La rutina detrás de las crocanticas obleas de Teusaquillo
Una entrevista con Marta Cecilia Machete, vendedora de obleas, quien se moviliza desde el sur de Bogotá hasta Teusaquillo para poner su puesto de venta de obleas, contó los detalles de su oficio diario.
¿En qué consiste su rutina diaria?
Siempre comienzo alrededor de las 11 de la mañana. Vivo en el sur, cerca del Portal Sur, así que, para llegar hasta Teusaquillo, primero debo tomar Transmilenio. Me demoro como una hora y media para llegar al garaje donde guardo mi carrito de ventas. Primero, preparo todo para empezar a trabajar. Normalmente estoy vendiendo obleas desde las 12 del mediodía hasta las 4 o 5 de la tarde. Es mi único ingreso, pues vivo sola y necesito cubrir mis gastos como el arriendo, los servicios y la comida. A veces puedo vender unas 50 obleas al día, pero hay días más tranquilos donde apenas vendo unas 30. Aunque hay momentos difíciles cuando no me alcanza lo que gano, siempre me las ingenio para salir adelante. Después de mi jornada vuelvo a tomar Transmilenio para regresar a casa.
¿Qué historia tiene su carrito de venta?
Mi carrito es fundamental para mi trabajo diario. Lo compré hace algún tiempo en el centro de la ciudad. Originalmente, era bastante básico, pero con la ayuda de mi hija ha mejorado. Lo plastificamos y le dimos un nombre: Las Crocanticas. Este carrito me proporciona un lugar seguro donde guardar mis pertenencias y todo lo necesario para mi jornada de trabajo. Además, lleva una silla y una sombrilla, que me protege del sol durante las horas que paso vendiendo en la calle. Es un compañero indispensable.
¿Cuál es su receta para las obleas? ¿Dónde la aprendió?
Mis obleas incluyen arequipe, un poco de queso, crema de leche y dulce de mora. Aprendí a hacerlas observando a una señora que vendía obleas un día que fui a comprar una de ellas. No he tomado cursos especializados en cocina, solo el curso básico de manipulación de alimentos. Las preparo con cariño.
¿Dónde consigue los insumos para sus obleas?
Principalmente en el sur, donde encuentro mejores precios y una buena calidad. Allí compro la oblea crocante, el arequipe y el queso. Prefiero comprar diariamente porque mi nevera no tiene suficiente capacidad para mantener la crema de leche y el queso frescos por mucho tiempo. Así que cada día adquiero lo necesario, generalmente un paquete de obleas y dos o tres libras de queso. Es una rutina que me permite mantener la frescura y la calidad de los ingredientes que utilizo.
¿Tiene clientes frecuentes?
Sí, tengo clientela frecuente que busca mi oblea crocantica. Los clientes vienen a probarla porque saben de lo higiénico de mis productos y preparación. Muchos regresan a comprar porque les gusta el sabor y la calidad que ofrezco. A veces, al principio algunos muestran dudas o hacen mala cara cuando les ofrezco la oblea, pero después de probarla cambian de opinión rápidamente y regresan para comprar más. Por ejemplo, de los bancos hay dos chicas que vienen casi todos los días, y los policías también son clientes habituales que vienen unas dos o tres veces por semana. También tengo clientes de oficinas cercanas que me visitan con regularidad. Entiendo que no todos repitan a diario por sus restricciones alimenticias, como intolerancia al dulce o a la lactosa. Por eso trato de ser muy cuidadosa con la crema de leche que uso, procurando comprarla de buena calidad para evitar cualquier problema.
¿Cómo es trabajar en este sector de la ciudad?
Tiene sus desafíos, pero también sus satisfacciones. Al principio, tuve que solicitar permiso para poder vender aquí. Aunque la policía no me molesta, a veces otros vendedores pueden hacerlo. Sin embargo, ahora estoy ubicada en el Parkway, donde llevo trabajando casi tres años. Uno de los retos principales es mantener una buena actitud y tratar bien a la gente, sin importar las circunstancias. Agradezco a Dios que me ha ido bien y muchas personas ya me conocen, lo cual ayuda; pero sé que la actitud es clave en este negocio. Creo que el trato amable es fundamental para mantener a los clientes satisfechos, siempre procuro mantener mi puesto de venta en buenas condiciones y ofrecer un producto de calidad.
Cada vez es menos común que las personas tengan efectivo, ¿cómo ha sido ese cambio para usted?
Estoy al tanto de las nuevas formas de pago. Muchas personas utilizan diferentes plataformas y me siento cómoda aceptándolas. Si alguien me dice que no tiene efectivo, pero puede pagar por transferencia, les respondo que sí y procedo a recibir el pago. Personalmente, confío en mis clientes y en la tecnología que respalda esta transacción. Cuando alguien me muestra la confirmación del pago en su celular, siempre verifico que mi nombre esté incluido como destinatario. Gracias a Dios, he tenido experiencias positivas con la gente que me compra. La mayoría son personas amables y honestas.
