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                                                                                                                                Una obertura de luz

                                                                                                                                Una crónica sobre la primera vez de una corista en el escenario para la ópera Carmen, de Georges Bizet. Este texto hace parte del taller de periodismo cultural que se llevó a cabo el pasado mes de noviembre y que integró la programación del 6.° Seminario de Periodismo Cultural, organizado por Eventos del Libro de Medellín.

                                                                                                                                María Sofía Rodríguez Ospina

                                                                                                                                Imagen de referencia: Dice el tenor Miguel Silva que “La ópera es como un bichito que te pica y, una vez que te prende, no la podés dejar nunca más”, y efectivamente.
                                                                                                                                Foto: Pixabay
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                —Vas a cantar en “Carmen”.

                                                                                                                                —¿Carmen?

                                                                                                                                —Sí, la ópera.

                                                                                                                                Tuve mil dudas en ese momento. No podía rechazarlo, pero escuchar la palabra ‘Ópera’ me generaba confusión: para una adolescente que llevaba no más de un mes cantando en coros, era una noticia difícil de procesar. Era la “Nuevoncita”. La más inexperta (probablemente), pero mi voz y mi edad (no había cumplido 18) fueron lo que, justamente, me llevaron ahí: la compañía lírica encargada de la obra necesitaba un coro de niños. Cuando mis papás supieron, se asombraron, se pusieron felices.

                                                                                                                                —¡Ay! ¿Cómo así que vas a cantar en “Carmen”?

                                                                                                                                —Sí, pero no la conozco, tengo que escucharla.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                —¡¿Cómo qué no?!— me recriminaron los dos—. Cuando llegue a la casa y la escuche me cuenta si no la conoce.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Podría interesarle leer: “A plena luz”, el documental sobre el multiasesinato Narvarte en México

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El maestro Guerassim Voronkov alza la batuta y comienza la función. Al ritmo de flautas, tubas, violines y platillos suena la obertura que me acompaña desde que estaba en el vientre de mi madre. Entre bastidores vemos cómo se abre el telón. Después de esa primera escena en la que los soldados esperan el próximo cambio de guardia mientras observan a la gente pasearse por la plaza, escuchamos las trompetas con la melodía que nos da la entrada para imitar, inocente y alegremente, a aquellos hombres que aparecen para relevarlos. Mientras cantamos Avec la garde montate me doy cuenta de la magia: las luces, el escenario, la utilería, la puesta en escena, la música, el público. Desde el momento en el que puse un pie sobre esas tablas, supe que eso era lo que más amaba hacer. Que estar en un escenario cantando era mi lugar de luz en el mundo.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dice el tenor Miguel Silva que “La ópera es como un bichito que te pica y, una vez que te prende, no la podés dejar nunca más”, y efectivamente. Pasaron las dos funciones de Carmen, me prometí que la próxima vez que pisara ese escenario sería como miembro del Coro de adultos de la Fundación Prolírica de Antioquia. Y así fue. Cuatro años después ya estaba allí. En el 2022 hice parte de la Temporada Internacional de Zarzuela, Opereta y Ópera de Medellín en el Teatro Metropolitano. No solo pisé de nuevo ese escenario, sino que también interpreté a un personaje en La Leyenda del Beso, la famosa zarzuela de Soutullo y Vert, ambientada a las afueras de un castillo señorial en tierras castellanas de los locos años veinte. Fui Margot, una encantadora, inquieta, alegre, curiosa y elegante cazadora amiga del Conde Mario, el cual, en su semejanza con Carmen, tuvo un trágico final al verse envuelto en el triángulo amoroso y el conjuro que poseía Amapola, otra gitana.

                                                                                                                                Imagen de referencia: Dice el tenor Miguel Silva que “La ópera es como un bichito que te pica y, una vez que te prende, no la podés dejar nunca más”, y efectivamente.
                                                                                                                                Foto: Pixabay
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                —Vas a cantar en “Carmen”.

                                                                                                                                —¿Carmen?

