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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Una Colombia más habitable

                                                                                                                                Enrique Serrano, autor de la novela “Guerras ajenas” y el ensayo “¿Por qué fracasa Colombia?”, entre otros libros, habla sobre la importancia de la historia en la consciencia colectiva de un país y su impacto en el presente colombiano.

                                                                                                                                María Paula Lizarazo

                                                                                                                                Periodista de Amazonia y Ambiente
                                                                                                                                Enrique Serrano es el director del Archivo General de la Nación y ha sido investigador y profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.
                                                                                                                                Foto: Óscar Pérez.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Los primeros cuentos de Serrano, recogidos en La marca de España (1997), son ficciones sobre personajes históricos. Y su reciente novela, Guerras ajenas (2019), es su propia búsqueda sobre cómo pudo haber sido el proceso de independencia en Colombia. Considera que la relación entre historia y literatura “es vital y absoluta porque la historia es literatura, es narración, es relato; es un esfuerzo por hacer narrable y comprensible un pasado desde una perspectiva y, al mismo tiempo, acepta que esa no es la única perspectiva posible.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                ¿Cuál es el valor del archivo para la historia de un país?

                                                                                                                                Los archivos son la posibilidad de veracidad y de autenticidad, a través de los documentos, de lo que efectivamente aconteció o de lo que por lo menos hay fe que alguien registró ese acontecimiento y, por tanto, son los puntos de partida. Los hitos a través de los cuales uno puede reconstruir el pasado: es como un mosaico del que se han perdido algunas piedritas, pero un hábil archivista es capaz de rehacer lo que se ha perdido.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: “El Tiempo es cada vez peor” (Entrevista a Antonio Caballero)

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sobre la comprensión del pasado, ¿cómo analiza la ruptura de estatuas que hubo durante el paro nacional?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hay una parte grande de ese fenómeno que fue espontáneo. Una gente que se sentía indignada y se fue a manifestar violentamente. Yo creo que el pueblo colombiano no sabe hacer la mediación entre lo que es la indignación —un sentimiento de rabia— y la expresión violenta o la ruptura, y hoy está muy de moda, está muy exaltado aquello que (además es muy propio de los jóvenes) los lleva a expresarse de manera violenta, y como en general la historia de la cultura es la historia de la contención frente a la violencia, hay un cierto espíritu insurrecto en muchos jóvenes. Pero, como toda violencia, tiene motivos políticos y como la política en general es un conjunto de fuerzas que intentan mover la estructura de la sociedad, pues por supuesto eso tiene consecuencias políticas en todos los bandos de la sociedad colombiana.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Volver a nacer en una clínica

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                                                                                                                                Romper estatuas es como expresar, de manera inconsciente, una relación problemática con el pasado. Yo creo que en el pueblo colombiano, que precisamente desconoce la mayor parte de su historia y de las fuerzas que lo han venido a constituir, esa especie de ceguera generalizada ha marcado una especie de relación con la historia muy problemática que nos lleva a negar, por ejemplo, el pasado español y no me refiero solo al de los conquistadores: yo siempre he hecho la salvedad de que Colombia, precisamente, no era un país rico que ofreciera riquezas al conquistador, a diferencia de México o el Perú, por ejemplo, que eran los enclaves; Colombia era un lugar de paso que resultó ser muy poblado, era un lugar de transición y, en eso, lo que hubo fue colonia, más que conquista, o muy poca conquista y mucha colonia. No sabemos de dónde vienen nuestras mentalidades, nuestros valores, nuestras idiosincrasias, nuestras reacciones frente al mundo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le sugerimos leer: El cerebro detrás de la inquisición: Tomás de Torquemada

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                                                                                                                                Todavía una idea de nación madura no existe. Colombia debería ser un país mucho más lúcido, mucho más dueño de sí mismo, de manera que no estalle en reacciones violentas, incluso a veces autodestructivas, sino que sea capaz de ir llegando a esa construcción nacional, que sea reconciliadora y que sea reconfortante y que además no nos desanime sobre lo que hemos hecho, pero que al mismo tiempo no nos impida seguir haciendo lo que tenemos que hacer.

                                                                                                                                ¿Los estallidos sociales no hacen parte del camino hacia esa construcción?