¿En qué consiste su rutina diaria?
Siempre comienzo alrededor de las 11 de la mañana. Vivo en el sur, cerca del Portal Sur, así que, para llegar hasta Teusaquillo, primero debo tomar Transmilenio. Me demoro como una hora y media para llegar al garaje donde guardo mi carrito de ventas. Primero, preparo todo para empezar a trabajar. Normalmente estoy vendiendo obleas desde las 12 del mediodía hasta las 4 o 5 de la tarde. Es mi único ingreso, pues vivo sola y necesito cubrir mis gastos como el arriendo, los servicios y la comida. A veces puedo vender unas 50 obleas al día, pero hay días más tranquilos donde apenas vendo unas 30. Aunque hay momentos difíciles cuando no me alcanza lo que gano, siempre me las ingenio para salir adelante. Después de mi jornada vuelvo a tomar Transmilenio para regresar a casa.
¿Qué historia tiene su carrito de venta?
Mi carrito es fundamental para mi trabajo diario. Lo compré hace algún tiempo en el centro de la ciudad. Originalmente, era bastante básico, pero con la ayuda de mi hija ha mejorado. Lo plastificamos y le dimos un nombre: Las Crocanticas. Este carrito me proporciona un lugar seguro donde guardar mis pertenencias y todo lo necesario para mi jornada de trabajo. Además, lleva una silla y una sombrilla, que me protege del sol durante las horas que paso vendiendo en la calle. Es un compañero indispensable.
¿Cuál es su receta para las obleas? ¿Dónde la aprendió?
Mis obleas incluyen arequipe, un poco de queso, crema de leche y dulce de mora. Aprendí a hacerlas observando a una señora que vendía obleas un día que fui a comprar una de ellas. No he tomado cursos especializados en cocina, solo el curso básico de manipulación de alimentos. Las preparo con cariño.
¿Dónde consigue los insumos para sus obleas?
Principalmente en el sur, donde encuentro mejores precios y una buena calidad. Allí compro la oblea crocante, el arequipe y el queso. Prefiero comprar diariamente porque mi nevera no tiene suficiente capacidad para mantener la crema de leche y el queso frescos por mucho tiempo. Así que cada día adquiero lo necesario, generalmente un paquete de obleas y dos o tres libras de queso. Es una rutina que me permite mantener la frescura y la calidad de los ingredientes que utilizo.
¿Tiene clientes frecuentes?
Sí, tengo clientela frecuente que busca mi oblea crocantica. Los clientes vienen a probarla porque saben de lo higiénico de mis productos y preparación. Muchos regresan a comprar porque les gusta el sabor y la calidad que ofrezco. A veces, al principio algunos muestran dudas o hacen mala cara cuando les ofrezco la oblea, pero después de probarla cambian de opinión rápidamente y regresan para comprar más. Por ejemplo, de los bancos hay dos chicas que vienen casi todos los días, y los policías también son clientes habituales que vienen unas dos o tres veces por semana. También tengo clientes de oficinas cercanas que me visitan con regularidad. Entiendo que no todos repitan a diario por sus restricciones alimenticias, como intolerancia al dulce o a la lactosa. Por eso trato de ser muy cuidadosa con la crema de leche que uso, procurando comprarla de buena calidad para evitar cualquier problema.
¿Cómo es trabajar en este sector de la ciudad?
Tiene sus desafíos, pero también sus satisfacciones. Al principio, tuve que solicitar permiso para poder vender aquí. Aunque la policía no me molesta, a veces otros vendedores pueden hacerlo. Sin embargo, ahora estoy ubicada en el Parkway, donde llevo trabajando casi tres años. Uno de los retos principales es mantener una buena actitud y tratar bien a la gente, sin importar las circunstancias. Agradezco a Dios que me ha ido bien y muchas personas ya me conocen, lo cual ayuda; pero sé que la actitud es clave en este negocio. Creo que el trato amable es fundamental para mantener a los clientes satisfechos, siempre procuro mantener mi puesto de venta en buenas condiciones y ofrecer un producto de calidad.
Cada vez es menos común que las personas tengan efectivo, ¿cómo ha sido ese cambio para usted?
Estoy al tanto de las nuevas formas de pago. Muchas personas utilizan diferentes plataformas y me siento cómoda aceptándolas. Si alguien me dice que no tiene efectivo, pero puede pagar por transferencia, les respondo que sí y procedo a recibir el pago. Personalmente, confío en mis clientes y en la tecnología que respalda esta transacción. Cuando alguien me muestra la confirmación del pago en su celular, siempre verifico que mi nombre esté incluido como destinatario. Gracias a Dios, he tenido experiencias positivas con la gente que me compra. La mayoría son personas amables y honestas.