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“¿El color de su piel? Ébano, marfil o canela… eso era lo de menos, fue el candor en sus ojos, fue su grácil figura lo que me hizo enamorar de Manuela…”. Fragmento del libro Piel de Ébano.
Estaba leyendo “Piel de ébano” cuando decidí ir por una libreta para anotar una frase que había quedado en mi cabeza. “Extrañar no es solo parte de un recuerdo, también es el dolor que sentimos al recordar”. En ese momento mi mamá se acercó y me pidió que le dejara ver el libro, fijó su mirada en el dibujo de la primera página con una enorme sonrisa y me preguntó: ¿Es un dedal? La miré sorprendida, pues no pensé que aquel objeto le resultara familiar. Ella, acariciándome las mejillas, aseguró: “Si la historia gira en torno a un dedal, merece ser contada y recordada”.
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El escritor bogotano Marco T. Robayo nos sumerge en la ciudad cartagenera del siglo XVIII, época de la cual se tiene alguna documentación. Sin embargo, son pocos los autores que se han interesado en escribir sobre este tiempo. En su novela, de 500 páginas, Robayo hace un recorrido por las calles y bahías para describir la ciudad colonial que fue protagonista de la esclavitud en América, el comercio de ultramar y el desbalance material de Santa Marta y Mompox, construyendo personajes verosímiles.
La historia se inicia la mañana del jueves 9 de febrero de 1792, cuando Gonzalo de Ulloa, un importante comerciante de algodón, cuero y cacao le propicia el décimo latigazo a Joseph; agresión que el comerciante no suele tener con ninguno de sus cinco esclavos. Dominga, la madre de Joseph, le ruega a su amo que no le pegue más, pues ella prefiere mil veces sentir el dolor que ver sufrir a su hijo. Horas antes, en la madrugada, mientras todos dormían, Joseph había sido sorprendido abusando de Manuela. Fueron los gritos de Bernarda los que despertaron a todos en la casa de Santo Toribio.
María Catalina, esposa de Gonzalo de Ulloa, sentía que el hombre había exagerado en el castigo al que había sometido a su esclavo. La desconfianza que María Catalina le tenía a Manuela aumentaba cada día por el extraño favoritismo de su esposo hacia ella.
Desde pequeña, Manuela fue arriesgada y valiente, una esclava que jamás dejó que su estatus definiera quién era y mucho menos la limitara para luchar por sus sueños. Siempre le preguntaba a Dominga quién era su padre, pues sabía que su madre, Francisca, había muerto al darla a luz. Recorría las noches cartageneras acompañada de la brisa y una profunda incertidumbre que le producía no conocer su historia, cómo se llamaba el hombre de quien había heredado su carácter fuerte y perseverante.
En torno a la protagonista surgen otros personajes que contarán su vida, de su propia voz, los deseos de obtener la libertad, deseos de poder, mentiras e injusticias, todas estas sensaciones embriagan a los personajes de esta novela.
Como es el caso del político Antonio Nariño, quien tradujo la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, y quien, como consecuencia, es alejado de su esposa, Magdalena Ortega, y sus hijos.
Estos relatos ocasionarán en el lector una reflexión profunda. Historias dentro de la misma historia, relatos desgarradores que provocarán grandes emociones al momento de ser leídos. Es el caso de Simona, una mujer que es abusada y queda en estado de embarazo. Al enterarse, decide abortar, tras varios intentos infructuosos, al tercer mes decide tener su bebé. Aunque su hija nació en buen estado de salud, Simona no dejaba de pensar en lo doloroso que sería para ella sobrevivir ante tanta crueldad, por lo que decide quitarle la vida para evitar las amarguras que persiguen al nacer esclavas.
Manuela era una joven enamorada de las mañanas cartageneras y no se conformaba con lo poco que conocía. Por eso, un día le confesó a Gonzalo Ulloa sus deseos de trabajar, y así, poder comprar algún día su libertad. Existía un secreto que el hombre había guardado por muchos años, tan poderoso que era la razón para apoyar a Manuela sin importar las circunstancias. Aunque su esposa no estuviera de acuerdo con el cariño que le manifestaba a su esclava, Gonzalo decidió hablar con Mercedes, una mujer de la ciudad, para que le diera clases a Manuela y aprendiera el arte de la costura.
“Cada mañana la mulata se sumerge en ese mundo mágico y misterioso de hilos y costuras. Entre alisar cuellos e hilvanar vestidos la sorprende la noche. Las tres horas de su clase pronto se extienden a seis, ocho y diez, que transcurren en medio de tijeras, dedales y costosos alfileres. Al desplegar las telas se impregna de su olor. Le maravilla descubrir cómo en manos de Mercedes los cortes cobran vida y se convierten en hermosos vestidos para las mujeres de la aristocracia cartagenera”.
