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Un viaje a la memoria del Leonardo Favio baladista y cineasta

A propósitio del próximo Festival de Cine Ciudad de Itagüí, donde se proyectarán todas las películas de Leonardo Favio, y del concierto de su hijo Nico en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín, rescatamos un par de entrevistas inéditas con el padre fallecido y con el hijo rockero.

Gustavo Castaño, especial para El Espectador
21 de septiembre de 2023 - 08:53 p. m.
A pesar de su fama en la música, la historia cinematográfica de Leonardo Favio incluye la actuación en más de veinte cintas, la dirección de más de diez y la producción de otras dos.
A pesar de su fama en la música, la historia cinematográfica de Leonardo Favio incluye la actuación en más de veinte cintas, la dirección de más de diez y la producción de otras dos.
Foto: Cortesía del archivo personal de Nico Favio

Dueño de una voz especial, única, fuerte, muy varonil, calificada de barítono por los expertos en música, Leonardo Favio (1938-2012) fue sin duda uno de los más grandes baladistas de América y el mundo, comparable con los más grandes del género, como sus coterráneos Leo Dan, Sandro y Sabú o los españoles Rapahel, Nino Bravo y Camilo Sesto.

A la par con el desarrollo de su vida musical, Leo hizo cine. Pero no por un hobbie ni por encontrar algo que lo distrajera de la monotonía que puede generar la vida de un cantante que va todo el tiempo de gira en gira por el mundo: el cine fue para él una pasión, una profesión y, al final de los tiempos, dados sus grandes logros y la calidad de sus filmes, lo que lo catapultaría como una leyenda del cine no solo de su natal Argentina sino de América.

¿De qué hablar cuando se va a evocar la vida de este ídolo de América?, ¿De sus más célebres baladas La foto de carnet, Fuiste mía un verano y Mi tristeza es mía y nada más? ¿O de sus películas Juan Moreira, Gatica el Mono, Crónica de un niño solo o El romance de Aniceto y la Francisca, estas últimas valoradas entre las mejores de la historia del cine argentino?

Hay que decir que cuando Leonardo Favio (Fuad Jorge Jury Olivera, nombre de pila) empezó a brillar como cineasta y se le veían la pasión y entrega y la calidad de sus obras, en Argentina se tejió un mito: que él cantaba para poder financiar sus películas. Su carrera en el cine se había iniciado desde los años 50 como actor, a la par con su vida de compositor y cantante. En entrevista inédita poco antes de su muerte el propio artista nos lo negó: “No es así, canto porque me apasiona, me gusta, es una terapia salir con mi música, ir recorriendo América para mí es un divertimento, me hace mucho bien”.

En otros apartes de la misma entrevista, Leonardo advirtió que su música como el cine son digamos que dos mundos paralelos, pero muy distintos. “Mis canciones las amo porque me permitieron conocer Latinoamérica como la conozco, parte del mundo como lo conozco, pero son canciones simples, de vuelo rasante como digo yo, que han calado muy hondo en el corazón de los pueblos. Es una profesión que amo entrañablemente y que me ha permitido vivir con dignidad sin quitarle las ganas de vivir a nadie”.

Su cine, en cambio, tiene más ternura que tristeza o soledad. Y parodiando su frase sobre las baladas, su cinematografía es de vuelo alto. Profundo. Porque toca las fibras humanas y de la sociedad. En sus filmes afloró la sociedad latinoamericana con sus luchas y su desarraigo. Emergió en ellas el Leonardo Favio peronista declarado y defensor de esta causa en su país y en América, tanto que una de sus más destacadas producciones es un documental de seis horas titulado Perón, sinfonía del sentimiento, dedicada a destacar la historia y legado de Juan Domingo Perón.

A la pregunta ¿ha separado sus ideas políticas de sus canciones y de sus películas?, el artista lo explicó con amplitud: “En cuanto al cine uno es lo que hace y hace lo que es. Yo supongo que la forma de sentir y pensar se expresa querrás o no lo que realizás. Tu obra es un espejo de vos mismo. En mi cine, aunque no lo haga premeditadamente, se va a notar el grado de sensibilidad o cómo pensás sobre la gente. Siempre se va a notar si uno es un pobre ser o un tipo sensible a los aconteceres”.

“Tengo una sola manera de hacer las cosas, obedeciendo al corazón y las ganas. Cuando brota espontáneamente una canción de mi guitarra la realizo y no intelectualizo mucho porque sé que tiene que ir directo al corazón de la gente. En cuanto al cine es algo más agobiante, más pensado y pausado, a veces tardo años en hacer un libreto”.

Leonardo Favio

Por eso son cintas memorables que dejaron en su país tanta huella como sus canciones, así en el resto del continente pocos se refieran a él como director de cine; la mayoría lo evocaba como cantante de baladas. Y a pesar de que contemporáneos suyos como Piero, Víctor Heredia o el mismo Jerónimo tocaron temas más profundos de la sociedad, en las baladas Leonardo solo apuntó al corazón y a las historias de amor, como La foto de carnet o La rubia del cabaret, una de sus más memorables y donde emerge toda la grandeza de su voz para matizar las frases y momentos de la historia que narra.

