Una conversación inesperada con Jorge Franco
El escritor paisa se define como un aprendiz eterno del oficio de escribir. Habla del presidente Gustavo Petro, la vicepresidenta Francia Márquez, Sergio Fajardo y el centro político.
Salvatore Laudicina
Hay entrevistas que nacen cuando la grabadora enmudece y los silencios del periodista y el entrevistado comienzan a parlotear plácidamente.
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Hay entrevistas que nacen cuando la grabadora enmudece y los silencios del periodista y el entrevistado comienzan a parlotear plácidamente.
Entrevistas donde florecen interrogaciones intrínsecas que siempre están ahí, pero muchas veces permanecen dormidas en la mente de quien pregunta. Muy raras veces llegan a despertarse pero cuando lo hacen, irrumpen con la furia de un huracán para darle un vuelco radical a lo predecible.
Fue así como esa noche, mientras el frío bogotano traspasaba la pantalla del computador y se zambullía en los huesos de la humedad característica de Buenaventura, un amable y algo tímido Jorge Franco, a punto de colgar la videollamada, contestó una pregunta que salió de los labios como la bala que asesinó a Rosario Tijeras: ¿Cómo analiza la situación actual del país tras casi dos años de gestión del presidente Gustavo Petro?
Un suspiro hondo, los ojos de Franco buscando la cola y las patas de esa curiosidad que puede llegar a convertirse en un animal travieso. Segundos después, las palabras caminaban con gentileza en su boca.
“Pertenezco al grupo de los pesimistas. En primer lugar, veo al país muy dividido. En segundo lugar, no veo ningún interés de unir al país y eso me parece muy grave. Los temas que causan estas divisiones requieren de mucho tacto y mucha sensatez; y me preocupa mucho que no los haya por ningún lado frente a lo que está sucediendo en Colombia”, expresó.
Cuando se tiene la oportunidad de hablar con uno de los escritores más importantes de la literatura colombiana, hay que permitirse el riesgo de convertir ese punto final que sucede a la última pregunta en un respiro preñado de arrojo y osadía para escudriñar en el hombre detrás del prosista.
De cierta manera se trata de bajar del pedestal al hacedor de letras y hacerlo terrenal, humano, vulnerable. Conocer al hombre de carne y hueso y llevarlo al terreno de la introspección.
El Jorge Franco preocupado por el panorama político de Colombia, crítico en sus respuestas sin perder la objetividad, resulta aún más interesante que el afamado. De hecho, ya lo es. Su respuesta borra automáticamente todo vestigio de la despedida pronunciada minutos atrás, después de hablar sobre El vacío en el que flotas, su nueva novela.
La grabadora coquetea otra vez con su mirada profunda, analítica y suspicaz. Al final, Franco accede quedarse unos minutos más.
“Parece que tanto para la derecha como para la izquierda política de este país, ahondar en las divisiones se ha vuelto una estrategia política para mantenerse en el poder”, agregó.
Si bien el periodista ha ganado la batalla del tiempo, aún no podía vanagloriarse. Todo depende de las siguientes interrogaciones. Si son interesantes, Franco no se percatará de los minutos no incluidos en el tiempo estipulado previamente para esta conversación.
Ese es el riesgo de las segundas entrevistas. Aquellas que vienen al mundo de manera fortuita, después del doloroso parto de la primera.
Rebelión de las interrogaciones literarias
La escritura, el mundo editorial y las premiaciones: la realidad detrás del beneplácito de un jurado
Para sorpresa de quien pregunta una de las interrogaciones literarias hechas previamente, llenas de osadía, ha reclamado su lugar en el texto. Si bien ha surgido una nueva conversación, no está dispuesta a ser relegada y cederle el trono a las nuevas preguntas.
Lo predecible hubiese sido dejarla por fuera, pero el entrevistador está en la obligación de respetar su existencia. Está relacionada con una realidad que se vislumbra en el universo de Anderson, protagonista de El vacío en el que flotas, un escritor que alcanza el tan codiciado beneplácito de los críticos.
Adentrarse en ese terreno donde el ego y la vanidad afloran sin pudores, conlleva a preguntarse hasta qué punto estos premios exaltan el talento o responden a una estrategia de mercadotecnia para darle mayor fama y posicionamiento a un novelista.
