a su altura.
Alrededor de Teresa orbitan sus padres, no menos complejos que Teresa, su hermano gay, cuyo papel en esta novela es importante, y sus compañeros de trabajo. Otros personajes clave son Vicente Raga, el profesor de Filosofía, que siempre lo deja a uno pensando con sus profundas reflexiones, y Juan Diego, el profesor de Matemáticas, que es gracioso, profundo y loco. La relación con cada uno de ellos aporta reflexiones, a veces divertidas, a veces intelectuales que, en mi opinión, como en una buena receta de cocina, sazonan la novela en la justa medida.
Casi de piedra tiene un ritmo rápido, es ágil y agarradora, uno no se queda patinando en ningún capítulo, en cada página se quiere ir avanzando para saber qué es lo que sigue. Al ir leyendo cómo evoluciona su relación con Jerónimo, es casi inevitable pensar en nuestro propio Jerónimo, preguntarse cuántas mujeres pueden decir que se han librado de gozar, vivir y padecer una relación así.
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Casi de piedra es también un breve compendio de poesía ajena entretejido en el texto. Al principio de cada capítulo hay un delicado aperitivo, un poema escogido con precisión, que es como un oráculo puesto allí con la intención de que el lector intuya lo que se viene. Algunos son maravillosos y casan muy bien; con otros, uno se queda pensando y se ve precisado a volver atrás y leer de nuevo.
Esta novela es, al mismo tiempo, lo suficientemente superficial como para llevar al lector hasta el final con agilidad y frescura, y lo suficientemente profunda como para dejarlo pensando en asuntos filosóficos reales que uno nunca se habría siquiera imaginado. Por ejemplo, la epifanía del profesor acerca de que el tiempo no existe, que todo ha pasado ya y que lo que vivimos es el fragmento de una película en la que la conciencia nos está permitiendo vivir la falacia de un presente eterno.
“Eres casi de piedra eres casi de sueño en el vaivén del tiempo”, dice un verso del poema de Raúl Gómez Jattin que encabeza el capítulo 19 y que le dio el nombre a esta divertida y profunda novela. ¿A quién le habla Jattin en este hermoso verso? ¿Acaso en ese vaivén del tiempo no somos todos piedras de deleznable arenisca?
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*Marta Lucía Restrepo Bravo es comunicadora social de la UPB. Magister en Español y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bergen. Actualmente se desempeña como editora independiente.