Una recicladora en primera persona
Nohora Torres, que ya casi cumple 70 años, encontró en el reciclaje una fuente de ingreso y un propósito. Hoy, reflexiona sobre su trayectoria, los sacrificios que ha hecho y lo que ha aprendido sobre la vida.
Samuel Sosa Velandia
Cuénteme sobre su historia, ¿cómo se hizo recicladora?
Yo “metí las patas” muy joven, como se dice: tuve a mis primeros hijos a los 17 años; después, tuve otro hijo cuando tenía 19, y luego otra a los 20. La última nació cuando tenía 27. El padre de mis primeros hijos me engañó, el papá de los siguientes también. Él no me quería, y aunque yo era muy responsable con mi trabajo y ayudaba en todo lo que podía, consiguió otra mujer y me dejó. Cuando me quedé sola comencé a trabajar en casa de familia y también en algunos centros comerciales haciendo aseo. Estaba en una empresa, pero cuando mis hijas terminaron en la cárcel, yo me quedé con sus hijos, con cuatro de cada una, y durante ese tiempo me despidieron porque me la pasaba en las audiencias y visitándolas en la cárcel. Fue entonces cuando comencé a reciclar. Una amiga me dijo que lo hiciera, me regalaron una carreta grande y empecé a recorrer las calles recogiendo materiales. Una vez, un hombre me trató mal porque estaba abriendo una bolsa para sacar lo que podía reciclar. Le expliqué que no le estaba causando ningún daño, que yo podía amarrar la bolsa nuevamente, pero él fue muy grosero y amenazó con pegarme. A pesar de eso, seguí trabajando en el reciclaje y me uní a una asociación de recicladores.
Hablemos sobre la asociación a la que pertenece...
Yo trabajo con la asociación Asosemilleros y me encargo de hacer el reciclaje en un conjunto residencial y en una bodega de la Primero de Mayo. Colaboramos con la Alcaldía y la UAESP. Yo ganaba bien, el reciclaje era más rentable porque no había tanta competencia. Hoy, la situación ha cambiado: los bodegueros se benefician más que nosotros. Ellos compran el material que recogemos a un precio que nos imponen y eso no está bien. Me da tristeza ver cómo ha cambiado todo... Yo perdí una gran oportunidad cuando hice un curso de reciclaje. Nos ofrecieron trabajo en una empresa, pero elegimos seguir reciclando, ya que ganábamos más. Ahora nos damos cuenta de que perdimos la oportunidad de vincularnos a una buena empresa por ambición.
¿Siente que su trabajo no es valorado?
Yo tengo 70 años, y aunque el presidente Petro prometió que nos indemnizarían y nos darían una pensión, no sabemos si eso realmente sucederá. Nosotros necesitamos reconocimiento por tanto esfuerzo, por tanto trabajo y lucha. Hemos hecho todo por nuestros hijos, por sobrevivir, pero ahora lo que ganamos no nos alcanza para nada. Todo está carísimo: una bolsa de leche, por ejemplo, cuesta más de $6.000. Anoche no tenía ni para comprar una libra de arroz y tuve que pedirle fiado a la señora de la tienda, y esa es la realidad. Es muy triste ver cómo la gente pobre sigue cargando con todo, como dice el dicho. Los más necesitados somos los que más sufrimos.
¿Y usted cómo se siente con su trabajo? ¿Está orgullosa de lo que ha logrado?
Yo hubiera querido ser feliz, hubiera querido estudiar. Pero logré educar a mis hijos y a mis nietos, y me siento contenta con el hecho de poder compartir con ellos. Tengo unos nietos y bisnietos hermosos, a quienes les doy todo el amor que tengo... ¿Usted cómo no se va a sentir orgulloso de tener todos esos nietos, que lo rodeen, lo abracen y le digan que lo quieren? Ellos hacen todo eso conmigo, me dicen: “Yo la quiero mucho, mamacita, porque usted nos ayudó”... Me llaman así porque no me gusta que me digan abuela.
¿Qué le hubiese gustado estudiar?
