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                                                                                                                                “Margarita va sola” o el Caballo de Troya

                                                                                                                                Una reconocida maestra de literatura recomienda el reciente libro de Margarita Rosa de Francisco por su fuerza para hablar de lo femenino y los miedos que eso encierra.

                                                                                                                                Alejandra Jaramillo Morales * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Para la profesora Alejandra Jaramillo, Margarita Rosa de Francisco (aquí con el libro citado) representa "esa transformación permanente que es la adultez", que "le permitió dejar salir una voz contundente".
                                                                                                                                Foto: EFE - Carlos Ortega
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                Foto: EFE - Carlos Ortega
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                                                                                                                                En casa de mis abuelos siempre vi álbumes llenos de fotos de esa época. Mi abuela fue una de las principales acompañantes de Luz Karime, y estuvo con todas estas mujeres en Cartagena y en muchos otros lugares. Recientemente, después de la muerte de mi abuelo y mi abuela heredé todas las fotografías que había en su casa y con ellas la historia de ese año 1958 donde empezaba mi propio cruce con Margarita Rosa. De niña siempre vi el reinado, y después de los siete u ocho años mi abuela empezó a llevarme al Salón Rojo del hotel Tequendama a ver la presentación de las reinas que llegaban de Cartagena luminosas y agotadas. Poco a poco me fui adentrando en mi adolescencia. Estudiaba en el Liceo Juan Ramón Jiménez, un colegio mayoritariamente de familias de izquierda, un lugar donde aprendí a cuestionarlo todo y por supuesto empecé a sentir vergüenza del ritual de las reinas. Y cuento todo esto porque en el año 1984 fui por última vez a acompañar a mi abuela al desfile. Paradójicamente este año también el ser más luminoso era la virreina, como en 1958. Había ganado Sandra Borda y Margarita Rosa era la virreina.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Ese fue el último año que vi un reinado de belleza en toda mi vida. Después empecé mi camino de distanciamiento con ese ideal femenino que como la misma Margarita Rosa lo dice, “representa todo lo que no es natural en una mujer” (329) frase que generó un alboroto general en las redes en las que ella participa. Elegí crecer y creer en las palabras, en su belleza y así me sumergí desde los catorce años en el mundo de la literatura del que no he salido nunca. Ella, por el contrario, encontró en la belleza y en la actuación otro camino de conocimiento. Se convirtió en una leyenda para este país. Fue la niña que todos los colombianos y colombianas vimos casarse, y se fue tejiendo entre una telenovela y otra a una suerte de personalidad femenina gallarda, sufrida, echada p´lante, como diríamos por estas tierras.

                                                                                                                                Ahora que la leo creo que, el paso de la juventud plena al reconocimiento de esa transformación permanente que es la adultez le permitió dejar salir una voz contundente. Una voz que retumba en este país. De verla como esa actriz maravillosa que logró sentar a presidentes y diferentes personalidades del mundo actuando en la telenovela Café con aroma de mujer, tenemos ahora una actriz que se la ha jugado por papeles complejos, cuestionadores, y adicionalmente una mujer en las redes que no hace más que dejarnos pensando. En los últimos años ha expresado en un tono que cruza una suerte de ingenuidad (algunas intelectuales le caen encima por ser solo una actriz) y una voz potente, decidida a opinar y asumir sus posturas políticas. Y allí, en ese desliz entre la juventud y la adultez, la belleza de lo físico y la belleza del alma, ha ido creciendo esta escritora que ahora podemos leer.

                                                                                                                                Ahora la he leído. Debo aceptar que no fui asidua de sus columnas en años anteriores. Pero ahora he leído su libro y sentí como si hubieran dejado entrar a mi casa un caballo de Troya. Una mujer que fue capaz de alimentar los ideales de belleza de una sociedad y al mismo tiempo con su vida, con sus actuaciones, con sus acciones, y ahora con sus palabras revertir el ideal inalcanzable, para aterrizarnos, para mostrarnos una mujer en contradicción, en el máximo deseo de entender el sentido de la vida.

                                                                                                                                Supongo que Margarita Rosa no necesita ser recomendada. Supongo que sólo tener su nombre en el libro hará que miles de personas lo lean. Pero no pude contenerme y traerle a quienes no hayan empezado esa lectura alguna de esas ideas sobresalientes que encontré en este libro. Porque en este libro me encontré con el miedo de la relación con el peso, del cuerpo, de la alimentación. Porque me llevó a debatirme sobre el sentido del deseo, del cuerpo femenino como objeto del placer. Porque lloré y me reí y supe que, aunque feminista, soy también una colombiana que ha vivido el peso de esos ideales que nos torturan. Me encantó su idea de la genialidad y llegar a ella a través de Alejandra Pizarnik: “El cuerpo del genio es un canal insuficiente para dar salida al capital de maravilla que experimenta. Ser médium de la potencia del universo, de manera permanente, sin haber sido provistos de algún filtro o un ecualizador puede enloquecer a cualquiera. Con razón algunos genios se matan” (94).