Vale la pena citar al poeta mexicano José María Espinasa, quien escribió a propósito del Premio Planeta entregado a Carmen Mola, seudónimo de un grupo de tres autores, en 2021: la función de los premios ha cambiado. Pero su condición de plataforma publicitaria y mercadeo no debe hacer que se olvide su sustrato cualitativo.
“Algunos responden a una estrategia de promoción y marketing y no se enfocan en el talento de quien escribe. A decir verdad, son muy pocos. La gran mayoría de ellos se centran en las competencias y destrezas de un novelista, más allá de que tenga un nombre en el mundo editorial”, explica. “Un ejemplo claro es el Premio Alfaguara. Cuando lo gané, muy poca gente conocía mi trabajo en España. Me hice merecedor a él por la calidad del texto. Otros escritores galardonados, también han adolecido de fama y reconocimiento”.
Antes de que el periodista pronuncie una contrapregunta, algo que lee al instante en su mirada, Franco deja en claro que la escritura es un oficio que exige paciencia, perseverancia y mucha disciplina: “la literatura es un oficio de tiempo y madurez. Cuando me ha tocado ser jurado, me he dado cuenta de que escribir requiere un constante leer y releer. Hay que estar dispuesto a no tener afán y empezar las veces que sean necesarias”, añade. “Uno podría contar con los dedos de la mano esos primeros libros que llegan a convertirse en éxitos editoriales. En este camino, uno se hace en ese constante ensayo-error tan necesario para obtener esa habilidad de contar bien una historia”.
Entre una respuesta y otra, su semblante denota una cortesía no forzada. Sin embargo, en sus palabras se escucha un reloj. Para un hombre que juega literariamente con el tiempo, su valor es muy preciado. Para alivio del periodista, el remanso de sus ojos y la tensión peculiar de su entrecejo, siguen ahí.
Un escritor lento: crítica del Jorge humano al Jorge novelista
Puede que en la cabeza de quien pregunta, las interrogaciones relacionadas con la política colombiana sean prioritarias. Pero las pertenecientes a la primera entrevista, al ver la osadía de aquella que tuvo el coraje de arrebatarle la silla a la elegida para proseguir la conversación, han decidido rebelarse e invertir el orden establecido.
El periodista está obligado a mostrarse dócil y hacerles creer que tienen el control absoluto de la situación. De lo contrario, se corre el riesgo de que el diálogo culmine súbitamente por errores pueriles que causen la impaciencia de Franco. Simple cuestión de estrategia.
La que sigue, obliga al Jorge de carne y hueso a bajar del pedestal al Jorge novelista, para obligarlo a autocriticarse como escritor.
“Me mortifica mi lentitud para escribir. Quisiera ser más rápido para contar la historia, pero no he podido lograrlo. Eso me frustra y por momentos me causa ansiedad. En este oficio, el tiempo se convierte en algo muy preciado e invaluable”, confiesa.
Es ineluctable visualizar al hacedor de letras, frente a la pantalla del computador, creando y destruyendo los mundos de sus personajes, tensando aún más su entrecejo hasta esculpir las palabras exactas para concluir su novela Melodrama:
“¿Sabés qué andan diciendo de nosotros dos?”, me pregunta.
“¿Qué dicen?”
“Que vos y yo ya estamos muertos”.
Para quienes hemos leído a Franco, esa lentitud siempre ha sido y será bienaventurada. Ella siempre será su amuleto de la buena suerte, como la Bernarda Cutiño de Juan Rulfo.
El arte, redención y castigo: temor del Jorge hecho carne al ego y la vanidad
Despojado de esa condición de hacedor terrenal, un dios tangible que se sienta en el aciago trono de quien moldea destinos con el barro fértil de la narrativa, Jorge Franco deja en claro que el escritor no se ha permitido dejarse besar por el ego, tan irresistible y seductor como una hermosa mujer de labios sensuales.