Yo quería ser profesora, pero no estudié más allá del tercer grado de primaria porque mi mamá me pegaba mucho. Le preguntaba cómo hacer las cosas, pero ella reaccionaba pegándome. En ese entonces, los padres, hermanos y hasta los profesores solían pegarle a uno. Aunque me maltrataban, siendo una niña fui feliz. También lo fui cuando crecí. Aunque mi mamá siempre dice que no conseguí nada en la vida, yo siento que he disfrutado de mis hijos y de mi vida, y eso es lo que más importa para mí.
¿Y qué momentos ha disfrutado de su trabajo?
Cuando celebran el Día de la Madre o los cumpleaños, siempre nos sorprende la señora Flor, la dueña de la fundación. Llegamos por la tarde y ella nos parte la torta diciendo “feliz cumpleaños”. Ese se me hace un detalle muy bonito. Siempre ha sido muy atenta con nosotros, incluso antes, cuando empezábamos a trabajar, nos preparaba desayuno. Yo llegaba temprano y ella me pedía que hiciera el tinto para tomarlo con los compañeros. Mi jefa es muy alegre, siempre tiene buenos gestos con nosotros. Aunque ahora está enferma, esperamos que, si no se siente mal, pueda celebrar la Navidad con nosotros.
¿Y cómo es la relación con sus compañeros? ¿Ha hecho amigos en este camino?
Sí, yo hecho muy buenos amigos. Los habitantes de calle también lo son, yo los veo como compañeros nuestros, porque ellos también reciclan, pero lo hacen para su vicio. Es lo más triste, pues cada vez se hunden más en eso. A pesar de todo, ellos son muy agradecidos cuando uno los ayuda, así sea con un pequeño gesto.
Qué se necesita para ser reciclador…
Para ser reciclador se necesita mucha paciencia y hacer un esfuerzo por perder el asco: la basura puede ser desagradable. Hoy, la gente ya no le pone tanto cuidado a eso, pero es importante usar guantes para protegerse. También hay que ponerse bien el tapabocas y lavarse las manos con agua y jabón después de trabajar. Pero, sobre todo, hay que sentirse orgulloso de lo que se hace porque esto no es deshonra. Nosotros estamos salvando nuestro planeta, somos sus guardianes.
Cuénteme sobre su historia, ¿cómo se hizo recicladora?
Yo “metí las patas” muy joven, como se dice: tuve a mis primeros hijos a los 17 años; después, tuve otro hijo cuando tenía 19, y luego otra a los 20. La última nació cuando tenía 27. El padre de mis primeros hijos me engañó, el papá de los siguientes también. Él no me quería, y aunque yo era muy responsable con mi trabajo y ayudaba en todo lo que podía, consiguió otra mujer y me dejó. Cuando me quedé sola comencé a trabajar en casa de familia y también en algunos centros comerciales haciendo aseo. Estaba en una empresa, pero cuando mis hijas terminaron en la cárcel, yo me quedé con sus hijos, con cuatro de cada una, y durante ese tiempo me despidieron porque me la pasaba en las audiencias y visitándolas en la cárcel. Fue entonces cuando comencé a reciclar. Una amiga me dijo que lo hiciera, me regalaron una carreta grande y empecé a recorrer las calles recogiendo materiales. Una vez, un hombre me trató mal porque estaba abriendo una bolsa para sacar lo que podía reciclar. Le expliqué que no le estaba causando ningún daño, que yo podía amarrar la bolsa nuevamente, pero él fue muy grosero y amenazó con pegarme. A pesar de eso, seguí trabajando en el reciclaje y me uní a una asociación de recicladores.
Hablemos sobre la asociación a la que pertenece...
Yo trabajo con la asociación Asosemilleros y me encargo de hacer el reciclaje en un conjunto residencial y en una bodega de la Primero de Mayo. Colaboramos con la Alcaldía y la UAESP. Yo ganaba bien, el reciclaje era más rentable porque no había tanta competencia. Hoy, la situación ha cambiado: los bodegueros se benefician más que nosotros. Ellos compran el material que recogemos a un precio que nos imponen y eso no está bien. Me da tristeza ver cómo ha cambiado todo... Yo perdí una gran oportunidad cuando hice un curso de reciclaje. Nos ofrecieron trabajo en una empresa, pero elegimos seguir reciclando, ya que ganábamos más. Ahora nos damos cuenta de que perdimos la oportunidad de vincularnos a una buena empresa por ambición.