Ejerciendo su trabajo como costurera, la mulata descubre las sensaciones y la felicidad de elaborar vestidos para las mujeres de la ciudad. Así es como conoce a Alejandro Mendoza, un comerciante de telas. Los dedales de distintos materiales y colores que el joven procura regalarle en cada encuentro son el símbolo del amor que va creciendo entre ellos dos.
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Leer la novela Piel de ébano es disfrutar de la cuidadosa y delicada pluma de Marco T. Robayo. Al viajar al pasado por medio de sus personajes, el lector percibirá situaciones que aún siguen estando latentes. Describiendo los días y las noches de aquel entonces, con su pluma logra sumergirnos en el calor, las olas y la brisa cartagenera.
¿Hay un libro definitivo que hizo que se enamorara de la historia y decidiera escribir sobre ella?
En realidad, hay varios. Me confieso un amante de la historia universal, especialmente de la inglesa, francesa, rusa y española. Es increíble cómo la mayoría de los episodios de la historia en esos países están concatenados. Hay un libro que se atribuye a la pluma del príncipe Félix Yusupov, en la Rusia aristocrática del zar Nicolás II de comienzos del siglo XX, y que tuvo que ver con el asesinato del célebre Grigori Efimovich, más conocido como Rasputín. Ese relato, a mis catorce años, y la fascinante historia de la Guerra de las Dos Rosas (entre las casas de los York y los Lancaster en la Inglaterra de mediados del siglo XVI) señalaron definitivamente mi inclinación hacia la historia. En América, la época colonial, también es rica en situaciones que a veces desconocemos y que nos ayudan a entender el presente. No hay duda de que conocer el pasado nos permite comprenderlo.
En “Piel de ébano” se evidencia la importancia de Manuela, una esclava que se caracteriza por su personalidad aguerrida. ¿Cómo fue el proceso para la construcción de este personaje?
Manuela de Ulloa encarna a la mujer rebelde, obligada a vivir según las normas que dictaba la sociedad colonial. Su conducta desafiante y progresista era considerada nociva e injustificada por Catalina, su ama, acérrima antagonista en la novela. Ingenua pero audaz, fuerte y a su vez cariñosa, la mulata se ve enfrentada a un destino que no le muestra su lado más amable, pero le permite marcar la diferencia entre las esclavas de la época.
¿Qué personaje de la novela le llevó más tiempo crear? ¿Por qué?
Definitivamente, Manuela. El perfil psicológico de la protagonista alrededor de su evolución como adolescente y en medio de múltiples conflictos sociales le da vida a un personaje dulce que guió mi mano para su descripción y comportamiento. Fue ella quien más tiempo me llevó crear, pero también la que más disfruté a lo largo de la novela.
En su novela se conoce la vida de personajes femeninos que fueron violadas o agredidas. En la actualidad se siguen presentando este tipo de situaciones, elevando las cifras de maltrato contra las mujeres. ¿Cree que una de las consecuencias de ignorar parte de la historia es que la violencia de género siga siendo parte de nuestra sociedad?
Vale aquí traer a colación la expresión aquella de que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. La misoginia, la discriminación y el feminicidio son tan antiguos como la humanidad. Las estadísticas en el mundo no dan muestras de ser un hecho aislado en la sociedad. Son crímenes sociales justificados por una cultura que menosprecia la vida de la mujer y que por lo general son relegados a la impunidad. Es triste ver cómo el papel de nuestras mujeres, tan importante en el desarrollo humano a todo nivel, es subyugado a un segundo plano por una cultura preponderantemente machista, aun en pleno siglo XXI.
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Fernando Soto Aparicio escribió en su obra “Bitácora del agonizante” lo siguiente: “Con el paso del tiempo las personas se van desdibujando, pero los personajes de los libros son eternos”. ¿Alguna vez ha pensado en esto al crear sus personajes?
Sí, por supuesto. Mi objetivo como escritor es crear personajes que trasciendan en el tiempo, para que los lectores regresen a ellos. Cómo olvidar, por ejemplo, a Phileas Fogg, ese maravilloso personaje creado por Julio Verne en La vuelta al mundo en ochenta días, o a Charles Calthrop, villano en El día del Chacal, de Frederick Forsyth. Ellos permanecerán en el tiempo, sólidos e inmutables.
¿Cuánto demoró la investigación para su novela? ¿Cuánto tiempo le llevó escribirla?
El proceso de investigación se llevó alrededor de cuatro meses y el de escritura, ocho. Un año en total. Luego vinieron la revisión y las correcciones. Esta es la novela que más tiempo me ha tomado terminar.