El segundo vuelo

Ahora, estas canciones ya instaladas en la memoria de varias generaciones han cobrado un nuevo vuelo -¿rasante?- a través de su hijo Nicolás, un cantante de ritmos rockeros y contemporáneos que incorporó a su repertorio las canciones de su padre y que ha ido ganando aplausos y reconocimientos en su país y otras naciones vecinas de Argentina. Nico Favio, como se hace llamar, se confiesa un admirador incondicional de su padre, tanto en su faceta de cantante como de cineasta y, también, como Leonardo, no les resta grandeza a ninguno de los campos artísticos.

“A mi padre no lo veía como a un ídolo sino como a un trabajador de la cultura. Era muy sencillo, austero. Como si fuera un panadero que se levanta cada mañana a amasar el pan. Mi papá se levantaba a amasar sus poemas, sus canciones, sus jirones”, nos dijo Nico en entrevista reciente, previa al próximo Festival de Cine, Ciudad de Itagüí, donde se proyectarán todas las películas de su padre, con previo concierto en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín, donde el artista llegará a interpretar los cantos de su progenitor y algunos de su autoría.

Esta crónica suma los testimonios de ambos. El de Leonardo meses antes de su muerte, el 5 de noviembre de 2012, a causa de una neumonía; la de Nico, quien nos habló más de su padre que de él mismo, pues más que su progenitor y su guía por la vida, fue su ídolo, el espejo en el que se miró, y esto se nota en cada una de las frases que pronuncia cuando se refiere a él. Su mayor orgullo y hazaña, confesó, fue que Leonardo hubiera incluido en la película Aniceto una de sus canciones: “El Ballet cinematográfico Aniceto cierra con una canción mía que él escuchó y me dijo ‘esta canción es el final de mi película’, algo que yo jamás había soñado; que una canción mía fuera parte de su obra cinematográfica para mí es un rubro mayor. Si él cantaba una canción mía era algo muy grande, pero que la incluyera en una película fue mi mayor movilizador. Se llama Canción de juventud y cierra el Ballet Aniceto”.

La estadía en Colombia

Aunque muchos de los admiradores de Leonardo Favio no lo recuerdan, el artista y su familia vivieron varios años en Colombia. Tras la toma del poder por los militares en Argentina (1976), Leonardo, por su militancia en el peronismo, tuvo que emigrar de su país, inicialmente a México cuando Nico era aperas un niño. Posteriormente, viajaron a Pereira, donde estuvieron casi toda la década del 80, con un Leonardo y un Nico más felices y tranquilos en lo familiar, aunque la tormenta moral por el exilio y la situación de su país seguía como una herida sin curar en el alma de Leonardo.

Para Nico Pereira fue un renacer tras su infancia perdida en la soledad de un México inmenso y hostil. “En Argentina mi papá estaba prohibido; entonces la primera infancia la viví en México, porque en Argentina prohibieron su música. México, el distrito capital, era una ciudad grande como Bogotá, no tenía ni con quién jugar, pero en una gira por Colombia mi papá sufrió un accidente y el médico que lo atendió le dijo ‘debés quedarte seis meses en el país para poder curarte’; yo creo que era más bien porque lo admiraba y quería tenerlo cerca, pero mirá, terminamos quedándonos diez años”, dice Nico.

Añade que le fue difícil regresar a su natal Argentina por temor al desarraigo y porque en Pereira se inició en la música y compartió con artistas como Juanes (cuando era de Ekhymosis) y los integrantes de Kraken. Fue también la etapa cuando se fue enamorando poco a poco de la música del “Juglar de América”, como se conocía a su padre.

Yo me inicié como músico en Pereira desde chico, en mi casa siempre había una guitarra , mi mamá y mi papá cantaban y yo rasgaba las cuerdas, ellos me enseñaron los primeros acordes y yo tomé clases con Diego Acevedo, un virtuoso de la música”.

Nico Favio

Leonardo, por su parte, aseguró que si bien estuvo en Colombia mientras terminaba la dictadura en su país, lo hizo a voluntad. “Lo viví muy a pleno, conozco más Colombia que vos mismo”, afirmó.

Un mensaje crítico y directo

Como buen argentino, Leonardo Favio también fue polémico. Por sus ideas peronistas le sobraron enemigos y detractores, al punto que fue vetado en su país. En años recientes, posterior a su muerte, se conoció una versión según la cual una de sus películas estuvo nominada al Óscar, pero el hecho se mantuvo oculto. Según versión de Nico Favio, “Nazareno Cruz fue nominada, pero estuvo secuestrada; mi papá se enteró después de muchos años y durante el gobierno de Cristina y Néstor Kirchner se destapó esa olla, apareció esa nominación y se la enviaron a mi mamá”.