En este punto de la conversación, la tensión de su entrecejo obliga a citar otro de los fragmentos de Melodrama:
Es raro, muy raro y difícil de entender, cuando a uno le dicen que está enfermo y uno se siente tan bien. La enfermedad está ahí, y sigilosa y mezquina te perfora por dentro como un preso que cava y cava todas las noches, sin hacer ningún ruido, hasta que consigue salir por la otra boca del túnel.
Quizá esa enfermedad del ego también more en el alma del Franco escritor, pero su otro yo se resiste a admitirlo. Es aquí cuando una interrogación hace su aparición triunfal, dispuesta a ponerlo contra la pared.
“En el camino de la literatura, uno no puede creerse nada. Hoy, tu novela puede ser la más vendida y comentada. La próxima no está obligada a serlo. Caer en ese juego vanidoso de sentirse el mejor, puede jugarte en contra”, manifiesta.
Su entrecejo se tensa aún más. Señal irrefutable de que se avecina una revelación intrínseca.
“El arte es algo sublime y gigante. El Jorge Franco escritor es uno de sus aprendices fieles. Ese Jorge siempre lo mirará con humildad y mucho respeto porque así como puede premiarte, también puede castigarte”.
Tras aquella respuesta, los silencios de periodista y entrevistado aplauden al unísono. Cuanta sabiduría en sus palabras, cuanta prudencia en los respiros.
Sus predilecciones literarias: elogios públicos de un lector
Esta es la ocasión perfecta, dudo mucho de que exista otra tan inesperada y emocionante, para sumergirme en el universo del Jorge Franco que se abandona a los brazos de otras narrativas.
La curiosidad tiene su razón de ser. En julio de 2014, durante una entrevista para promocionar su novela El Mundo de Afuera, ganadora del Premio Alfaguara, frente al anuncio de la admiración de Gabo a su obra, Franco confiesa que “pertenezco a una generación literaria que tuvo un rompimiento con, digamos, esa influencia de la obra de García Márquez, pero de una manera tranquila, natural, sin la necesidad de un parricidio”.
Partiendo de esta revelación, uno puede suponer que Franco debe ser amante de los escritores con una voz genuina y un estilo propio. Antes de responder, columpia las palabras en el pensamiento durante unos segundos.
“Colombia es un país de nuevos escritores. Constantemente, surgen nombres interesantes. Quiero elogiar públicamente dos nombres de mujeres que me parecen maravillosas en su manera de escribir y contar historias: Pilar Quintana y Margarita García Robayo. Ambas poseen narrativas potentes, conmovedoras y muy bien logradas”, expresa algo tímido.
Antes de que el periodista prosiga con las interrogaciones, Franco toma la palabra para admitir que le faltan por leer muchos nombres de la nueva escuela literaria del país.
“Reconozco que hay un gran desconocimiento de mi parte sobre las nuevas y los nuevos escritores. Estoy seguro de que he dejado por fuera a otros nombres meritorios”.
También aprovecha para hacerle justicia a un nombre que ha parido letras invaluables para la literatura colombiana: el antioqueño Tomás González, autor de Primero estaba el mar (1983), Para antes del olvido (Premio Nacional de Novela Plaza & Janés, 1987), El rey del Honka-Monka (1994), La historia de Horacio (1997), Manglares (1997), Los caballitos del diablo (2003), Abraham entre bandidos (2010), La luz difícil (2011), Temporal (2013), El lejano amor de los extraños (2013), Niebla al mediodía (2015); y El Expreso del Sol (2016).
“Aunque no pertenece a esta nueva escuela de escritores, su obra literaria es magistral. Me encanta su narrativa. Me entristece que no tenga el reconocimiento que se merece por su talento”, exterioriza.
Rosario Tijeras y México, un amorío intenso
Del libro a la pantalla chica: dos lenguajes distintos, un mismo objetivo
Una conversación con Jorge Franco sin mencionar a Rosario Tijeras se siente incompleta y hasta insulsa. Ella siempre está ahí, sentada a su lado, bebiendo sus respiros mientras sus manos se entregan al arte de crear prosa o sus labios hablan con una soltura parca.
