Maryse Condé: la voz plural de África y el Caribe
Maryse Condé fue una escritora que fusionó la tradición francesa con la experiencia antillana y africana. En obras como “Ségou: Las murallas de tierra” y “Yo, Tituba, la bruja negra de Salem”, construyó personajes en contextos coloniales y postcoloniales.
Maryse Condé era de Francia. Nació en Guadalupe, una región caribeña ubicada en una isla del mar Caribe que se va encontrando al noreste con Puerto Rico y al sur con Dominica. Un territorio de ultramar francés que forma parte de las Antillas Menores. En su infancia, su madre Jeanne Quidal, una de las primeras profesoras negras de su generación en la isla, se encargó de cultivar su amor por la literatura.
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Maryse Condé era de Francia. Nació en Guadalupe, una región caribeña ubicada en una isla del mar Caribe que se va encontrando al noreste con Puerto Rico y al sur con Dominica. Un territorio de ultramar francés que forma parte de las Antillas Menores. En su infancia, su madre Jeanne Quidal, una de las primeras profesoras negras de su generación en la isla, se encargó de cultivar su amor por la literatura.
Esta influencia materna sentó las bases para el estilo literario de Condé, que fusionó elementos de la tradición francesa con temas y motivos propios de la experiencia antillana y africana. A lo largo de su vida, Condé exploró estas dualidades culturales en su obra a través de análisis sobre la identidad, el colonialismo o la diáspora africana.
Después de estudiar en el Liceo Fénelon, en París, y luego en la Sorbona, Condé se familiarizó con las corrientes literarias y culturales de Francia, incluyendo el Existencialismo y la Negritud. El segundo fue un movimiento político, ideológico y literario caribeño, en el que se encontró con figuras como Aimé Césaire y Léopold Sédar Senghor, dos poetas y pensadores destacados en el panorama intelectual del siglo XX. Sumado a esto, la editorial Présence Africaine también desempeñó un papel importante en el desarrollo de Condé, pues fue un lugar que la acercó a más obras africanas y afrodescendientes.
Escribió varias novelas que, para muchos, la convirtieron en candidata al Nobel de literatura, entre ellas Ségou: Las murallas de tierra (1984). Ambientada entre 1797 y 1860, la obra dirige su mirada a la trata de esclavos, al Islam, al cristianismo y a la colonización blanca. La historia cuenta la vida de Dousika Traore, consejero del rey y padre de cuatro: Tiekoro, quien abraza el Islam; Siga, que se mantiene fiel a las tradiciones de su comunidad y se convierte en comerciante; Naba, que es secuestrada por traficantes de esclavos; y Malobali, quien se convierte en mercenario y adopta el cristianismo.
En Yo, Tituba, la bruja negra de Salem (1986), la autora habla de una mujer birracial que nació en Barbados durante la época colonial. Después de una infancia marcada por la esclavitud y la violencia, Tituba llega a Salem, Massachusetts, donde es acusada de brujería durante los famosos juicios de las brujas de Salem. La novela explora sus experiencias como esclava y su lucha por la libertad. A través de este relato, Condé entretejió muchas de sus preocupaciones: la opresión, la resistencia y, de nuevo, la búsqueda de identidad.
Corazón que ríe, corazón que llora (1999) es una antología de cuentos sobre la vida y las experiencias de la autora. Cada relato ofrece una perspectiva sobre la vida en el Caribe, desde las complejidades de las relaciones interpersonales hasta las luchas por la libertad y la justicia social. La autora recreó paisajes emocionales y geográficos entre su vida personal y la historia colectiva de la región donde nació.
La vida sin maquillaje (2020) fue un libro donde escribió sobre sí misma y su carrera literaria. Describió su vida en una prosa sin adornos, habló de un embarazo no deseado en París, de la maternidad y de desengaños amorosos. Relató sus viajes por África y describió lo que significó la pérdida de sus padres.,
A lo largo de su vida estuvo comprometida con la expresión de la diferencia y con los derechos de las mujeres y las minorías. Su presidencia en el Comité por la Memoria de la Esclavitud en Francia, en 2001, condujo a la promulgación de una ley que reconoce la esclavitud como un crimen contra la humanidad. “Estoy orgullosa de ser alternativa”, le dijo en 2019 a Antonio Iturbe en una entrevista para la revista española Librújula, donde defendió la importancia de la sinceridad y la verdad en la literatura y en las relaciones personales y agregó: “Creo que hay que decir la verdad, aunque es cierto que viendo los desastres que causa alrededor puede ser un problema. Pero siempre hay que decir la verdad a aquellos a los que queremos. Igual que sobre mi cultura: yo desde las Antillas tenía que decir la verdad: que estábamos obligados a vivir en la dependencia. Un escritor no puede renunciar a eso porque la literatura es un territorio de la libertad. Es lo contrario a lo políticamente correcto”.
En el mismo texto Iturbe señala: “En Corazón que ríe, corazón que llora, la escritora convierte algunos episodios de su infancia en cuentos deliciosos narrados con una ligereza gozosamente impregnada de color local, pero bajo ese aparente desenfado explotan cargas de profundidad: el racismo de los franceses europeos hacia sus compatriotas de las Antillas, la relación con una madre exigente o el descubrimiento a temprana edad de que la sinceridad es un mal negocio emocional. Uno de los episodios del arranque de la novela resulta significativo: sus elegantes padres los llevan de vacaciones a París, como suelen hacer habitualmente y en un café el camarero, que seguramente quiere ser amable, les dice con admiración que ¡hablan muy bien francés! Ni se le pasa remotamente por la cabeza que son franceses”.
“En toda su obra literaria, Maryse Condé nos sumerge en un mundo poblado de personajes que desafían nuestra percepción de la historia de África, el Caribe y las Américas. A través de sus relatos, exploramos los vínculos profundos entre estos continentes y los temas recurrentes que los atraviesan”, expresó Delia Blanco, vicepresidenta de la Asociación de Escritores del Caribe y embajadora de la Francofonía de la República Dominicana, al conocer la noticia de que Condé había sido galardonada con el Premio Nobel Alternativo en 2018. Esta distinción surgió como parte de una iniciativa liderada por la escritora y periodista greco-sueca Alexandra Pascalidou, quien logró reunir a escritores, bibliotecarios y artistas del país nórdico, luego de que la Academia Sueca anunció en 2018 que no otorgaría el Premio Nobel de Literatura por primera vez desde 1949, tras un escándalo de abusos sexuales. En respuesta, se llevó a cabo la selección de la ganadora del Premio Nobel Alternativo de Literatura mediante un proceso de votación que involucró a unos 3,000 bibliotecarios suecos, quienes otorgaron el galardón a Maryse Condé.