                                                                                                                                Puede que sí, pero en todo caso no puede centrarse en eso. Es decir, las revueltas son una reacción, la furia es una reacción, incluso la desesperación es una reacción, pero uno no puede quedarse ahí, sino que tiene que ser esencialmente reconstructivo. Indignarse es una parte, pero un individuo que vive todo el tiempo indignado, pues indigna a otros. Tiene que responder proponiendo cosas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: Cuando se nace con el corazón roto

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                                                                                                                                ¿Esos cambios se lograrían al llegar e instaurarse en las instituciones?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Las instituciones son el reflejo de la gente. En donde la gente ha empezado a aprehender eso, a llevar eso a su vida, se refleja en una vida institucional más coherente. Yo creo que tenemos demasiadas instituciones: Colombia es justamente un país leguleyo e institucionalista, pero muchas de esas instituciones son fantasmales, no se traducen en realidades todavía. Es un país muy preocupado por la constitución y la ley, un país muy dado a los debates y las reglamentaciones, pero cree, ingenuamente, que con solo hacer la ley ya produce las nuevas sociedades.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: El escritor que vocifera hacia adentro

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                                                                                                                                La consciencia de cómo hemos mejorado está muy débil todavía. La vida institucional tiene que hacerse más sólida y más pacífica. Yo creo que los gobiernos, incluso aunque sean bien intencionados, todavía no tienen la potencia ni la fuerza como para hacer cambios cuya naturaleza sea fundante. La gente espera vivir mejor, vivir en un entorno más seguro, tener más oportunidades.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es una paradoja que en Europa, por ejemplo, se empiezan las labores a las nueve de la mañana y se terminan a las cinco de la tarde y sin embargo los países son muy productivos; y no a las cinco de la mañana como lo hacemos nosotros y que en muchos aspectos somos improductivos. Entonces eso es lo que tenemos que aprender: una generación de riqueza colectiva que sea esencialmente vivificante y que sea compatible con lo que el mundo está validando y produciendo, en lugar de manifestarse en abstracto contra el capitalismo, contra las grandes empresas, contra el imperialismo, porque eso es un signo de inmadurez, casi de ingenuidad, en un mundo como este.

                                                                                                                                Enrique Serrano es el director del Archivo General de la Nación y ha sido investigador y profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.
                                                                                                                                Foto: Óscar Pérez.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Los primeros cuentos de Serrano, recogidos en La marca de España (1997), son ficciones sobre personajes históricos. Y su reciente novela, Guerras ajenas (2019), es su propia búsqueda sobre cómo pudo haber sido el proceso de independencia en Colombia. Considera que la relación entre historia y literatura “es vital y absoluta porque la historia es literatura, es narración, es relato; es un esfuerzo por hacer narrable y comprensible un pasado desde una perspectiva y, al mismo tiempo, acepta que esa no es la única perspectiva posible.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Yo siempre he tenido claro que aunque la historia es lo efectivamente acontecido, si no hubiera relato no podría llegar a las generaciones siguientes. Entonces la relación es íntima, es intensa, es profunda. La literatura toda, en alguna forma, es historia, es histórica. De hecho, cuando a uno le dicen: ‘Te voy a contar una historia’, siempre hay un pasado que conecta con el presente; incluso en la literatura de ficción, que presume el futuro, también se narra lo que pasó o lo que está pasando y eso hace que la relación —digamos filosófica— entre literatura e historia sea irrompible. La literatura es un esfuerzo inacabado por dar cuenta de lo humano, por poner en escena, además de lo que pasó, por qué pasó y cómo pasó, cuáles son los motivos y especialmente los motivos humanos que inspiraron que las cosas resultaran siendo lo que fueron”.

                                                                                                                                ¿Cuál es el valor del archivo para la historia de un país?

                                                                                                                                Los archivos son la posibilidad de veracidad y de autenticidad, a través de los documentos, de lo que efectivamente aconteció o de lo que por lo menos hay fe que alguien registró ese acontecimiento y, por tanto, son los puntos de partida. Los hitos a través de los cuales uno puede reconstruir el pasado: es como un mosaico del que se han perdido algunas piedritas, pero un hábil archivista es capaz de rehacer lo que se ha perdido.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: “El Tiempo es cada vez peor” (Entrevista a Antonio Caballero)

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hay una parte grande de ese fenómeno que fue espontáneo. Una gente que se sentía indignada y se fue a manifestar violentamente. Yo creo que el pueblo colombiano no sabe hacer la mediación entre lo que es la indignación —un sentimiento de rabia— y la expresión violenta o la ruptura, y hoy está muy de moda, está muy exaltado aquello que (además es muy propio de los jóvenes) los lleva a expresarse de manera violenta, y como en general la historia de la cultura es la historia de la contención frente a la violencia, hay un cierto espíritu insurrecto en muchos jóvenes. Pero, como toda violencia, tiene motivos políticos y como la política en general es un conjunto de fuerzas que intentan mover la estructura de la sociedad, pues por supuesto eso tiene consecuencias políticas en todos los bandos de la sociedad colombiana.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Volver a nacer en una clínica