¿Siente que su trabajo no es valorado?
Yo tengo 70 años, y aunque el presidente Petro prometió que nos indemnizarían y nos darían una pensión, no sabemos si eso realmente sucederá. Nosotros necesitamos reconocimiento por tanto esfuerzo, por tanto trabajo y lucha. Hemos hecho todo por nuestros hijos, por sobrevivir, pero ahora lo que ganamos no nos alcanza para nada. Todo está carísimo: una bolsa de leche, por ejemplo, cuesta más de $6.000. Anoche no tenía ni para comprar una libra de arroz y tuve que pedirle fiado a la señora de la tienda, y esa es la realidad. Es muy triste ver cómo la gente pobre sigue cargando con todo, como dice el dicho. Los más necesitados somos los que más sufrimos.
¿Y usted cómo se siente con su trabajo? ¿Está orgullosa de lo que ha logrado?
Yo hubiera querido ser feliz, hubiera querido estudiar. Pero logré educar a mis hijos y a mis nietos, y me siento contenta con el hecho de poder compartir con ellos. Tengo unos nietos y bisnietos hermosos, a quienes les doy todo el amor que tengo... ¿Usted cómo no se va a sentir orgulloso de tener todos esos nietos, que lo rodeen, lo abracen y le digan que lo quieren? Ellos hacen todo eso conmigo, me dicen: “Yo la quiero mucho, mamacita, porque usted nos ayudó”... Me llaman así porque no me gusta que me digan abuela.
¿Qué le hubiese gustado estudiar?
Yo quería ser profesora, pero no estudié más allá del tercer grado de primaria porque mi mamá me pegaba mucho. Le preguntaba cómo hacer las cosas, pero ella reaccionaba pegándome. En ese entonces, los padres, hermanos y hasta los profesores solían pegarle a uno. Aunque me maltrataban, siendo una niña fui feliz. También lo fui cuando crecí. Aunque mi mamá siempre dice que no conseguí nada en la vida, yo siento que he disfrutado de mis hijos y de mi vida, y eso es lo que más importa para mí.
¿Y qué momentos ha disfrutado de su trabajo?
Cuando celebran el Día de la Madre o los cumpleaños, siempre nos sorprende la señora Flor, la dueña de la fundación. Llegamos por la tarde y ella nos parte la torta diciendo “feliz cumpleaños”. Ese se me hace un detalle muy bonito. Siempre ha sido muy atenta con nosotros, incluso antes, cuando empezábamos a trabajar, nos preparaba desayuno. Yo llegaba temprano y ella me pedía que hiciera el tinto para tomarlo con los compañeros. Mi jefa es muy alegre, siempre tiene buenos gestos con nosotros. Aunque ahora está enferma, esperamos que, si no se siente mal, pueda celebrar la Navidad con nosotros.
¿Y cómo es la relación con sus compañeros? ¿Ha hecho amigos en este camino?
Sí, yo hecho muy buenos amigos. Los habitantes de calle también lo son, yo los veo como compañeros nuestros, porque ellos también reciclan, pero lo hacen para su vicio. Es lo más triste, pues cada vez se hunden más en eso. A pesar de todo, ellos son muy agradecidos cuando uno los ayuda, así sea con un pequeño gesto.
Qué se necesita para ser reciclador…
Para ser reciclador se necesita mucha paciencia y hacer un esfuerzo por perder el asco: la basura puede ser desagradable. Hoy, la gente ya no le pone tanto cuidado a eso, pero es importante usar guantes para protegerse. También hay que ponerse bien el tapabocas y lavarse las manos con agua y jabón después de trabajar. Pero, sobre todo, hay que sentirse orgulloso de lo que se hace porque esto no es deshonra. Nosotros estamos salvando nuestro planeta, somos sus guardianes.