Un museo alemán explora la ambición artística de los primeros fotógrafos
El Museo Barberini de Potsdam, cerca de Berlín, explora los esfuerzos de los primeros fotógrafos por reivindicar la fotografía como un arte autónomo, revisitando sus complejas relaciones con la pintura en la época de florecimiento del arte impresionista.
EFE
La invención de la fotografía en 1839 abre una brecha en el panorama artístico entre la tradición y la modernidad.
La galería explora en esta muestra los esfuerzos de los primeros fotógrafos por reivindicar la fotografía como un arte autónomo, revisitando sus complejas relaciones con la pintura en la época de florecimiento del arte impresionista.
"Un nuevo arte: fotografía e impresionismo" es la primera exposición que el Museo Barberini, cuyos fondos proceden de la colección de cuadros impresionistas de su fundador Hasso Plattner, dedica a la fotografía.
La muestra repasa los primeros intentos de la fotografía por consolidarse como un arte respetado, poniendo el foco en la vocación de los primeros fotógrafos, como Gustave Le Gray o Henri Le Secq, en explorar las posibilidades artísticas de este nuevo medio más allá de su dimensión técnica y económica.
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La comisaria adjunta de la muestra, Helene von Saldern, explica a Efe que "cuando la fotografía se inventó en 1839, entró en un sistema de artes muy consolidado en el que había una clara jerarquía entre las distintas disciplinas artísticas".
"Lo que vemos claramente en los primeros fotógrafos de nuestra exhibición es que realmente tenían ambición por establecerse como artistas y consolidar la fotografía como una forma autónoma de arte", afirma.
La fotografía tuvo vocación artística desde sus comienzos, en los que los primeros fotógrafos experimentaron con la composición, con la perspectiva, con los materiales y con técnicas como el difuminado o el montaje, muchas veces con intereses en aspectos escasamente rentables, como la fotografía de paisajes, menos lucrativa que otros géneros como el retrato.
En una época de avances técnicos y transformaciones artísticas, la muestra también hace hincapié en las complejas relaciones de competición e imitación que se generaron entre la fotografía emergente en el siglo XIX y la tradición pictórica ya consolidada.
Muchos fotógrafos recurrían a los mismos motivos artísticos que los artistas impresionistas, como el bosque de Fontainebleau, los acantilados de Étretat o la ciudad de París, y, del mismo modo que hacían sus colegas pintores, experimentaban con los efectos de la luz, del paso de las estaciones y de las condiciones climáticas en su obra.
La exhibición plantea un recorrido por estos motivos comunes inspirados en elementos naturales como el cielo, el bosque o los ríos, y en la modernidad de la arquitectura industrial de las ciudades, desde las primeras fotografías que funcionaban como estudios para la pintura hasta la consolidación del movimiento pictorialista, que gracias a las técnicas para añadir color consigue el objetivo de situar a esta disciplina en la órbita de otras artes.
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Una relación de competición e influencia
"La relación entre la fotografía y la pintura en la época es compleja. Los pintores utilizaban la fotografía para facilitar su pintura con estudios para la representación de sus motivos, pero también estaban influenciados por ella, por ejemplo, en la perspectiva", destaca la comisaria adjunta.
Agrega que "al mismo tiempo, la fotografía también intentaba adaptar las técnicas de la pintura y "por ejemplo, los fotógrafos se esforzaron mucho por incluir el color en sus trabajos".
"También podemos observar que los primeros fotógrafos estaban muy influenciados por la composición tradicional y el lenguaje pictórico de la pintura", añade.
Lo primero con lo que se encuentra el visitante en la exposición y lo último que ve al terminar es la yuxtaposición de un cuadro y una fotografía, un recordatorio de esas relaciones de influencia mutua que se establecen entre las dos disciplinas artísticas.
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"La idea de la exhibición se basa en nuestra colección permanente, en la que presentamos obras de arte de los impresionistas franceses, sobre todo paisajes", afirma Von Saldern, que señala que no se quiso incluir más pinturas para no restar protagonismo a las fotografías.
Sin embargo, la comisaria invita a recorrer la muestra como una especie de diálogo con la colección permanente, buscando analogías y comparaciones entre las imágenes de los primeros fotógrafos y los cuadros de los pintores impresionistas.