                                                                                                                                —Sí, la ópera.

                                                                                                                                Tuve mil dudas en ese momento. No podía rechazarlo, pero escuchar la palabra ‘Ópera’ me generaba confusión: para una adolescente que llevaba no más de un mes cantando en coros, era una noticia difícil de procesar. Era la “Nuevoncita”. La más inexperta (probablemente), pero mi voz y mi edad (no había cumplido 18) fueron lo que, justamente, me llevaron ahí: la compañía lírica encargada de la obra necesitaba un coro de niños. Cuando mis papás supieron, se asombraron, se pusieron felices.

                                                                                                                                —¡Ay! ¿Cómo así que vas a cantar en “Carmen”?

                                                                                                                                —Sí, pero no la conozco, tengo que escucharla.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Son las 7:50 p.m. y suena el segundo timbre. Alguien grita ¡COOORO! Salimos del sótano y voy repasando las indicaciones que nos marcaron los directores mientras el punzón en el pecho y la respiración agitada me indican que ya casi es hora de salir a escena. Vamos casi que corriendo hacia las escaleras que llevan del camerino al escenario y, a medida que subo, me cruzo con solistas, coristas, figurantes, regidores, tramoyistas y utileros. Uno, tres, diez, doce, pierdo la cuenta de cuántos escalones he subido cuando ya veo las bambalinas: un lienzo enorme de tela negra impide la vista al escenario y al público que percibo aún acomodándose.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: “A plena luz”, el documental sobre el multiasesinato Narvarte en México

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                                                                                                                                Por un instante olvido que estoy disfónica, con una tos que me dio esa misma semana del estreno. La magia tras bambalinas me envuelve, veo mujeres con maquillajes llamativos y brillantes claveles rojos que acompañan sus peinados, al igual que hombres vestidos de guardias españoles de Sevilla en 1820. Suena el último timbre, son las 8 en punto del jueves 19 de abril de 2018, el público está en sus butacas, una voz femenina da información y, al terminar, los espectadores aplauden y los músicos de la orquesta se ponen de pie para recibir al director.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El maestro Guerassim Voronkov alza la batuta y comienza la función. Al ritmo de flautas, tubas, violines y platillos suena la obertura que me acompaña desde que estaba en el vientre de mi madre. Entre bastidores vemos cómo se abre el telón. Después de esa primera escena en la que los soldados esperan el próximo cambio de guardia mientras observan a la gente pasearse por la plaza, escuchamos las trompetas con la melodía que nos da la entrada para imitar, inocente y alegremente, a aquellos hombres que aparecen para relevarlos. Mientras cantamos Avec la garde montate me doy cuenta de la magia: las luces, el escenario, la utilería, la puesta en escena, la música, el público. Desde el momento en el que puse un pie sobre esas tablas, supe que eso era lo que más amaba hacer. Que estar en un escenario cantando era mi lugar de luz en el mundo.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Dice el tenor Miguel Silva que “La ópera es como un bichito que te pica y, una vez que te prende, no la podés dejar nunca más”, y efectivamente. Pasaron las dos funciones de Carmen, me prometí que la próxima vez que pisara ese escenario sería como miembro del Coro de adultos de la Fundación Prolírica de Antioquia. Y así fue. Cuatro años después ya estaba allí. En el 2022 hice parte de la Temporada Internacional de Zarzuela, Opereta y Ópera de Medellín en el Teatro Metropolitano. No solo pisé de nuevo ese escenario, sino que también interpreté a un personaje en La Leyenda del Beso, la famosa zarzuela de Soutullo y Vert, ambientada a las afueras de un castillo señorial en tierras castellanas de los locos años veinte. Fui Margot, una encantadora, inquieta, alegre, curiosa y elegante cazadora amiga del Conde Mario, el cual, en su semejanza con Carmen, tuvo un trágico final al verse envuelto en el triángulo amoroso y el conjuro que poseía Amapola, otra gitana.

                                                                                                                                Por María Sofía Rodríguez Ospina

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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