Sin temor a equivocaciones, podría decirse que esa mujer de mirada tierna y cuerpo sensual ya no le pertenece exclusivamente a este país. México la ha adoptado y la ama con la misma pasión desbordada que los colombianos que releen el libro y no dejan de reproducir a diario los videos de la serie protagonizada por María Fernanda Yépez en YouTube.
Para beneplácito tanto de unos como de otros, Tv Azteca y Sony están trabajando en la cuarta temporada internacional de la serie.
“Yo no estoy en el equipo de redacción, sólo me encargo de asesorar la historia. En términos narrativos, se aleja bastante de la original”, expone sin dar muchos detalles.
Si bien las series de televisión protagonizadas por Yepes y Bárbara de Regil; y la película realizada por Flora Martínez condensan la esencia y el espíritu de esa mujer creada por Franco, no puede negarse que lo audiovisual no logra superar a lo narrativo. De hecho, esas Rosarios renuncian un poco a la voluntad de su hacedor.
“Entiendo que tiene que haber una separación amistosa entre el libro y el lenguaje audiovisual. En lo personal, pienso que las adaptaciones de mis libros no ponen en riesgo a las historias originales. Si es una buena adaptación, puede despertar el interés del televidente en el libro, lo cual me parece maravilloso”.
Barbara De Regil: una Rosario revolucionaria y seductora
La Rosario Tijeras de México ha sido esculpida con un cincel más rudo. La diferencia entre la personificación de Bárbara de Regil y las de María Fernanda Yepes y Flora Martínez, es abismal.
Más que disgustarle o mostrar descontento, Franco aplaude y elogia la propuesta actoral de la actriz azteca.
“Respeto muchísimo el personaje que construyó Barbara De Regil. Me parece interesante que sea distinto al de María Fernanda Yepes y Flora Martínez. Es una Rosario mucho más subversiva en su manera de vestir y comportarse. Pienso que los productores han construido un personaje que conecte con la teleaudiencia mexicana y no tengo derecho a juzgar las decisiones creativas que tomaron en el proceso”, declara con gratitud.
Jorge Franco y la política colombiana
Un verdadero gobierno de izquierda: urgencia inaplazable
He aquí el momento en que las que las primeras interrogaciones de la segunda entrevista se deciden a recuperar el lugar que les pertenece. A decir verdad, han sido demasiado permisivas y condescendientes.
Es tiempo de proseguir con el trayecto de respuestas relacionadas con la realidad política del país. Si bien los ojos de Franco no han lanzado un alarido ensordecedor para ponerle fin a la plática, no hay que confiarse. En cualquier momento, el reloj podría susurrarle al oído y sembrar el tedio.
El periodista debe ir dos pasos adelante. De ahí, la importancia de que esas preguntas se hagan verbo con la velocidad de una liebre.
Reconociéndose públicamente como un pesimista frente a la gestión del gobierno Petro, lo que debe saberse es si le molesta la llegada de la izquierda a la Casa de Nariño.
“Desde hace muchos años, Colombia necesita urgentemente la llegada de un gobierno de izquierda que contribuya a un cambio real en este país y no considero al gobierno del presidente Gustavo Petro como tal”, enuncia sin fluctuaciones.
Vale la pena mencionar las cifras de la últimas encuestas: la realizada por Cifras y Conceptos en febrero de este año muestra un aumento del porcentaje de favorabilidad para el presidente Petro: 42%. De igual manera, la desfavorabilidad descendió al 54%. Por su parte la realizada por Invamer, también en febrero, arroja un aumento de nueve puntos porcentuales en lo referente a su gestión: 35%.
Si bien la imagen de Petro ha mejorado en términos cuantitativos, el porcentaje de quienes no están conformes con su mandato es alto. En esa cifra, habita el Jorge Franco de carne y hueso, ese ciudadano que anhela un cambio real en la historia política de Colombia.
Antes de que la próxima interrogación haga su arribo, se apresura a explicar con más detalle el porqué de su apatía al presidente.
“No me identifico con el pensamiento de Gustavo Petro. No siento ni convicción ni congruencia entre lo que dice y lo que hace. Está cometiendo los mismos errores que cometió durante su período como Alcalde de Bogotá: improvisación, exceso de anuncios y poca gestión”.