Con ese objetivo, el Museo Barberini ha desarrollado una aplicación digital que contrapone las fotografías de la exposición con las pinturas de su colección, con una pantalla deslizante que permite detectar analogías entre ambas disciplinas y establecer así un diálogo entre las dos formas de arte.
La invención de la fotografía en 1839 abre una brecha en el panorama artístico entre la tradición y la modernidad.
La galería explora en esta muestra los esfuerzos de los primeros fotógrafos por reivindicar la fotografía como un arte autónomo, revisitando sus complejas relaciones con la pintura en la época de florecimiento del arte impresionista.
"Un nuevo arte: fotografía e impresionismo" es la primera exposición que el Museo Barberini, cuyos fondos proceden de la colección de cuadros impresionistas de su fundador Hasso Plattner, dedica a la fotografía.
La muestra repasa los primeros intentos de la fotografía por consolidarse como un arte respetado, poniendo el foco en la vocación de los primeros fotógrafos, como Gustave Le Gray o Henri Le Secq, en explorar las posibilidades artísticas de este nuevo medio más allá de su dimensión técnica y económica.
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La comisaria adjunta de la muestra, Helene von Saldern, explica a Efe que "cuando la fotografía se inventó en 1839, entró en un sistema de artes muy consolidado en el que había una clara jerarquía entre las distintas disciplinas artísticas".
"Lo que vemos claramente en los primeros fotógrafos de nuestra exhibición es que realmente tenían ambición por establecerse como artistas y consolidar la fotografía como una forma autónoma de arte", afirma.
La fotografía tuvo vocación artística desde sus comienzos, en los que los primeros fotógrafos experimentaron con la composición, con la perspectiva, con los materiales y con técnicas como el difuminado o el montaje, muchas veces con intereses en aspectos escasamente rentables, como la fotografía de paisajes, menos lucrativa que otros géneros como el retrato.
En una época de avances técnicos y transformaciones artísticas, la muestra también hace hincapié en las complejas relaciones de competición e imitación que se generaron entre la fotografía emergente en el siglo XIX y la tradición pictórica ya consolidada.
Muchos fotógrafos recurrían a los mismos motivos artísticos que los artistas impresionistas, como el bosque de Fontainebleau, los acantilados de Étretat o la ciudad de París, y, del mismo modo que hacían sus colegas pintores, experimentaban con los efectos de la luz, del paso de las estaciones y de las condiciones climáticas en su obra.
La exhibición plantea un recorrido por estos motivos comunes inspirados en elementos naturales como el cielo, el bosque o los ríos, y en la modernidad de la arquitectura industrial de las ciudades, desde las primeras fotografías que funcionaban como estudios para la pintura hasta la consolidación del movimiento pictorialista, que gracias a las técnicas para añadir color consigue el objetivo de situar a esta disciplina en la órbita de otras artes.
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Una relación de competición e influencia
"La relación entre la fotografía y la pintura en la época es compleja. Los pintores utilizaban la fotografía para facilitar su pintura con estudios para la representación de sus motivos, pero también estaban influenciados por ella, por ejemplo, en la perspectiva", destaca la comisaria adjunta.
Agrega que "al mismo tiempo, la fotografía también intentaba adaptar las técnicas de la pintura y "por ejemplo, los fotógrafos se esforzaron mucho por incluir el color en sus trabajos".
"También podemos observar que los primeros fotógrafos estaban muy influenciados por la composición tradicional y el lenguaje pictórico de la pintura", añade.
Lo primero con lo que se encuentra el visitante en la exposición y lo último que ve al terminar es la yuxtaposición de un cuadro y una fotografía, un recordatorio de esas relaciones de influencia mutua que se establecen entre las dos disciplinas artísticas.
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"La idea de la exhibición se basa en nuestra colección permanente, en la que presentamos obras de arte de los impresionistas franceses, sobre todo paisajes", afirma Von Saldern, que señala que no se quiso incluir más pinturas para no restar protagonismo a las fotografías.
Sin embargo, la comisaria invita a recorrer la muestra como una especie de diálogo con la colección permanente, buscando analogías y comparaciones entre las imágenes de los primeros fotógrafos y los cuadros de los pintores impresionistas.
Con ese objetivo, el Museo Barberini ha desarrollado una aplicación digital que contrapone las fotografías de la exposición con las pinturas de su colección, con una pantalla deslizante que permite detectar analogías entre ambas disciplinas y establecer así un diálogo entre las dos formas de arte.