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                                                                                                                                Romper estatuas es como expresar, de manera inconsciente, una relación problemática con el pasado. Yo creo que en el pueblo colombiano, que precisamente desconoce la mayor parte de su historia y de las fuerzas que lo han venido a constituir, esa especie de ceguera generalizada ha marcado una especie de relación con la historia muy problemática que nos lleva a negar, por ejemplo, el pasado español y no me refiero solo al de los conquistadores: yo siempre he hecho la salvedad de que Colombia, precisamente, no era un país rico que ofreciera riquezas al conquistador, a diferencia de México o el Perú, por ejemplo, que eran los enclaves; Colombia era un lugar de paso que resultó ser muy poblado, era un lugar de transición y, en eso, lo que hubo fue colonia, más que conquista, o muy poca conquista y mucha colonia. No sabemos de dónde vienen nuestras mentalidades, nuestros valores, nuestras idiosincrasias, nuestras reacciones frente al mundo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le sugerimos leer: El cerebro detrás de la inquisición: Tomás de Torquemada

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                                                                                                                                Todavía una idea de nación madura no existe. Colombia debería ser un país mucho más lúcido, mucho más dueño de sí mismo, de manera que no estalle en reacciones violentas, incluso a veces autodestructivas, sino que sea capaz de ir llegando a esa construcción nacional, que sea reconciliadora y que sea reconfortante y que además no nos desanime sobre lo que hemos hecho, pero que al mismo tiempo no nos impida seguir haciendo lo que tenemos que hacer.

                                                                                                                                ¿Los estallidos sociales no hacen parte del camino hacia esa construcción?

                                                                                                                                Puede que sí, pero en todo caso no puede centrarse en eso. Es decir, las revueltas son una reacción, la furia es una reacción, incluso la desesperación es una reacción, pero uno no puede quedarse ahí, sino que tiene que ser esencialmente reconstructivo. Indignarse es una parte, pero un individuo que vive todo el tiempo indignado, pues indigna a otros. Tiene que responder proponiendo cosas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: Cuando se nace con el corazón roto

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                                                                                                                                Ya tenemos una nación que sabe leer y escribir, no la teníamos, pero todavía no sabe qué leer ni qué escribir; es una nación que ahora conoce mejor el ámbito técnico en el que se mueve el mundo y algunos de los avances, pero todavía no es líder, todavía no tiene nada atractivo que ofrecer, tiene que irlo confeccionando, o lo ha ido confeccionando. Los jóvenes de hoy tienen una serie de potencias y de posibilidades que hasta ahora no han explotado suficientemente, pero ya ahí está el futuro convertido en presente, llegándoles encima para exigirles una respuesta más consecuente que el simple hecho de estar en contra de un gobierno y pretender derribarlo: eso es un gesto, pero hay que acompañarlo con muchas otras cosas.

                                                                                                                                ¿Esos cambios se lograrían al llegar e instaurarse en las instituciones?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Las instituciones son el reflejo de la gente. En donde la gente ha empezado a aprehender eso, a llevar eso a su vida, se refleja en una vida institucional más coherente. Yo creo que tenemos demasiadas instituciones: Colombia es justamente un país leguleyo e institucionalista, pero muchas de esas instituciones son fantasmales, no se traducen en realidades todavía. Es un país muy preocupado por la constitución y la ley, un país muy dado a los debates y las reglamentaciones, pero cree, ingenuamente, que con solo hacer la ley ya produce las nuevas sociedades.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: El escritor que vocifera hacia adentro

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                                                                                                                                La consciencia de cómo hemos mejorado está muy débil todavía. La vida institucional tiene que hacerse más sólida y más pacífica. Yo creo que los gobiernos, incluso aunque sean bien intencionados, todavía no tienen la potencia ni la fuerza como para hacer cambios cuya naturaleza sea fundante. La gente espera vivir mejor, vivir en un entorno más seguro, tener más oportunidades.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es una paradoja que en Europa, por ejemplo, se empiezan las labores a las nueve de la mañana y se terminan a las cinco de la tarde y sin embargo los países son muy productivos; y no a las cinco de la mañana como lo hacemos nosotros y que en muchos aspectos somos improductivos. Entonces eso es lo que tenemos que aprender: una generación de riqueza colectiva que sea esencialmente vivificante y que sea compatible con lo que el mundo está validando y produciendo, en lugar de manifestarse en abstracto contra el capitalismo, contra las grandes empresas, contra el imperialismo, porque eso es un signo de inmadurez, casi de ingenuidad, en un mundo como este.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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