Respecto a las reformas propuestas por el gobierno, uno de los objetivos a lograr en 2024, no esconde su desacuerdo con las estrategias planteadas para lograr su aprobación en el Congreso de la República.
“Este país necesita reformas, pero deben ser reformas bien pensadas y estructuradas. Si realmente están pensando en el bienestar de Colombia, hay que dejar los egos a un lado y evaluar los pros y los contras de lo que se quiere aprobar. Lo que se debe buscar es potenciar los avances logrados y optimizar las debilidades en materia de salud, pensiones y beneficios laborales”.
Un silencio fulminante tras la respuesta. Simultáneamente con la tensión en el entrecejo, el cuerpo de Franco se muestra un poco rígido Hay que proseguir. La siguiente interrogación revolotea en la garganta como una mariposa cautiva.
Lo que piensa de Gustavo Petro
Lo justo, tanto para el que pregunta como para el lector, es saber lo que piensa Jorge Franco de Gustavo Petro. Después de afirmar que su gobierno no representa a cabalidad los ideales de la izquierda, se hace obligatorio conocer cuál es su definición del hombre que hoy rige el país.
“No sé si estoy equivocado, pero nunca he visto a Gustavo Petro como un político de izquierda. Lo defino como un personaje apasionado por el poder. No creo que busque enriquecerse. Es alguien que encuentra en el populismo la estructura de sus discursos, centrados en promesas y propuestas irrealizables en su gran mayoría”, afirma.
Uno podría citar contestaciones como las de Yan Basset, profesor de ciencia política en la Universidad del Rosario, durante una entrevista concedida a BBC News en junio de 2022: “Petro viene de una tradición de izquierda nacionalista y antiimperialista, un poco parecida quizás a la que inspira a López Obrador en México”.
También cabe mencionar lo dicho por Fredy Alexander Chaverra Colorado, politólogo de la Universidad de Antioquia, en febrero de ese mismo año: “Más allá de su autopercepción, Petro ha construido gran parte de su carrera política como un opositor de izquierda, redomado por un pragmatismo ocasional (solo hay que recordar su apoyo denodado a la reelección de Santos) y un feroz crítico del establishment económico. Sin duda, su espacio natural es la izquierda”.
Frente a la marejada de opiniones expertas, Franco deja en claro que no busca consensos ni aprobaciones en torno a su pensamiento sobre el Presidente de la República.
“Como dije, puedo estar equivocado. Pero no pretendo que los demás compartan mi pensamiento sobre Gustavo Petro. Respeto lo que dicen los académicos y los analistas; y también respeto el sentir de sus votantes, la admiración que sienten hacia él. Lo que menos quiero es adentrarme en confrontaciones innecesarias”, exterioriza.
Es así como el semblante de su rostro pide respetuosamente cambiar de tema, pues las polémicas no son de su gusto.
Francia Márquez: el derribamiento de una voz líder
Un nombre salta abruptamente de los labios del periodista: Francia Márquez. Al escucharlo, los ojos de Franco recitan a su manera Los nadies, el poema de Eduardo Galeano:
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Al mismo tiempo, pareciera que ese nombre calara hasta lo más profundo de esas pupilas que entremezclan timidez pueril y la elocuencia propia de los años. Sin temor a exageraciones ella, la mujer valiente, la líder social que hoy es la primera vicepresidente afro del país, perfectamente podría motivar la creación del personaje femenino de su próxima novela.
Pero en esta segunda conversación, el Jorge Franco escritor permanece callado. Escucha atentamente lo que dice su yo tangible y crítico. A él es a quien le corresponde hablar de la postura de Márquez en el primer gobierno de izquierda de Colombia.
“Considero que ella debe tener una postura más personal frente a muchas cosas que están sucediendo al interior del gobierno. Para quienes la veíamos como una mujer aguerrida y con un pensamiento crítico, ha sido un poco decepcionante verla convertida en una replicadora de lo que dice el presidente Petro”, responde.