                                                                                                                                La lectura del libro de Margarita Rosa es un recorrido lleno de paradas y complejidades, reflexiones sobre el aborto, sobre el amor que nos lleva siempre a una suerte de entrega a nuestros eternos victimarios. La ensoñación de la filosofía, que la mantiene siendo una eterna estudiante. El amor a los gatos, ser personaje de telenovelas. El miedo pavoroso al público, a la presencia que respira de una audiencia. La reflexión sobre la menopausia, “de mi piel para dentro galopa una yegua por fin liberada de su deseo de juventud, pero que no sabe a dónde dirigirse con el poder de su nueva verdad”. Porque para ella la menopausia no está representada en esa lista banal que se encuentra en cualquier búsqueda de Google. “Yo describo mi nuevo estado como un anhelo de la sangre; un clamor de la bilis un río interno que ha resuelto correr en un sentido inverso al que tenía; una sensación de que falta un mineral o metal en algunas células, o en todas” (293)

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                También encontré un retorno constante en la reflexión sobre el amor y la sexualidad. Esa marca indeleble que la mayoría de las mujeres en Colombia padecemos, en una cultura que cree que el inicio sexual puede surgir de un abuso, de una irrupción incontrolada de la masculinidad, como la mayoría de los actos sexuales en Cien años de soledad, como lo han vivido tantas mujeres, escenas que nos muestran esa fatalidad, eso que ahora entendemos como abuso sexual, y que clama por una reparación y una profunda transformación cultural.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Este libro de definiciones audaces, juguetonas sobre el sentido de la vida y la maternidad, de la soltería y la pareja, ese libro que nos remarca, en su título, el sentido de la soledad femenina, de esa otra vida que cuesta tanto vivir en una sociedad como la nuestra; la de la mujer que vive para sí, está tejido con el hilo de una pregunta esencial, qué es ser una artista. Qué es ser una artista en la actuación, en la cama, en la vida, en la palabra. Quiero cerrar esta invitación a la lectura del libro Margarita va sola, con uno de sus momentos de reflexión sobre el sentido de la actuación. Margarita Rosa cuenta que para ponerse en sintonía con el dolor de sus personajes oye Bibo no Aozora de Sakamoto, una pieza musical que le arrastra a esa sensación. Y termina diciendo: “esa pieza en particular es alma viva. Cuando la oigo, no necesito entender lo que el alma es. Su melodía y su armonía son carne y alma indiferenciadamente. Es el monstruoso milagro del ser hecho música.

                                                                                                                                Y luego, desde el alma del artista, ella se pregunta y se contesta:

                                                                                                                                Mi hijo ha muerto. ¿cómo se recibe una noticia así?

                                                                                                                                Las palabras «mi niño» son sangre en la boca. (292)

                                                                                                                                Alejandra Jaramillo Morales
                                                                                                                                Foto: Cortesía de la autora
                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Alejandra Jaramillo Morales: escritora bogotana. Ha publicado cinco novelas: La ciudad sitiada (2006); Acaso la muerte (2010); Magnolias para una infiel (2017); Mandala (2017), un proyecto de escritura digital, una novela construida para ser leída de múltiples maneras; Las lectoras del quijote (2022), su primera incursión en la novela histórica. Tres libros de cuentos, Variaciones sobre un tema inasible (2009), Sin remitente (2012) y Las grietas (2017), libro ganador del concurso Nacional de novela y cuento de la Cámara de Comercio de Medellín y entre los quince nominados del premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez 2018. Escribe novelas para adolescentes y las publica con el sello Loqueleo; Martina y la carta del monje Yukio (2015), El canto del manatí (2019) y Los mundos distópicos de Camilo Chang (en impresión 2022). Ha publicado numerosos artículos sobre literatura y cultura y tres libros de crítica literaria y cultural, entre ellos Nación y Melancolía: narrativas de la violencia en Colombia (2006) y Disidencias, trece ensayos para una arqueología del conocimiento en la literatura latinoamericana del siglo XX (2013). Es docente de la Universidad Nacional de Colombia donde trabaja en el Departamento de Literatura y en la Maestría en Escrituras Creativas.

                                                                                                                                Por Alejandra Jaramillo Morales * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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