Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Un grupo de nueve artistas seropositivos de siete países de Latinoamérica participan en una exposición que se encuentra actualmente en Quito para romper el estigma y la discriminación en torno al Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) a través de propuestas audiovisuales, poesía y fotografías.
“Positiva. Residencia artística de cultura VIH latinoamericana” es una muestra colectiva albergada en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de la capital de Ecuador y en la que se evidencia que, para acabar con los prejuicios, aún “hace falta hablar de VIH”, como reza el cartel que recibe a los visitantes.
En un tono intimista al tiempo que reivindicativo, este espacio acoge hasta finales de agosto en el CAC obras de Camila Arce (Argentina), Luis Rojas (Costa Rica), Juan de la Mar (Colombia), Juan Coronel (Argentina), Óscar Sánchez (México), Rodrigo Ortega (Chile), Andrea Alejandro Freire (Ecuador), Lucas Núñez (Chile) y David Jarrín (Ecuador).
La muestra, comisariada por Ricardo Luna y Anthony Guerrero, es un viaje por las vidas de los artistas y otras personas con VIH, donde el horizonte radical es la defensa de la vida y el derecho a disfrutar sexualidades placenteras y libres de estigma.
De las paredes cuelgan autorretratos de los artistas, también poemas que se imaginan una vida libre de este virus o pósteres históricos que alertaban de la epidemia en la década de los ochenta. También se pueden ver entrevistas a mujeres con VIH y una pieza artística audiovisual.
“Hay una sensación de comunidad ahí adentro. Todos somos muy distintos y eso te hace conocer otras historias y saber cómo se vive con VIH en otros países”, señaló Camila Arce (Rosario, 1995) en una entrevista con EFE sobre su participación en la exposición.
Un “53 % de población con este virus es mujer”
Tras la residencia artística que congregó a los artistas seleccionados en el CAC a finales de marzo para que elaboraran sus propuestas, Camila Arce creó una línea del tiempo sobre la historia del VIH en Latinoamérica y entrevistó a varias mujeres con el fin de dar a conocer sus historias de “resiliencia desde el activismo y el empoderamiento”.
“El VIH no es una cuestión de los varones homosexuales”, aseguró, sino que “el 53 % de la población con este virus es mujer”. Y explicó que con estas entrevistas no buscaba “historias traumáticas”, sino mostrar que las tres mujeres “se empoderaron en grupos de pares, muchos de ellos, solo de mujeres”, incidió.
Sin embargo, denunció que en la actualidad, “el VIH no está en la agenda feminista”, pese a la “fuerza” que tiene este movimiento en la región, y afirmó que en la década de los ochenta, las mujeres seropositivas, entre ellas su madre, ya hacían feminismo sin saberlo.
“Se encontraban en las salas de espera, en reuniones, fundaron la Red Argentina de Mujeres Viviendo con VIH (2002), estaban siendo feministas y a lo mejor no eran conscientes de ello”, señaló Arce.
Atravesadas por el estigma
La también graduada en Trabajo Social confesó que si bien las discriminaciones que sufren las mujeres con VIH no son las mismas que durante la epidemia de la década de los ochenta, estas continúan atravesadas por el estigma.
“Vivimos una doble discriminación en los trabajos, en nuestra vida privada, en nuestras relaciones”, apuntó Arce, quien también denunció la “violencia obstétrica” y la “violencia institucional del sistema de salud”, que persisten tanto en las grandes ciudades como en las zonas rurales.
Sin embargo, también mencionó que enfrentan otras violencias “que no son tan visibles y que tienen que ver no solo con el sistema patriarcal, sino con vivir con VIH”, como recomendar a las personas gestantes que no tengan descendencia.
Sobre las relaciones sexuales, agregó que las advertencias médicas “no dan lugar ni siquiera a hablar del indetectable intransmisible” o a decidir sobre lo que desean hacer con sus “cuerpos, como maternar o tener una o múltiples parejas”.
La argentina confesó que el arte, junto a la terapia, le salvaron la vida. “El arte me ha brindado eso que el activismo no. El activismo a veces se estanca, puedes volver muy desilusionada de una reunión y cuando te enteras de que fallecen tus compañeros no hay lugar a donde ir. En el arte sí hay donde refugiarse”, concluyó.