Siendo justos, esa Francia Márquez volvió a escucharse el 12 noviembre de 2023. Como olvidar su honestidad genuina en la entrevista concedida a Alfredo Molano para la Revista Cambio, frente a su impotencia por el incumplimiento de este gobierno al Pacífico colombiano:
“Pues todavía tengo tiempo para dar resultados, y espero poderlo hacer desde el ministerio, pero llevo año y pico en una lucha tenaz y sí, estoy frustrada. Estoy frustrada de que a pesar de los esfuerzos que he hecho de la coordinación interinstitucional, al Pacífico no estén llegando respuestas concretas. Debo llevar agua potable, para llevar conectividad, educación, salud, mejora de viviendas. Ya vamos más de un año y eso no está pasando. Eso es muy frustrante y la verdad me estoy cansando de esto”.
Tampoco puede olvidarse su respuesta tajante, referente a las obstáculos que han impedido el cumplimiento de las promesas de campaña del Pacto Histórico:
“Hay muchas trabas administrativas, pero también hay muchos egos e intereses personales. Muchos están pensando en hacer su propia plataforma política y no en cumplir un programa de gobierno por el cual votó este país”.
Pese a las respuestas de Márquez, Franco se mantiene firme en su pensamiento. En el fondo, anhela volver a oír a esa mujer capaz de estremecer corazones con un discurso incluyente y reivindicativo.
La Francia de las nadies y los nadies que enamoró a una Colombia donde el racismo estructural ha sido y es una realidad histórica.
“Nos hace falta volver a escuchar esa voz que la distinguió en sus días de precandidata presidencial. Esa voz me parecía mucho más auténtica, fuerte, necesaria y significativa. La Francia Márquez de hoy ha perdido totalmente esa voz y se ha desdibujado en el ejercicio del poder”, reitera.
El centro político y Sergio Fajardo
Antes de que ose preguntárselo, Jorge Franco confiesa que su línea política se sitúa en el centro. En sus palabras, “Es ahí donde me identifico y me ubico como ciudadano”. Aprovecha para reflexionar sobre lo ocurrido en las elecciones presidenciales de 2022.
“Me preocupa que en 2026, se pierda otra vez la opción del centro. En este momento histórico, no existen las condiciones para crearlo y consolidarlo. Eso me parece grave para cualquier democracia. Las divisiones tienen polarizado el país y así es muy difícil pensar en una tercera opción”, indica.
Es el turno de un político que aún vive las consecuencias de serle fiel a su manera de ver y entender la política: Sergio Fajardo.
Al escuchar su nombre, el entrecejo fruncido y la mirada expresiva de Franco dejan entrever la admiración del novelista por su coterráneo. Los elogios y cualidades afloran de sus labios sin necesidad de preguntas o palabras que hacen las veces de anzuelo para pescar una réplica.
“Desde sus días de alcalde de Medellín, he admirado la gestión política de Sergio Fajardo. Me parece un hombre inteligente, crítico, sensato y analítico. Infortunadamente, estamos en un país donde se privilegian los extremos y la confrontación”, expone.
Pero a la par con las cualidades mencionadas, no puede dejarse de lado que Fajardo no es un gran orador, ni sus discursos emocionan al electorado, ni tampoco es un hombre controversial en el ámbito político para defender los derechos del pueblo. Elementos que pesan demasiado en una democracia como la colombiana, ávida de sentimientos, esperanzas y anhelos renovadores, materializados en ese ideal del líder.
“Pienso que la polarización que se vive actualmente en Colombia impide entender la visión y el pensamiento de Fajardo, propios de una socialdemocracia. En lo personal, era mi candidato y me hubiese gustado que fuera hoy el presidente”, confiesa.
Frente a una opinión tan clara e inamovible, hay que cuestionar el porqué del apoyo en segunda vuelta de Fajardo a Rodolfo Hernández; y su decisión final, al igual que en 2018, de votar en blanco.
“Entiendo y respeto su postura porque en la segunda vuelta de 2022, Colombia estaba eligiendo entre dos males. Lo admiro porque ha sido capaz de resistir el escarnio público y el matoneo despiadado por sus decisiones y por tener la conciencia tranquila”, agrega.
Creatividad y escritura: su binomio cuadrado perfecto
Una historia inédita para Sony Latinoamérica
En la mesa creativa de Jorge Franco, el silencio y la calma no pueden jugar plácidamente. Las ideas y las historias andan a mil por hora de un lado a otro, con la vitalidad propia de quienes se dedican al oficio de la escritura.