Nico también narró que en un Festival de Cine de Cartagena fue premiado Nazareno Cruz y que su padre no se enteró porque ya era un artista vetado en su país. En su lugar, a la ceremonia, acudió un militar porque la cinta aparecía como nominada, pero cuando se enteró de que había ganado, se retiró del recinto sin recibir el premio. La noticia, dijo, fue registrada en los medios de comunicación como algo insólito, pero el filme ganó los premios a los mejores actores principales y de reparto, mejores actrices principales y de reparto, mejor iluminación y mejor fotografía, entre otros.

Pese a todas sus hazañas y a ser un ídolo muy popular, Leo se confesó como una persona de pocas amistades, “monógamo y aburrido”, y se declaró diametralmente opuesto, como persona, a su coterráneo Palito Ortega, otro ídolo de la balada pero quien también incursionó en la política con ideas contrarias a las suyas. Se refirió a él como “el ser más minuciosamente despreciable que haya conocido en mi vida; no tiene ni para ser culpable, me recuerda que el infierno existe”.

Sobre esta misma enemistad, Nico nos dio su versión. Dijo que en realidad no hubo ningún lío. “Mi papá quería mucho a Luis Ortega, el hijo de Palito; en mi casa, desde chiquito, se escuchaba a Palito Ortega, pero ellos después tuvieron un par de roces por política y cosas así, pero mi papá nunca quiso agredir a nadie”.

“La tristeza no es mía (y nada más), son pretextos para cantar, no soy triste para nada. Ahora, uno hace un paneo por lo que pasa en el mundo y cualquier persona con un poco de sensibilidad es para ponerse pálido y que te tiemblen las piernas, lo que hace el Fondo Monetario Internacional es para todo el mundo una pesadilla de Satanás”.

Leonardo Favio

El reconocimiento a la cinematografía de Leonardo Favio incluye, además de los premios en el Festival de Cartagena, la elección en 1998 por la revista Tres Puntos de su filme “El romance de Aniceto y la Francisca” como la mejor película de la historia en Argentina y a Leonardo como el mejor director, según una encuesta realizada entre cien directores, actores, productores y personalidades del cine. En el 2000, una encuesta similar hecha por el Museo Nacional de Cine Argentino ubicó como la primera entre las cien películas más importantes del cine sonoro en el país a “Crónica de un niño solo”.

Hay que decir que su historia en el séptimo arte incluye la actuación en más de veinte cintas, la dirección de más de diez y la producción de dos (Nazareno Cruz y el Lobo y Gatica el Mono). Pese a todo, una frase suya expresada en esta entrevista demuestra la humildad con la que Leonardo Favio asumió sus reconocimientos en el cine, arte en el que tuvo como mentor al reconocido productor, realizador y escritor argentino Leopoldo Torre Nilson. A la pregunta si le gustaba ser jurado de un festival de cine, esta fue su respuesta: “No, no, lo hice en Mar del Plata y me costó demasiado, ¿quién soy yo para juzgar el esfuerzo de un colega que deja el alma y a veces hasta los pocos recursos que tiene para hacer una obra?... Cuando una película no me gusta miento y digo que no la vi, pero cuando me gusta la divulgo”.

Su trabajo musical incluye 17 álbumes y diez compilaciones. De sus baladas más memorables, aparte de las mencionadas atrás, se destacan El niño y el canario, Y al verte así, La dicha que me fue negada, Fuiste mía un verano y Ni el clavel ni la rosa, entre otras.

La muerte de Leonardo Favio, hace ya una década, dejó un vacío ya imposible de llenar en la música romántica también conocida como de La Plancha, un género de canciones de amor venido a menos desde los años noventa con la incursión de nuevos géneros menos enfocados en lo romántico y más centrados en el ritmo y el lenguaje de la modernidad, más social, menos solemne. Pero los amantes de la balada siguen coreando estas canciones ya más escuchadas en la radio que vistas en la televisión.

Para bien de los amantes de Leonardo Favio, su hijo Nico Favio decidió rendirle el mejor de los homenajes a este ídolo de América: interpretar sus canciones con un toque de modernidad que les llega a las viejas y las nuevas generaciones. Sobre todo a estas, una juventud que Leonardo describió como “gente maravillosa, con esperanza, con un gran sentido de solidaridad a pesar de que su lenguaje parezca irreverente, que me llena de mucho positivismo”.

Nico, su hijo, ahora abocó con orgullo la misión de cantarlo, con lo que habrá “Juglar de América” para mucho tiempo más.

“Yo hago una música que le puede gustar a un viejo de 80 o a un niño de cinco años, es una música con mensajes sencillos e influencias variadas. Mi papá me parece insuperable y si lo iba a interpretar quería encontrar el lugar ideal, porque sus canciones son tan sencillas como profundas; yo lo disfruto y es lo esencial, y claro, siempre habrá gente que va a comparar, y otra que simplemente lo va disfrutar; lo que canto va con lo que soy, me nace del corazón y siento que me puede conectar”.

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Por Gustavo Castaño, especial para El Espectador

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