Un presente con Sor Juana Inés de la Cruz
La escritura de la religiosa mexicana ha traspasado generaciones y se mantiene vigente al día de hoy. Sor Juana Inés de la Cruz se despliega y construye una obra hecha de materia orgánica y conocimiento.
Andrés Felipe Yaya
Leo por estos días de enero la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz. Por un momento me asomo a la ventana: el sol se escurre de los techos como escarcha. Por momentos hay tanta luz que todo se vuelve difuso. Todo parece color sol. Estas cosas son vistosas, en cambio, Sor Juana es pensamiento. Literalmente la poesía de Sor Juana están repletas de elementos y de palabras que se transforman en el poema. Es una sorpresa, un fulgor, un entusiasmo, una hondura. No hay nada evidente, todo se oscurece con sentidos y con la razón. A propósito, Magdalena Galindo describe a Sor Juana Inés de la Cruz como “criolla y mexicana por nacimiento, heredera de un conocimiento que no se circunscribió a la literatura, sino que se extendió a las ciencias; por el momento histórico en que surge y por derecho propio, Sor Juana Inés de la Cruz es la verdadera fundadora de la cultura mexicana”. Toda una tradición poética es la presencia, entonces, de Sor Juana en Latinoamérica. Una voz que va más allá de un sincretismo y que se construye desde las vertientes de un lenguaje vivaz y juguetón. Un lenguaje cargado de dialéctica y realidad. Un lenguaje que transforma la apariencia en original, que va más allá de la esencia del mundo porque condensa la versión más genuina de las cosas. Surge de allí una poética: todo lo vierte al concepto, mejor dicho, a la reflexión profunda: va de los libros a la escritura. A través del ejercicio de escribir se despliega y construye una obra hecha materia orgánica, hecha de conocimiento.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Leo por estos días de enero la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz. Por un momento me asomo a la ventana: el sol se escurre de los techos como escarcha. Por momentos hay tanta luz que todo se vuelve difuso. Todo parece color sol. Estas cosas son vistosas, en cambio, Sor Juana es pensamiento. Literalmente la poesía de Sor Juana están repletas de elementos y de palabras que se transforman en el poema. Es una sorpresa, un fulgor, un entusiasmo, una hondura. No hay nada evidente, todo se oscurece con sentidos y con la razón. A propósito, Magdalena Galindo describe a Sor Juana Inés de la Cruz como “criolla y mexicana por nacimiento, heredera de un conocimiento que no se circunscribió a la literatura, sino que se extendió a las ciencias; por el momento histórico en que surge y por derecho propio, Sor Juana Inés de la Cruz es la verdadera fundadora de la cultura mexicana”. Toda una tradición poética es la presencia, entonces, de Sor Juana en Latinoamérica. Una voz que va más allá de un sincretismo y que se construye desde las vertientes de un lenguaje vivaz y juguetón. Un lenguaje cargado de dialéctica y realidad. Un lenguaje que transforma la apariencia en original, que va más allá de la esencia del mundo porque condensa la versión más genuina de las cosas. Surge de allí una poética: todo lo vierte al concepto, mejor dicho, a la reflexión profunda: va de los libros a la escritura. A través del ejercicio de escribir se despliega y construye una obra hecha materia orgánica, hecha de conocimiento.
(Le recomendamos: México encuentra el “mayor tesoro arqueológico” en décadas por obras del Tren Maya)
Ahora bien, la obra de Sor Juana Inés de la Cruz está traspasada por un elemento: el sueño. A través del sueño construye una escritura que parte de una mirada devoradora y de un pensamiento aluvial. Así y todo, en el poema Primero sueño aparece la materia del sueño como búsqueda del conocimiento. Todo lo rodea, todo lo circunda, pero no lo une. Todo está en un giro permanente.
En los poemas filosóficos morales encontramos el soneto 145 que tiene el siguiente subtitulo: “Procura desmentir los elogios que a un retrato de la Poetisa inscribió la verdad, que llama pasión”. Un subtítulo que entra en juego con el poema, pues, es un complemento y permite que el lector sugiera imágenes y conceptos. Entrega de entrada unos presupuestos para leer. Es un soneto que parte de una agudeza del lenguaje y de un ingenio por apalabrar el mundo. Parte de la experiencia de vida y del ser de las cosas, es decir, los sentidos, las pasiones, la inteligencia, la erudición, las creencias morales y la espiritualidad.
(Le puede interesar: Desde la Metropolitan Opera llega “Nabucco” a las salas de cine el 6 de enero)
Sin duda, Sor Juana sigue los patrones exactos de la estructura del soneto. Con versos endecasílabos y con una rima consonante y abrazada, parte de la experiencia personal porque la temática es el paso del tiempo: “es cadáver, es polvo, es sombra, es nada”. Todo se va desarrollando de manera ordenada y progresiva. Se instala desde el principio en un pronombre: “Este” y fija la noción del “engaño colorido” como la propia imagen de la poeta. Quien escribe también está muriendo. Algo en nosotros muere todos los días. Sor Juana presenta los opuestos: entre la naturaleza que está sujeta, el transcurrir del tiempo y el arte que no lo toca el tiempo, pues de entrada nos dice que un retrato, una imagen, engaña porque no se ve en ella el paso del tiempo. Habita en resumidas cuentas en un eterno presente. Nos dice cosas, todas las cosas que todos queremos oír alguna vez. Pero que francamente olvidamos al otro día.