Es un secreto a voces que también ha escrito para televisión. Precisamente se encuentra puliendo los libretos de un proyecto inédito para Sony Latinoamérica, el cual vería luz en 2025.
“En este momento, estoy reescribiendo la historia. Inicialmente, se iba a grabar en Colombia. Pero hubo cambio de planes y se grabará en México”.
Sería imperdonable no indagar, cavar hasta lo más profundo de la prudencia de Franco para desentrañar nuevos detalles.
“Por temas de confidencialidad, no puedo decir más. Me siento muy emocionado. Escribir para televisión es explorar otro universo creativo, igual de fascinante que el de la literatura”, agrega.
Lo que le aplaude al presidente Petro
El frío bogotano y la humedad característica de Buenaventura se han entregado sin oponer resistencia a un erotismo febril. Al mismo tiempo, el periodista no ha dejado de mirar el reloj y tratar de acoplar los segundos con los gestos y esa tensión característica del entrecejo de Franco.
No todos los días uno empieza una entrevista después de culminar otra; y mucho menos el entrevistado otorga su aquiescencia para que las preguntas imprevistas salgan de la jaula cuando el tiempo se ha cumplido y la despedida ha sido pronunciada.
Haber llegado hasta aquí, exige formular una pregunta final que salga a la misma velocidad de la primera, equivalente al disparo que mató a Rosario Tijeras, y desafíe a Franco: como colombiano, siendo justo y objetivo con su gestión, ¿qué le aplaude al presidente Gustavo Petro?
Los pómulos rígidos y la ansiedad súbita de las pupilas, exactamente en el segundo 65, indican que ha llegado la hora de ponerle punto final a la conversación.
Suspiros hondos, un silencio que entreteje cuidadosamente cada palabra antes de ser dicha y los ojos de Franco olfateando la cola de esa curiosidad que puede llegar a convertirse en un animal travieso.
“Le aplaudo el nombramiento del nuevo Ministro de Cultura. Juan David Correa es una persona que posee las competencias y cualidades para el cargo, inteligente y ecuánime. Si cuenta con los recursos económicos, trabajará de manera eficaz en las regiones. Tenerlo en el gobierno es un acierto indiscutible”, responde sin titubear.
Con una trayectoria importante como escritor, periodista, editor y gestor cultural, la llegada de Correa augura una nueva historia para quienes trabajan arduamente por la preservación y la transmisión de las expresiones culturales y tradiciones de las distintas regiones del país.
Esto, sumado a la autorización de un presupuesto de 1,47 billones de pesos para el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, cifra histórica y loable, deja en claro que lo cultural es algo vital para Petro como mandatario y colombiano.
“Independientemente de que no me identifique con el presidente Petro, debo reconocer que ha destinado una cifra importante para el sector cultural. Eso lo aplaudo y lo reconozco. En Colombia, los creadores y gestores de las distintas regiones contribuyen a la transformación social de este país. Merecen tener presupuestos dignos para sus proyectos y emprendimientos”, concluye.
Han transcurrido exactamente 25 minutos. En ese tiempo, el Jorge Franco escritor habría podido a salvar a Rosario Tijeras de la muerte, habría evitado que Reina se extraviara en la caótica Nueva York y hasta hubiese impedido que la Celmira de su nueva novela hubiese perdido a su hijo en aquel atentado terrorista en Medellín. En fin, no vale la pena desgastarse en conjeturas y suposiciones.
Lo único cierto es que he podido conocer un poco al Jorge Franco de carne y hueso, capaz de autocriticarse. El colombiano que expresa sus opiniones políticas sin rubores.
En esos segundos finales, mi curiosidad roza la espesura de su mente reflexiva. La cola de ese animal travieso e intangible, le hace cosquillas. Un Franco sonriente se despide y cuelga la videollamada.
Dos extraños unidos por la tecnología, una cordialidad genuina, dos ciudades radicalmente distintas, una primera conversación algo aburrida y una segunda inesperada e inolvidable.
Esto no volverá a repetirse, seguro que no.